21/11/2024 11:50
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Aunque es cierto que el paso del tiempo ayuda a tener mayor perspectiva y comprensión sobre acontecimientos que en el momento que se producen dan lugar a confusiones, desde el principio de mi densa relación durante las problemáticas y los serios y profesionales intentos por resolverlas, no me queda ninguna duda tras mi convivencia con José María Ruiz-Mateos de que él no fue responsable de la deficitaria emisión de pagarés de Nueva Rumasa. Lo digo como amigo y en virtud del rol que desempeñé en su defensa y la de los Inversores y lo ratifica la UDEF que lo exculpó con expresa puntualización durante las investigaciones.

De tanto repetirlo hasta la saciedad debe quedar clara su desconexión con el Grupo cuando de pasar a ser autosuficiente en la gestión y decisión, a causa del diagnóstico de Parkinson en el 2004 se vio obligado a prevenir las previsibles consecuencias de la enfermedad delegando el grueso de las responsabilidades a terceras personas. Aquello significó seguir en posesión de capacidades respecto a la toma de decisiones pero en función de la confianza directiva que le relevó de su independencia, cuando hasta entonces había dependido de sí mismo con ayuda de sus leales colaboradores que fueron paulatinamente sustituidos. Desde ese momento, la marcha del Grupo se fue deteriorando con dependencia de un sustento crediticio en que se basaba la evolución de las empresas, con una dinámica creciente y continuada de generación de beneficios en la que entraba la financiación a través de emisiones de pagarés rentables y garantizadas. Esta filosofía de empresa eficaz sólo fue posible en tanto en cuanto Ruiz-Mateos controlaba con su ingenio y saber hacer el desarrollo mercantil a imagen y semejanza de la expoliada antigua Rumasa, la que saqueó sin justificación legal el Estado español por medio de la especulación delictiva del socialismo felipista.

El Ave Fenix levantó el vuelo y planeó alto hasta que se agotó la antaño fortaleza de sus alas y  otros fueron los que tomaron un rumbo equivocado en los inmensos cielos que el empresario y financiero dominaba a diferencia de los que se extraviaron en ellos por una determinante falta de experiencia, difusa y concluyente, que dificultó salir de la trampa del cierre de un vital grifo crediticio.

Quizá Emilio Botín que regía las voluntades del Banco de Santander evitó, más allá del alarmismo de la quiebra, la realización de una due diligence para asegurarse la respuesta de Nueva Rumasa ante la contingencia de los impagos y esa omisión derivó en la tremendista decisión de desfondar el sustento empresarial negando la financiación. Tal vez podría haber sido un empeño discrecional evaluar los riesgos respecto a la masa patrimonial de miles de millones de euros, pero quizá por conveniencias desconocidas o las esgrimidas para justificarlas el banco dio un sonoro y público portazo que como fichas de dominó cayó con otros créditos hasta obligar al concurso de acreedores. De este modo la dinámica y desarrollo de las operaciones mercantiles se pararon en seco ocasionando impagos como los del Hotel Eurocalas y Beverly entre otros, llevados a los tribunales, estrepitosa y alarmante como resulta, comparativamente, sacar a un paciente de un quirófano con la intervención sin acabar y las vísceras fuera; así de escandaloso resultó el freno bancario cuyos perjuicios se intentaron paliar hipotecando los bienes adquiridos a plazos, esperando mejores oportunidades y generación de capitales que pudieran sostener el conjunto de la actividad. No fue posible y la estrategia traspasó los límites fiscales de la ley.

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En esa espiral de adversidades provocadas por la falta de financiación, se recurrió a una acostumbrada y comprometida emisión de pagarés que se recabaron con sentido de urgencia para salvar los restos de un naufragio cuyos daños no conocía D.José María quien, aun acometido por la sorpresa de la crisis, ignoraba la real dimensión de la tragedia corporativa. Pudo ser él quien decidiera, sí, pero en función de la desinformación y el solapamiento de la realidad.

Casi nueve años después de su fallecimiento y estando pendiente dirimir las responsabilidades de la emisión de pagarés fallida que abocó a la ruina generalizada de los Inversores, tomo su testigo después de manifestarme en vida el relato de lo sucedido y que él diligentemente asumió como responsabilidad moral aun no siendo culpable del drama. Cuestiones y factores que deberán considerarse cuando llegue el momento de juzgar las responsabilidades y compensar el suplicio padecido estos largos años de espera.

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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