21/11/2024 12:21
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Muy apreciado y respetado Álvaro Romero. En primer lugar, agradecer la deferencia que muestras a mi persona, y agradecer, sabes que te lo he comunicado en otras ocasiones, la publicación de mis colaboraciones, o lo que es lo mismo, el poder publicar lo que pienso y siento en la magnífica publicación digital de la que eres uno de los responsables. Y, en segundo lugar, dejar pública constancia que tus consideraciones (15/5/2023) a mis dos colaboraciones (13 y 15 /5/2023), en modo alguno me han agraviado, por lo que de ningún modo debes entender esta respuesta como un derecho a réplica.

    Respecto a tus consideraciones sobre la lidia, la tauromaquia o los toros, destacar tu conocimiento de todo lo que se refiere a la lidia y al toro, que es parte de la naturaleza de la tauromaquia. Yo mismo me crie en esa “sabiduría”. En este sentido decir, que mi en mi familia hubo gran afición por los toros.

    Por supuesto que estoy en contra de todo maltrato animal, sea el que sea. Jamás he pescado, compro huevos de gallinas criadas en el campo y, habiendo tenido y teniendo oportunidad de ir a monterías, jamás se me ha ocurrido ocupar un puesto y esperar pacientemente al venado o al guarro mientras echo unos tragos de la petaca. Nunca ha sido lo mío. Más aún, pesa en mi conciencia, y lo hará siempre, haber matado a un gorrión con aquella escopeta de perdigones que me trajeron los Reyes Magos cuando tenía 10 años.

    La naturalidad con la que algunos veis este espectáculo macabro, muy estimado Álvaro, es ya, por sí misma, una forma de agresión, que es, entiendo, por lo que surge la necesidad de explicar la lidia, en torno a la cual se ha creado toda una leyenda, sin cuyo relato, que es, por otra parte, la parte más importante de la naturaleza del toreo, no tendría esa épica ni esa gloria que algunos veis. Y ese relato es todo lo que se ha imaginado, especulado y elucubrado sobre la lidia y el toro, aporte sin el cual se evidencia un espectáculo macabro que contraviene la ética más elemental. Así lo entiendo, creo y siento.

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    Respecto al tema de Carlos García Juliá, te comento que me trae recuerdos pasados. Aquella “matanza” sin mayor sentido, ocurrió estando yo estudiando Derecho, y me impactó sobremanera. Aquellas personas no tenían mayor significación política, y puestos a ver las cosas con la mirada de hoy, que también es una forma de mirar, puede que hoy alguno estuviera en nuestras posiciones, que casos más extraños conocemos… Pongamos los casos del exterrorista del GRAPO Pío Moa o el del dirigente del PCE Ramón Tamames, por poner los más conocidos.

    No, no se puede trivializar la muerte de nadie. Es ignominioso. No se puede decir que “como he pagado y he pedido perdón”, puedo permitirme mostrarme en público como si no hubiera hecho nada, en lugar de llevar una vida digna en el anonimato, para no seguir ofendiendo.

    Por supuesto, y lo he dicho en varias ocasiones, que la diferencia entre los asesinos de Atocha y los de ETA es abismal. Por supuesto que sí. Y por supuesto que también podríamos encontrar en los de Atocha causas que pudieran actuar de atenuantes. Pero atenuar un hecho no lo borra. Y desde luego, no lo exime. Y esto se debería ver muy claramente. Quitar la vida es borrar de la faz de la tierra a un ser único e irrepetible, un ser al que se le privan de sus sueños, de su proyecto de vida y del perdón que pudiera necesitar cuando le llegase la muerte de forma natural. Aparte del dolor que se infringe a los suyos, que muchos no logran superar nunca.

    Por eso también estuve en contra del GAL, y de aquel individuo tan alabado del que se omiten muchas cosas, que fue el coronel (ascendido a general por los servicios prestados al PSOE) Enrique Rodríguez Galindo, porque siempre estuve,  como lo sigo estando, a favor de que a los asesinos de ETA se les procesará como se hacía en el Régimen que acaudilló Franco, con todas las garantías procesales, y si se demostraba su culpabilidad del o de los crímenes por los que eran juzgados, se le condenara a la pena de muerte.

    Pero hablar de una cosa, en modo alguno quiere decir que disculpes la otra.

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    He llevado a mucha gala que a lo largo de mi vida se me confundiera de ser de izquierdas por estar a favor de la justicia social, contra el capitalismo en cualquiera de sus formas y siempre a favor de quien sufre la historia… Patria, Pan, Justicia. Y de la misma forma de ser tachado de señorito o simplemente facha, por creer y defender los valores de Dios, la Patria y la Justicia.

    No se trata, como algunos creen, “de dar una de cal y otra de arena”, aunque ambas paladas sean necesarias para construir, sino de tener presente lo que dijo el poeta, que “no hay mayor pecado, que no seguir al abanderado”. Y algo más, siempre he tenido presente aquello que dijo José Antonio en el Teatro de la Comedia: “Por eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento (nosotros no recatamos ninguna verdad), el socialismo. Los obreros tuvieron que defenderse contra aquel sistema, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa…” Que no sólo es ser justos, sino sacudirse todo sectarismo.

    Dicho esto, recibe un abrazo cordial, Pablo Gasco de la Rocha

P.D. Álvaro, sin ánimo de importunar, te agradecería que, si conoces a ese tal Proby, le digas que se haría un favor si se dejara de esconder en ese ridículo nombrecito, que jamás he fumado “porros” y que, al margen de ser un impertinente, es, sobre todo, un macarra.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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Proby

«Destacar tu conocimiento…»
Por favor, don Pablo, se lo suplico: deje ya el tarzanismo.
Lo correcto es decir Quiero destacar tu conocimiento… / Destaco tu conocimiento… / Debo destacar tu conocimiento…
¡Qué manía!

Proby

«El dolor que se infringe a los suyos.»
¡¡¡ Es inflige, no infringe !!!

Proby

Sr. Gasco, mi «nombrecito», como dice usted, no es ridículo. Es el apellido de un cantante estadounidense de los años 60, del que usted, seguramente, no habrá oído hablar. Y lo utilizo porque estoy en mi derecho y porque me da la gana.

Ni soy impertinente ni soy un macarra. Lo de los «porros» lo dije en plan humorístico, como podría haber dicho «¿cuántas copas se ha tomado?», pero ya veo que usted no tiene sentido del humor.

Sus opiniones sobre la fiesta de los toros, aparte de que me parecen deleznables, no vienen a cuento en un medio como éste. Además, las corridas de toros no van a desaparecer porque usted lo diga.

Es una pena que usted, que en otras cosas ha demostrado ser muy inteligente, se porte a veces como un perfecto imbécil.

Daniel Antonio Jaimen Navarrete

El artículo adolece de una desorganización y falta de hilo y coherencia textual. En cuanto a las ideas mismas que hubiere, el autor carece de una teoría moral y se enroca y encasquilla en cuatro ideitas muy sencillitas sobre qué sería moral. Estas ideas revelan 1) su falta de formación filosófica, 2) su sentimentalismo cristalizado o gelatinizado y 3) una falta total de introspección sobre los motivos que le llevan a sentir y, digamos, pensar como lo hace. Eso sí, no está solo. Son posiciones o deposiciones populares. Por si le hace sentirse mejor.

La cuestión moral se debe abordar como una cuestión de fines superiores y los valores que éstos sirven. El sacrificio está en la base de toda religión conocida por el hombre y supone un reconocimiento práctico de que los bienes terrenales, incluyendo la misma existencia terrenal, debe ser entregada parcial y quizá cíclicamente en reconocimiento a dioses y fuerzas sobrenaturales. Afortunadamente, como parte de una evolución general, el sacrificio humano dio paso al sacrificio incruento de la santa misa y la eucaristía. También el sacrificio supersticioso de animales para diosecillos varios ha ido quedando atrás.

En el caso del noble hinduismo, en el Bhagavad Gita, vemos como el héroe, Arjuna, es aconsejado por Krishna para que acometa su dharma y transcienda la ilusión del mundo de las apariencias físicas con todo el apego emocional que conlleva.

La incapacidad del hombre hoy para percibir el mundo invisible de ultratumba es lo que le lleva a temer a la muerte y, por pura proyección psicológica, a ver la muerte del animal como si fuera propia.

La tauromaquia es especial. La vida del toro no vale tanto como la comprensión y la realización final de una divinización o sublimación por parte de la bestia. Es diferente de la vida humana porque el valor de ésta reside en la tarea de perfeccionamiento, elevación y solución de la tragedia de cada día. Matar a una persona, en principio, en contraste, es privarle de la misión que tenía encomendada en esta tierra. Hay que hacer notar que, sin la idea de reencarnación, no se entiende o se interpreta bien proposiciones tales como que todos estamos llamados a la santidad o la idea misma de salvación eterna. Mejor moksha o nirvana.

Jose Garcia

Lo que le ocurre al Señor Gasco es que ha perdido toda relacion con lo natural y con lo rural.Se ha aburguesado.
Yo no quiero ser belga, ni ingles y vivir en una prision rodeada de agua bastante guarra por cierto, ni gabacho a pesar de que muchos de ellos adoren la fiesta nacional….
Vd ha perdido la perspectiva de que la naturaleza es dura y a veces durisima.Y el hombre quiera vd o no es parte de ella.

CHUS

Hay que ser capullo para no condenar los 15 descabellos seguidos de Morante, menudos aficionados de pacotilla. vivan los toros sin maltrato, tres intentos y si no doblan a los corrales, YA ESTA BIEN. LECHE.

Proby

Oiga, más respeto. De capullos no tenemos nada.
Utilizar un desafortunado hecho aislado (o «puntual», como dicen los cursis) cuando precisamente de lo que se trata es de defender la perseguida fiesta de los toros no conduce a nada bueno y le da argumentos al adversario.

Última edición: 1 año hace por Proby
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