16/05/2025 22:32

Cuando vio ante él aquel objeto volador de naturaleza desconocida, su primer sentimiento fue de lógica sorpresa. Después, mientras atisbaba aquella cosa, le embargó la frustración por no haberse interesado nunca por la ufología. «¿Qué diablos sé yo de todo esto? -se recriminó, pensando en su incapacidad para interpretar aquella visión insospechada- ¿Qué diablos sé yo de robots, de humanoides, de seres más o menos similares a nosotros pero que nunca envejecen…?».

El caso es que la nave estaba allí, en aquel paraje solitario, reposando en un claro que se abría entre jarales y chaparros. Alrededor todo era silencio bajo el aire cálido de julio. En lontananza, el monte de pinos carrascos difundía un tibio olor a resina. Indefenso como se hallaba, paseó la mirada por el encinar degradado buscando una rama gruesa que le sirviera de tranca defensiva.

Una vez elegida, contemplando de hito en hito el insólito artefacto, destellante bajo la luz del mediodía, trataba de convencerse de que con el garrote podría hacer frente a lo desconocido, llegado el caso. Pero todo era absurdo, no obstante, y no hacía otra cosa que tratar de reprimir sus temblores, luchando contra el miedo.

De pronto, a su espalda, oyó una respiración entrecortada:

– Pareces muy hábil y precavido -dijo una voz.

Se sobresaltó. Al volverse, vio los ojos del viajero clavados en él y en su tranca. Su rostro parecía dibujar, no obstante, una sonrisa condescendiente, amable, tal vez.

– ¿Quién eres? -inquirió él por toda respuesta.

Aquel ser corpulento, de atuendo destellante, permaneció inmóvil. Sus ojos desprendían cordiales reproches, envueltos también en la incredulidad. Pero era una incredulidad distinta de la suya, que era meramente física. La duda de aquel ente tenía algo de abstracta; moral, incluso.

– Soy ET, un extranjero amigo -respondió.

– ¿Extranjero? ¿De dónde vienes? -inquirió receloso, admirado porque se había dirigido a él en perfecto español.

– No soy terrestre, si es eso lo que quieres saber.

– ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres?

– Nada que pueda inquietarte, no te preocupes. Sólo vengo buscando la explicación de algunos acontecimientos de vuestra historia reciente. No te pregunto en qué país estoy, porque sé que es España, pero está tan irreconocible…

– ¿Por qué lo dices? -inquirió con mayor asombro aún.

– Desde mi mundo hemos observado que estáis gobernados por jorobados y tullidos, moralmente hablando. En el planeta de donde procedo nos sorprenden las noticias inquietantes que os suceden.

– No os gustan las deslealtades ni los engaños…

– No se trata de que nos gusten o no; es sólo que nos asombran las incongruencias. Buscamos el conocimiento por todo el universo. ¿Cómo pueden unos analfabetos presidir una gran nación o formar parte de su Gobierno y de sus instituciones? ¿Cómo puede un Rey aceptar en silencio la destrucción del país en el que reina e incluso colaborar con sus destructores? ¿Cómo pueden sus guerreros, sus poetas y sus jueces permanecer indiferentes ante los desafueros? ¿Cómo es posible que en una nación heroica haya podido engendrar tal nidada de ventajeros y mansos?

-Buenas preguntas os hacéis en tu planeta. Veo que estáis informados…

– ¿Se trata de una brujería?

– Lo parece, es cierto, pero es una pesadilla real, por desgracia.

– Os ocurren cosas preocupantes. Cuando en mi planeta debatimos sobre ellas, permanecemos confusos viendo cómo la mayoría de los españoles se hallan inertes, enfermos de resignación y de abulia ante la catástrofe. ¿Cómo es posible?

– La mayoría se halla ajena al desastre; no sólo no se arrepiente de su decisión en las urnas -añadió él-, sino que se ufana de su elección, tiznada como está de complicidad con los corruptos.

– ¿No tenéis todos los españoles como objetivo el bien común?

– Así debiera ser, pero la realidad es tozuda. Una mitad de españoles muestra un resentimiento enfermizo e incurable hacia la otra mitad y hacia la patria.

– ¿Cómo es eso posible? ¿Entre vosotros hay gente que odia a la propia patria? No lo puedo creer… Esa baza de elegir una y otra vez a la casta política dominante, a los viejos traidores conocidos, ¿es insolidaridad premeditada?

– ¿Te sorprende?

– ¡Claro! ¿Qué ganan ellos con su rencor? Si España se va al traste, también los arrastrará a ellos el caos. ¿No es eso nesciencia?

– Rencor de unos e ignorancia de otros.

– ¿Y eso os parece bien? Quiero decir, ¿ cómo pudiendo elegir a vuestros dirigentes, escogéis entre ellos a los más defectuosos?

– No pareces entender la idiosincrasia de nuestros envidiosos y vengativos paisanos. Les parece gratificante quedarse sin uno de sus ojos si a los envidiados les arrancan los dos.

– No obstante, dejando aparte a los necios y a los resentidos, aún os quedan más españoles, y esos aceptan mansamente los hechos consumados, siendo éstos tan asiduos y abominables: engaños, deslealtades, perversiones, violencias… ¿no es eso cobardía?

– Y te olvidas de los que viven del pesebre. Es lo terrible de una sociedad clientelar y emasculada. La plebe gusta elegir a los más ladrones con la esperanza de poder robar ella también.

– ¿Acaso estáis divididos? ¿Acaso hay sectarios entre la ciudadanía?

– Siempre los ha habido, al menos desde hace dos siglos. Un sectarismo latente y enconado del que los socialcomunistas han hecho bandera y se encargan de reactivar y empujar a la violencia siempre que pueden.

Un halcón surcaba el aire, envuelto en la luz que se derramaba por el monte. El extranjero alzó la vista al espacio, que se mostraba deslumbrante en el esplendor del mediodía, y murmuró:

– En el cielo sin límites, por donde nosotros navegamos, estos rencores que anidan entre los españoles, son impensables.

– Sin duda habitáis en otro mundo. Y por si la cobardía, la estupidez y el rencor no fueran suficientes, quienes consiguen alzarse con el poder hacen de la masa cera blanda en sus manos. Cuentan para ello con el control de los medios de comunicación y de los sectores, instituciones o corporaciones dominantes en nuestra sociedad.

– Quieres decir que tenéis una información y una justicia venal y una oligarquía ladrona…

– Y criminal en su conjunto. Los que nosotros conocemos como poderes fácticos -naturales y foráneos- llevan décadas no sólo bien acomodados con el socialcomunismo, sino colaborando directamente con él y de él sirviéndose. En esa cooperación, hace tiempo pactada, todos ellos parecen encontrarse tranquilos, seguros y confiados.

– Así pues -precisó ET con gesto reflexivo-, la integración o colaboración de los poderes económicos, corporativos, militares -también extranjeros-, con el socialcomunismo es la primera condición que garantiza su continuidad.

– Y su impunidad. Las facciones de las izquierdas resentidas y sus cómplices, lo que en España compone el frentepopulismo, se han integrado en la plutocracia. Más que integración constituye una asistencia mutua. Una alianza que conocemos como Sistema.

– Algo de ese Sistema hemos oído. Es cierto que el futuro se ha vuelto muy extraño para el Occidente, sobre todo para vosotros -reconoció el forastero.

– ¿Extraño? Alarmante, diría yo.

– Sin embargo, en este modelo social implantado por la alianza entre plutócratas y marxistas, que quiebra las libertades fundamentales, en esta hora crítica, vemos con asombro y desencanto cómo andan desunidas y recelosas entre sí aquellas personas que deberían borrar, gracias a su supuesta lucidez, a esa casta política que establece el actual redil de los diputados, reemplazándola.

– Esa es otra de nuestras maldiciones de esta hora. La falta de unidad en el empeño regenerador. Entre los que, en este sentido, parecen viajar en el mismo barco hay disensiones, puntillosidades y escrúpulos inanes…

– Si os detenéis ante la hormiga y dejáis pasar al elefante, mal camino es el vuestro.

– Esa falta de unidad está a la vista. De ahí que florezcan los topos, los aprovechados y los intoxicadores a la primera oportunidad, ante el primer paso atrás.

– A nosotros, extranjeros como somos, nos sorprende que vuestros infortunios públicos se ven agravados por vuestras disputas intestinas: monárquicos, católicos, republicanos, liberales, anarquistas, sovietizadores y sovietizantes…

– Y, salvo cambio brusco de timón, así seguiremos, tal vez porque algunos anteponen su fatuo personalismo al interés común, y porque otros aún confían en el pueblo; y, sacralizándolo, consideran que, lejos de ser vulgaridad y estómago en general, es el vaso de las esencias. Y, con esa ensoñación, permanecen sentados en espera de su rebeldía

– En contra, por supuesto, de la mayoría de vuestros sabios universales, que siempre han opinado que quien construye sobre el pueblo, construye sobre el barro.

– Nunca, por ejemplo, han existido más tertulias comentando esta podrida atmósfera sociopolítica y, paradójicamente, nunca se han tomado menos decisiones para depurarla y dirigirla por el camino de la verdad. Vanas palabras, torpes, acomodaticios o falsarios análisis políticos en los mentideros al uso que acaban diluyéndose en la faramalla retórica y en la perversa intoxicación ideológica, dejándonos todos ellos un poso amargo de desesperanza e impotencia.

– Pero tampoco desenmascaráis a esos intoxicadores… Porque nosotros creemos que muchos tertulianos de derechas no son analistas patrióticos equivocados, sino minadores sectarios de diverso pelaje que tratan de pasar por patriotas, para seguir conservando o engordando sus ideologías o sus intereses personales.

– De todo hay. España, en efecto, se halla atrapada entre las imposturas de la derecha y de la izquierda. La izquierda sabe lo que quiere: la destrucción de España, y a ese objetivo se entrega con firmeza; la llamada derecha, por su parte, es una correlindes, siempre a la que caiga. Dice creer en Dios y amar a la patria, pero lo único que ama y en lo que cree es en el negocio. Ambos bandos son repugnantes, bultos de carne momia. Algunos monárquicos y católicos, por ejemplo, pueden convertirse en los mayores enemigos de la monarquía, de la Iglesia y de la patria, y no poca gente de orden se duele de que luchemos contra la LGTBI, con lo cual demuestran estar del lado del desorden.

En aquel instante se escuchó el lejano lamento de unos perros. Su trémula música parecía expresar con nitidez el dolor del mundo. Era como una llamada perdida que se deslizaba entre los chaparros con estremecido murmullo. ET permaneció en silencio unos segundos, como maravillado, atento a las notas moduladas de aquellos ladridos que acabaron rompiéndose en un alto y claro sollozo. Sólo faltaban unos minutos para el mediodía. Era una mañana de luz agobiante, ya sin brisa, sin sombras. El extraterrestre lo miró con minuciosa atención y, al fin, prosiguió:

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– Mucho habláis de democracia, pero sabemos que sin educación aristocrática ni justicia imparcial la humanidad no puede ser libre. Es decir, la democracia es imposible. Enaltecer ambas, educación y justicia, para alcanzar la verdadera libertad, debe ser el fin de todo ciudadano de ánimo noble.

– Por eso a las gentes de bien les duelen las luchas domésticas que existen entre los que debieran caminar unidos hacia el objetivo común, que no es otro que el de hacer a todos más libres y excelentes.

– No obstante, también resulta esperanzador el hecho de que en medio de tal generación haya podido alguien conservar intacta su dignidad, y una inteligencia y un corazón semejantes al de sus predecesores más ejemplares.

– Es largo de contar. Pero, en efecto, todavía entre nosotros viven gentes cuya mirada se inclina hacia la esencia de las cosas, cuyo corazón alberga dudas y certidumbres y que no acepta lo que sin ser bueno ni justo les parece conveniente a la mayoría.

– Dicho esto, ¿por qué no existe una cultura genuina española en la actualidad? ¿Por qué España no tiene nervio para oponerse a la cultura anglosajona, o calvinista, siendo esta, hoy, tan decadente, y tan insolvente y raquítica en su faceta de la credibilidad como ejemplo moral histórico? ¿Dónde radica vuestra ausencia de creatividad? ¿En la desgana? ¿En la incapacidad? ¿En la imposibilidad?

– El problema no está sólo en el decaimiento cultural de España, humillada por aquellos electores que dan su confianza a ignorantes, delincuentes y alevosos, sino en la endeblez cultural de quienes la gobiernan, además de en su hispanofobia. Y por supuesto, en el propósito de los amos, nativos y foráneos, empeñados en hacer de España una nación flébil y desguarnecida, sin identidad, y sin principios ni objetivos de progreso.

– Me entristecen tus palabras porque en mi planeta conocemos la España de otras épocas, en cuyos dominios no se ponía el sol. Días civilizadores, tiempos en los que la religiosidad la distinguía y la gloria bailaba en su honor. Y tiempos más próximos, incluso, en los que, desde la ruina absoluta, boicoteada y amenazada por el estalinismo y por las democracias occidentales, consiguió alzarse hasta el octavo lugar entre las potencias mundiales.

– Ahora, sin embargo, nos cuesta caminar por la tierra, y no digamos cruzar las grandes aguas.

– Sé lo de Gibraltar, si te refieres a eso. Ya veo que, incapaces de navegar por los océanos con poderío, como dices, seguís colonizados por piratas.

– Piratas exteriores e interiores, a quienes conviene una España vencida, dedicada a enterrar a sus muertos. Los que murieron en espeluznantes atentados y en oscuros crímenes, por ejemplo; o los que matan diariamente en los abortorios promovidos por el Estado, o a los que mató la culpable gestión que de la pandemia covidiana llevaron a cabo los responsables sanitarios y políticos. Más los cadáveres de otras tragedias posteriores.

– ¿Y qué podéis o tenéis pensado hacer cuando la maquinación y el doble juego se han convertido en un fin más que en un medio?

– Puede hacerse todo, si se quiere. Pero los tertulianos a los que antes nos referíamos, y sus mentores financieros e institucionales no lo desean, en realidad. Siguen sorprendiéndose hipócritamente de las abominaciones y prohibiciones que, mediante sus esbirros, comete el Sistema. Sorprendiéndose de que nos hallemos bajo los dictados de los poderes públicos y mediáticos. Sorprendiéndose de que el ejército, la justicia, la educación, la cultura, la corona estén corrompidas. Sorprendiéndose de que no se pueda hablar ni estudiar en español en algunas regiones de la propia España, ni leer a Platón, ni…

– ¿Prohibido Platón? ¿Por qué está prohibido? -le interrumpió.

– Porque no es buenista ni correcto, es decir, moderno; esta es la razón principal. Al Sistema las cosas antiguas, si son ejemplares, no le son útiles. La filosofía ni la poesía le son útiles. Son incorrectas.

– ¿Aunque sean bellas?

– Especialmente cuando son bellas. La belleza ejerce una atracción, y ellos no quieren que la gente se sienta atraída por cosas bellas. Quieren que les gusten las nuevas que ellos estipulan. Quieren su orden, el nuevo orden, y para ello necesitan suprimir las emociones que pueden contrariarlo. Las emociones espirituales o religiosas, sobre todo. Ellos quieren un mundo atemorizado, pero que se crea feliz y poseedor de lo que desea o que pueda obtenerlo. Que no haya tradiciones, ni padres, ni madres, ni esposas, ni maridos, ni hijos, ni pasiones excesivas que estorben. Nada de amor, por ejemplo; sexo, sí, por supuesto, y desviado y depravado. Quieren que vivamos en un mundo en el que la lealtad familiar se desconozca. Quieren individuos condicionados de manera que apenas puedan obrar de otro modo que como deben obrar, al amparo de papá Estado. Y si a pesar de todo algo marcha mal, siempre queda el subsidio -el soma con el que premian a los ablandabrevas– que dicho Estado les facilita. Estas gentes han enseñado a engañar temiendo ser engañados; y con su sospecha, autorizan a los demás el derecho a sus infidelidades.

– Sin embargo, Platón es bueno, el Quijote es bueno, leer a los clásicos, a los humanistas, a Shakespeare, a los grandes filósofos, poetas y pensadores, a los maestros rusos y occidentales, al siglo de oro español, a la filosofía oriental, es bueno…

– Claro que sí -convino-. Pero ése es el precio que quieren que paguemos por la estabilidad que nos prometen en sus agendas. Hay que elegir entre la felicidad que nos ofrecen y el ostracismo o la muerte. Ellos han sacrificado los valores antiguos, la excelencia, y en su lugar han puesto los espectáculos frívolos e insípidos, el arte, la literatura y la música entontecedora de sus televisiones. Como te he dicho antes, no quieren seres humanos capaces de emocionarse profundamente, sino hombres y mujeres alienados. No desean cambios que no puedan controlar. Todo cambio constituye una amenaza para la estabilidad. Esta es otra razón por la cual son tan remisos en aplicar nuevos inventos si no son ellos sus verificadores. Todo descubrimiento de las ciencias puras es potencialmente subversivo, por eso quieren inspeccionar y dirigir su uso. Tanto la ciencia, como la técnica, la literatura, el arte o la religión las han hecho suyas. Son sus dueños.

– Pero la búsqueda y el conocimiento de Dios son esenciales, ¿por qué no permitírselo a los demás? -preguntó ET, entre la indignación y el estupor-. ¿Por qué no dejar leer estos libros que tratan de Dios y del espíritu?

– Porque tratan del Dios de hace muchos siglos, no del Dios de ahora.

– Pero Dios no cambia.

– Los hombres sí. Ellos se encargan de cambiarnos. Y de cambiar a Dios por los nuevos dioses.

ET se desplazaba brevemente de vez en cuando, parecía andar sobre una alfombra de cristales rotos y sus botas crujían sobre los pedazos de vidrio. El sol de julio sobre sus cabezas parecía el soplo de una inmensa explosión. Le pidió que caminara junto a él, dirigiéndose al objeto volador. Entró en él y al cabo apareció esgrimiendo, más que sosteniendo, un libro. Lo abrió por una página concreta y empezó a leer: «No nos hicimos a nosotros mismos, no podemos ser superiores de nosotros mismos. No somos nuestros propios dueños. Somos propiedad de Dios. ¿No consiste nuestra felicidad en ver así las cosas? ¿Existe alguna felicidad o algún consuelo en creer que somos nosotros?».

Dudó en seguir leyendo. Finalmente cerró el libro y estuvo unos instantes observándolo, como solicitando su opinión. Él, por su parte, pensó: «Y si fuera un ángel y lo hubieran enviado los cielos?».

– Conozco la cita -dijo, al fin, no sin cierta confusión-, aparece en Un mundo feliz, de Huxley. Hoy día los poderosos, dueños como hemos dicho antes de la ciencia y de la técnica, piensan así. Creen que es una gran cosa hacerlo todo según su gusto y voluntad, sin depender de nadie, sin tener que pensar en nada invisible, sin el fastidio de reconocer a la Divinidad, ni referir continuamente todo lo que hacen a la voluntad de otro, un ser superior. Pero el tiempo los pondrá en su sitio y descubrirán que la independencia, dentro de la armonía de la creación, no fue hecha para el hombre, que puede sostenerse por un momento, pero no puede llevarle a salvo hasta el fin.

Como ET, sin hablar, parecía estar de acuerdo con aquellas palabras, prosiguió:

– Quienes aspiren a merecer su libertad, han de sacudir su pesado sueño, ese ocio perezoso que de libres los convierte en esclavos. Pero no pueden reducirse a una exigua minoría, como ocurre ahora. Y no facilita la solución el hecho de que ninguna autoridad se decida a denunciar la evidencia. Así, si no se regeneran la Educación y la Justicia, como mínimo, no habrá solución.

– Una minoría de españoles queréis dicha solución. Gentes dispuestas a defender su propia dignidad y la de su afligida patria en estas horas trágicas. Entre los españoles, en parte de ellos, al menos, siempre ha descollado la hidalguía, el amor propio y el afán de identidad e independencia, y son conocedores de la fe, del amor, del esfuerzo y del ingenio, y no consienten, sea cual fuere la causa, ver subyugada su tierra. Y además tenéis la posibilidad de nuevas elecciones; y tenéis a VOX.

– ¿Elecciones? ¿Para qué? -se agitó él-. Sin mejorar la base electoral y con unos procesos electorales bajo sospecha, la regeneración es imposible. Y en cuanto a VOX, tal vez no esté a la altura del enérgico impulso regenerador que necesita España. No acaba de clarificar su postura de cara a dicho resurgimiento. La política exterior, Gibraltar, la guerra de Ucrania, la defensa de nuestra neutralidad, la sanidad, la justicia, la Constitución, la monarquía… son varios los temas en los que no se está pronunciando con la claridad ni la dirección convenientes.

– ¡Vaya, eso no lo esperábamos! No es una buena noticia…

– Lo malo es que el tiempo corre en su contra y en la nuestra. Si no se decanta pronto y con firmeza en esos y en otros asuntos, retornaríamos a los años precedentes, cuando aún no existía y el parlamento en su totalidad era un nuevo patio de Monipodio, sin ninguna voz reprobadora. Y habríamos perdido un tiempo crucial e irrecuperable.

– ¿No existe una mínima esperanza?

– Siempre queda la esperanza, aunque ahora abundan las malevolencias. Y son tantas que envuelven en incertidumbre a esa esperanza a la que aludes.

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– Oyendo tus razonamientos, entiendo que vuestra sociedad está tan enferma del cuerpo como del alma…

– Salvo casos extremos, las enfermedades del cuerpo, bien cuidadas, no tardan en desaparecer. Más difícil es reparar las taras del alma. Es preciso en tales casos que intervenga la Naturaleza para reparar lo averiado y si no lo hace, como es probable a corto plazo, nuestro futuro, ciertamente, es comprometido. Habría que acudir a las instituciones, sobre todo a la Justicia y a las autoridades militares, pero ¿ cómo confiar hoy en ambas?

– Vuestro declive no sólo es por falta de leyes justas y por desconocimiento de los principios. La decadencia de vuestra nación proviene, sobre todo, de los malos preceptores que han tenido los jóvenes. Enseñantes antiespañoles o siervos de una antiespaña tergiversadora de la verdad histórica y de la verdad en sí misma. Por eso las últimas generaciones lo ignoran todo del buen discernimiento, pues tanto sus maestros como las autoridades que deberían dar ejemplo, al fabricar imposturas permanentes les han empujado hacia la ignorancia y, por consiguiente, hacia su actual desinformación e inconsciencia. Y es a esto a lo que tenéis que poner remedio, porque estos jóvenes y menos jóvenes ya son la España de hoy y serán la España del mañana y entonces, en lugar de asistir a un renacimiento viviréis en la continuidad del mal.

– Así es, por desgracia. Tus palabras son reveladoras de nuestro presente.

– Pero te diré más, España tiene en su interior una amalgama de sentimientos: desilusión, añoranza, indiferencia… ¡y miedo! Y el miedo es un sentimiento innoble. Los espíritus libres han de esforzarse en encontrar nuevos educadores y nuevos jueces, para imponer a los corruptos la justicia; y la educación y la inteligencia a los imbéciles.

– En eso estamos. Pero para hacer lo que dices, se requiere mucho tiempo.

– Mañana es tarde -replicó escuetamente-. Por cierto, ¿cuál es la postura del Rey en esta situación que tanto se alarga? Porque no es de rey proponer para el gobierno a los corruptos, ni firmar decretos nefastos para el reino.

– El Rey ha perdido la cabeza. No sabemos si por complicidad con el Sistema, por pusilanimidad o por estulticia… o por todo a la vez, que es lo más probable. Los reyes, que antaño fueron señores de España, hoy no tienen ni una almena que puedan decir que es suya. Me refiero a poderes simbólicos dentro de su reino, a autoritas, no a sus capitales privados que, según se dice del emérito, abundan en diversos paraísos fiscales. La Corona, que debería ser la institución más ejemplar, también ha sido desleal en esta hora y si la confusión y el desafuero persisten, acabará, sin honor y sin amigo, deshonrada y desterrada.

ET suspiró honda y tiernamente. Como lo hacen los bebedores ante los vasos vacíos. Daba la sensación de que su visita estaba a punto de concluir. Dirigió con aire triste una conmovida mirada alrededor y dijo:

– Otra cosa que deberéis hacer de inmediato es desenmascarar el lenguaje farsante de los liberticidas; que el pan se llame «pan» y el vino, «vino». No como ahora, que permitís que al demócrata le llamen facha y al frentepopulista, demócrata. No tendréis libertad mientras en vuestros mentideros y tribunas, en vuestros medios de comunicación, los juiciosos y los honrados sean el hazmerreír de la nación, en tanto que los traidores y codiciosos os expolian libertad y graneros.

– Malos tiempos los nuestros…

– En vosotros está hacerlos buenos. Ni esperéis ayuda del cielo ni menospreciéis la capacidad crítica de vuestra sociedad. Es cierto que existe en ella una atonía y un cinismo hedonista, pero cuando funcionan mecanismos de apuesta concreta por una opción, da respaldos insospechados. La rebeldía de las banderas o la mostrada en la calle Ferraz creo que son una muestra, aunque finalmente estéril.

– Esa rebeldía duró poco. Siempre hay alguien interesado, en ambos bandos, para que el pueblo no despierte. La propaganda y la violencia de los delincuentes acaba sofocando los esfuerzos de quienes más estudian y trabajan. Se empeñan en convencer subliminalmente a las masas de que la virtud es algo devaluado y anacrónico y, por ello, prescindible. De ese modo han convertido a la convivencia democrática en una comedia. En una ineptocracia, en realidad.

– Ineptocracia… -repitió ET, con gesto de interés-. Conozco el término -siguió-, lo acuñó el filósofo y escritor francés Jean d’Ormesson. Es el sistema de gobierno en el que los menos preparados para producir y los menos preparados para procurarse su sustento son regalados con bienes y servicios pagados con los impuestos confiscatorios sobre el trabajo y riqueza de unos productores en número decreciente, y todo ello promovido por una izquierda populista y demagoga que predica teorías que sabe que han fracasado allí donde se han aplicado, a unas personas que sabe que son idiotas.

– Ese, en efecto, es el régimen político que tenemos.

– ¿Y la Iglesia? -inquirió de improviso ET alzando la voz-. ¿Qué ha hecho de esos mártires de rostros bellos y sobrenaturales, imágenes de vírgenes y santos que fecundaban las creencias y aspiraciones de los fieles?

– Esas figuras ideales y heroicas ahora sólo expresan -por culpa de gran parte de la jerarquía eclesiástica- que aquí abajo no hay esperanza posible, puesto que su Dios ha sido crucificado por tratar de hacer reinar un poco de justicia sobre la tierra.

– Pero Dios es una idea innata. El espíritu divino, como escribió Dante, en su Comedia, aunque se oculte en su propia luz, nos señala el camino de la ascensión sin que se lo preguntemos.

– Las jerarquías de la Iglesia actual no parecen estar mayoritariamente en esas disquisiciones. Su astucia consiste en dar por bueno el descrédito del pensamiento emancipador de la izquierda aliada a los plutócratas del nuevo orden, aun habiendo demostrado su incapacidad ante toda expectativa espiritual o moral. Para sobrevivir en estos tiempos, la institución eclesiástica no se enfrenta a las carencias de la modernidad. Si la sociedad capitalista vinculada al socialcomunismo conduce a la anomía, a la desesperación, al desarraigo, la respuesta no pasa por transformar las falsas estructuras, ni por reconocer que todo el proyecto del nuevo orden está equivocado al desnaturalizar al ser humano y olvidarse de Dios, sino en mirar para otro lado o añadirse directamente a la coalición. Y, así, poniendo una vela a Dios y otra al diablo, esperar a que escampe. O a que por inercia surjan los nuevos caminos del futuro.

– ¿Aunque ese olvido conduzca al relativismo, a la indiferencia y al pragmatismo?

– Eso es lo de menos. Para la Iglesia todas las tendencias temporales son pasajeras y se halla por encima de ellas, pues su fin es la permanencia a cualquier coste.

– Una postura cínica. Debería reclamar para sí la fundamentación de la moral, tal como históricamente se ha supuesto.

– Siempre se han manifestado como los auténticos guardianes de la devoción, aunque -como dice Erasmo en su Elogio de la locura– a veces la guardan tan cuidadosamente que es imposible topar con ella.

– Que es el caso actual…

ET, aquel cuerpo metálico de apariencia humana, se había ensimismado, la cabeza inclinada, a vueltas -era de suponer- con sus pensamientos. Al contemplarlo, dudó si había llegado alguna hora peligrosa, o si debía marcharse de puntillas sin que lo advirtiera, pero el monte de coscojas no era lo suficientemente espeso para ocultarlo. Por otro lado, le estaba agradecido. Parecía solidarizarse con la libertad de España. Justamente entonces, con voz extraña, volvió a hablar, como para sí:

– La historia de la civilización occidental tiene un sentido cristocéntrico. Cristo lo es todo antes y después de su encarnación. Antes, todos los hechos se relacionaban con él como algo venidero, y las hazañas se reducían a ser meras profecías de su presencia carnal; después, en mirada retrospectiva, se mide todo por su influencia avasalladora en el mundo. Y Cristo sigue actuando en la historia y siendo el eje de la misma. Y es esto y sólo esto lo que la mafia globalista está decidida a cercenar de raíz.

Oyendo aquellas palabras, él no pudo evitar un deslumbramiento, pero antes de poder reaccionar, ET comentó con expresión sombría:

– En la Escritura, se lee: «Maldito todo aquel que pone su esperanza en el hombre». -Y tras hacer una pausa, añadió por su cuenta-: «anteponiéndolo a Dios u olvidándose de Él».

Sin duda se refería a las oligarquías financieras, al capitalismo fundamentalista, algunos de cuyos individuos han decidido convertirse en demiurgos contemporáneos, creyéndose capaces de transformar el mundo a su capricho y medida. Luego, entornando los ojos y como despidiéndose, inquirió de repente:

– ¿Cuál es el futuro de España?

– España será siempre España si conseguimos librarnos de la mentira -se atrevió él a responder-. El que quiere, siempre puede.

– Yo te saludo -respondió ET con amistosa brusquedad, a modo de colofón-, y en ti saludo a los españoles libres. Ante el incierto futuro que os espera, os deseo no sólo la salud del cuerpo, también la salud del alma. -Y, enigmáticamente, con desconcertante solemnidad, acercándose a él, recitó un versículo de la Comedia dantesca-: «El vaso que rompió la serpiente fue y ya no es. Pero piense el culpable que la venganza de Dios no se burla con sortilegios».

Fue todo lo que dijo. Él, por su parte, no pudo recordar lo que sucedió en aquel momento. Hacía un calor infernal y el sol refulgía con esplendor desconocido. Cuando estuvieron ante el umbral de aquel objeto de plata, antes de desaparecer en la oscuridad de su interior, ET le estrechó la mano diciendo:

– Hasta siempre.

– Hasta siempre -le respondió.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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