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Martin Neil es profesor en la prestigiosa Escuela de Ingeniería Electrónica y Eléctrica y Ciencias de la Computación Queen Mary, Universidad de Londres, Reino Unido. En septiembre de 2020, el profesor Neil recibió algunos correos electrónicos anónimos que proporcionaban pruebas completamente contundentes de que las inespecíficas pruebas PCR covidicias nunca fueron precisas o adecuadas para su propósito. «Algunas de las secuencias [de prueba] se encuentran en el genoma humano mismo», señalaban los citados correos electrónicos”. Sic.
Jamás hubo un virus novedoso y mortal
Lo que algunos llevamos explicando desde el inicio de la calandraca pangolínica. Falsos positivos de personas perfectísimamente sanas, por ejemplo. O el escándalo del desorejado incremento de ciclos para encontrar «lo que fuese». PCR (y otros «test diagnósticos») mamarracho utensilio de amplificación de muestras reconvertido en oráculo para “justificar” burdamente la tiranía sanitaria. PCR, robo y manipulación del ADN humano, genocida arma biológica y destrozo de la salud. Ains,los asintomáticos.
La mayúscula estafa de Christian Drosten, pues. Tal delincuente «científico» – ni él ni nadie – jamás aisló ni secuenció ni tuvo acceso al fantasmático “virus”. Drosten y el genoma completo del espectral «virus» SARS-CoV-2 (presuntamente desencadenante de la denominada covid-19) para seleccionar sus secuencias de cebadores, pavoroso enigma. En cambio, sí descargó la secuencia/constructo informático de ARN del virus de una base de datos china. Jamás pandemia, obvio, solo pandemia de pruebas «diagnósticas» absolutamente fraudulentas, falsario pretexto “científico” para apuntalar una dictadura mundial.
En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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