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El sacerdote Enrique de Castro, conocido popularmente como el ‘cura rojo’ y como ‘el cura de los pobres’ por su lucha contra la pobreza y por su trabajo con las personas marginadas desde la parroquia de San Carlos Borromeo, en Vallecas, ha fallecido este miércoles 15 de febrero, según han informado a Europa Press fuentes de su entorno directo.
El sacerdote ha fallecido en el Hospital Virgen de la Torre de la Villa de Vallecas, a la edad de 80 años como consecuencia de un cáncer. En 2007, De Castro famoso por su enfrentamiento con el arzobispo de Madrid, Rouco Varela, que exigió el cierre de la parroquia de San Carlos Borromeo por no ajustar sus prácticas a la liturgia de la Iglesia. Los curas de la parroquia vallecana no solo acogían en su casa -y entre los bancos de la iglesia si era necesario- a expresidiarios, drogodependientes, inmigrantes o chavales de la calle, sino que también daban misa vestidos con ropa de diario y en formato asambleario, aceptaban a fieles de cualquier religión y repartían rosquillas en vez de obleas en el momento de la comunión.
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Que el fuego eterno le sea leve. D.E.P.
Pues nada
Adios muy buenas y que invite a rosquillas a su colega Pedro Botero
Amén.
No es para tanto. Deje que sea Dios quien juzgue y salve o no y no instrumentalice la religión para expresar su animadversión hacia el disidente porque éste, errado o no, demuestra tener la valentía y la personalidad para serlo.
Este hombre estaría, tal vez, en algún aspecto concreto, desviado de la ortodoxia doctrinal o de la litúrgica pero eso no es nada comparado con el sacrilegio a gran escala de una iglesia que no denuncia los transgénicos en los cereales y, en particular, en el trigo. En un trigo transgénico -diabólico- no puede darse la transubstanciación. La alimentación diaria del pueblo también es una forma de comunión y tiene un efecto teúrgico o lo contrario dependiendo de la calidad de ese alimento y de como sea reconocido por su consumidor en su conciencia y reflexión. En general, la iglesia católica va perdiendo, cada vez más, más poderes sobrenaturales y sus sacramentos son cada vez menos efectivos a causa de diversos errores y de la pérdida de la tradición sapiencial y esotérica. No hay más que ver a Cerdoglio, esbirro de la farmafia judeosatánica al frente de ella en esta apocalíptica hora. Sólo cabe esperar que, en los próximos años, una nueva re-revelación y una nueva forma de religión eterna la relegue al periodo histórico al que pertenece y le agradezca los servicios prestados.
LOA A ENRIQUIN EL RETORICO COMILLENSE COMPAÑERO MIO
EL CURA ROJO ERA AMIGO Y COMPAÑERO MÍO
Enrique CASTRO BERMUDEZ RIP ERA EN MI AMIGO EN AQUELLOS TIEMPOS DE MI ADOLESCENCIA EN COMILLAS
Acaba de fallecer a los 80 de un cáncer por el tabaco el cura rojo de Entrevías, era aquel amigo y valedor en el seminario de Comillas cuando mis padres que eran pobres no podían pagar la mesada ni comprarme otra sotana pues había crecido y la que vestía me quedaba corta.
Todos se reían de mí, yo era aquel adolescente muy bueno en latines pero un cero patatero en matemáticas y en física y química que nos daba el padre Rábago, aquel jesuita santanderino que ofició como traductor en el encuentro de Franco con Eisenhower.
El prefecto de los retóricos un vasco con muy mala leche un tal Eguillor me cogió ojeriza desde el principio, me mandó al pelotón de los torpes, no despreciaba ocasión para humillarme en público. Me dijo una frase que aun me está hiriendo y contra la cual me he rebelado toda mi vida:
──Tú no vales para Comillas, Careces de nivel, nunca serás nada.
Se me cayeron los palos del sombrajo y yo que quería ser obispo…
Sin embargo, Enrique Castro que era de un curso superior vino a pedirme disculpas y consolarme al verme llorar por los pasillos.
Siempre le estaré agradecido al cura rojo, el amigo de los pobres y marginados, el contestario el que se las tuvo tiesas con el nefasto cardenal Rouco. y en su óbito me acuerdo del titulo de una novela de Cebron los santos van al infierno.
Seguramente que a estas horas el padre Enrique el que se quitó la sotana y daba rosquillas y vino en la eucaristía está ahora gozando de la gloria del Padre.
Formando parte del cupo de los elegidos del cupo de los justos de Israel.
El verano de 1959 fue traumático en mi vida. Yo despuntaba en el seminario de Segovia como latinista y era un adolescente piadoso.
El rector don Julián García Hernando de feliz memoria le dijo a mi padre que yo tenía madera de obispo que me mandaran a Comillas el seminario de elite. Eché la instancia y fui aceptado.
Le llevé la carta a mi padre que entonces estaba en el campamento de Robledo instruyendo a los de la IPS y a los quintos y me dijo: Comillas es más caro que el seminario de Segovia, no tenemos beca, pero haremos un sacrificio.
Vino mi tía Dominica del pueblo y ayudó a mi madre a preparar el ajuar. Todas mis prendas habían de llevar bordado un número, recuerdo ese número: 288 no se me olvidará nunca.
Lleno de ilusión la noche del uno de octubre tomamos el Correo de Santander tren nocturno que llegaría al amanecer a Torrelavega, yo con mi cofre, el rosario en la chaqueta, el pelo al cero y toda una vida por delante, quería ser obispo.
En la estación de Medina del Campo subieron todos los aspirantes de Zamora, Ávila, Palencia y Valladolid. Entre los de Valladolid se encontraba Enrique.
Había venido a despedirle su padre un coronel de Aviación que mandaba la base de Villanubla y unas hermanas muy guapas.
Enrique amable dicharachero y hasta diríase que guapo con una gafas sin montura y hablando un poco pijo causaba impresión por su afabilidad y simpatía.
Ya se veía que era un líder y yo estaba un poco atemorizado porque mi padre no era más que un pobre sargento de artillería y entre los vascos que se agregaron en Venta de Baños se encontraban hijos de poderosos industriales y empresarios vizcaínos. Temí no estar altura.
Enrique Castro nos divertía contándonos las aventuras de aquel verano. Recuerdo los nombres de José Manuel Roque de Miguel y un tal Vaquerizo que debió de ser el padre de ese famoso que anda en lenguas por las redes sociales un si es no es de los que pierden aceite.
Aquel largo viaje en el correo de Santander no lo olvidaré jamás.
Por primera vez vi el mar y olí el perfume de la hierba y de los pastizales cántabros tan diferentes de los barbechos castellanos.
En Torrelavega nos aguardaban dos maestrillos gallegos. Uno era el padre Cavada que nos ayudó a cargar nuestros baúles en una camioneta, yo aferrado a mi baúl y aferrado al rosario que llevaba en el bolso de mi chaqueta de pana. Tuve una expresión mayestática al subir la Cardosa la cuesta que bordea el seminario entre rosales y tamarindos. Fue una sensación mágica.
Allí me encontré a un vasco que se llamaba a Aramburo me enseñó todas las galerías y dependencias del enorme caserón.
Fuimos a saludar al padre Mayor que era el encargado de la clase de Griego para los Retóricos, me produjo una sensación de humildad aquel sabio helenista que conocía todos los intríngulis de la lengua de Homero y que el día de San Juan Crisóstomo escogía a uno de sus alumnos más destacados para pronunciar una de las filípicas de Desmóstenos desde el pupito a la hora del desayuno. Aramburu creo que fue uno de los dos de mi curso que llegó a cantar misa, el otro fue Antonio Pelayo famoso periodista del YA y corresponsal de la Cope en el Vaticano.
Sin embargo, he de confesar que fuimos los últimos de Filipinas. Con nosotros empezó la desbandada. Los seminarios vacíos que fue el tema de mi libro.
El Concilio vació los seminarios y todos colgaron la sotana. Aquel año en Comillas me marcó, acentuó mi rebeldía contra ciertas malas praxis del nacional catolicismo, la obsesión sexual que pudo convertirse en verdadera tortura, el “streaming” promocionar a los que valen y a los hijos de los ricos. Sobre todo a los vascos.
Ahora entiendo la frase de por qué ETA nació en un seminario.
La condena de Eguillor sobre mis capacidades con aquella crueldad din miramientos en los que son verdaderos artífices los jesuitas me hizo contestario. Comillas fue para mí la forja de un rebelde.
Lo cual no es óbice que sintiera admiración y recuerde con cariño a otros jesuitas como el padre Martino, el padre Heras el maestrillo que me venia a avisar a las tres de la madrugada para que me levantara al baño. Yo padecía enuresis, y me meaba en la cama, se dispararon mis complejos de inferioridad.
En el pelotón de los torpes estaba Juan Bedoya que también llegó lejos en el periodismo.
Fue corresponsal religioso del país y por lo que a mí respecta que se chinche Eguillor alcancé el summum del periodismo: las corresponsalías de Washington y Londres.
Nos juntábamos a leer la Colmena de Cela frente al mar sentados en un desmonte de Peña Castillo y por las tardes cantábamos la Salve en el Stella Maris.
A Enrique de Castro Bermúdez no volví a verlo hasta los años 90, estaba muy cambiado, no era aquel adolescente guaperas y dicharachero de Comillas sino un señor con la mirada doliente, sus ojos habían penetrado en la realidad española, yo le dije que recordaba con cariño aquellas misas en latín y aquellas salves en el Stella Maris, hizo un mohín, pero inmerso en su caridad no quiso reprobar mi actitud algo carca en dicho instante.
Torció el gesto y se despidió. Pienso que la iglesia es multifaria y el rostro de Cristo tiene muchos ángulos de visión innumerables facetas.
Los escolásticos los denominan “suum cuique” y yo estoy por una iglesia donde la liturgia y la tradición son el baluarte.
Por eso sigo entusiasmado a los rusos que conservan eso que nosotros hemos perdido la fe prístina sin aditamentos. Estoy en las antípodas de los postulados de Enrique pero los dos vamos a lo mismo.
Fuimos amigos, La secularización tiene sus peligros, pero soy amigo de los musulmanes repruebo la crueldad católica ya fustigada por Francisco de Quevedo y trato de hacerme ingenuo como un niño.
Aquel niño que fui en Comillas maltratado y lanzado a las tinieblas exteriores por los Eguillores de turno, los intolerantes, los montanos que quieren una iglesia a su medida solo para santitos, no la iglesia no puede convertirse en un problema de bragueta.
Esa es gasolina con la cual quieren incendiar a la iglesia sus enemigos. Es caridad, es quietud, es oposición a los poderes facticos.
Enrique de Castro Bermúdez hizo de su vida la regla de oro de San Agustín; ama et fac quod vis, ama y haz lo que te pete. Por eso fue un gran cura un cura de mi generación la del 68.
No es verdad, Cebron, los santos ya no van al infierno, Van al cielo de cabeza,
Descanse en paz, Dios lo tenga en su reino.
15 febrero 2023
Vade retro, Satanás. (Por tu boca habla el Gran Corruptor).
«No es tolerante quien no tolera la intolerancia» (Balmes)
Que Dios juzgue en el Cielo
Pero los demas, que somos humanos juzgamos en la tierra
Ye eSte tio era un MIERDA
PUES COJONUDO MACHO
Balmes: la piedad con el lobo es crueldad con la ovejas. Hasta ahí, todos de acuerdo. Sin embargo, quién sea ese lobo es una cuestión distinta. Aparte de que su cita parece ser contradictoria, la respuesta a la cuestión de si este cura ha hecho algo realmente tan malo o no necesita de un criterio que Vd. no explicita, si es que lo tiene.
La justicia humana, la justicia institucional o el juicio social, es justicia en primera instancia. En cuanto tal, acusar desenfrenadamente a otros sin ecuanimidad alguna, sin un proceso justo, sin explicar porqué, y sin introspección alguna tampoco sobre los verdaderos motivos personales para efectuar una acusación así no sólo es poco caritativo sino, sobre todo, una forma de autoengaño y de revestir su hostilidad de santurronería.
No creo que existan esas cosas.
Mas, si fuera cierto, en el infierno estarían Hitler, Stalin, Lenin, Pol Pot, Carrillo, La Pasionaria
Y también Franco, Pinochet, Carnicerito de Málaga, Yagüe…etc.
Fue penoso ver la deriva de Enrique de Castro como sacerdote, producto de una época, que tuvo una gran conciencia social, realizando o intentándolo, una gran labor entre los jóvenes afectados por la droga, consecuencia de la dejadez, cuando no complicidad, de los gobiernos de España (UCD y PSOE). Una labor que por parte del Estado tardó muchos años, y que realizó de forma ineficiente. Siendo que dicha labor la hicieron, con mejor o peor resultado, determinadas parroquias de barrios marginales. En la hora final de toda persona, sin restar importancia a lo bueno o malo que hicieran, es de cristianos y de caballeros desear a todos la Salvación. Descanse en Paz, Enrique de Castro.
SI
Sin freno alguno
Con la ecuanimidad personal
Este fulano era un mierda
Y si
Nada caritativo
Por derecho
Y millones y millones de personas
¿Y que quieres decir con tu estupida respuesta?
Estúpida respuesta, no?
Perdonad el comentario, pero el símil ovejas-feligreses indica con gran claridad manipulación y engaño: es un animal gregario, cobarde, estúpido…
2.)En una institución donde impera la jerarquía y la obediencia a los superiores, ¿hasta qué punto las «disidencias» son creibles?
Mejor observado que analizado. Balmes no recurre a la oveja con ese sentido. Hubiera podido decir que tolerar el mal es una crueldad con la víctima. La oveja se utiliza en la literatura cristiana como símbolo de buen feligrés y, de hecho, esta figura poética se remonta a la antigüedad precristiana con Osiris siendo, antes que Jesús, el buen pastor. Pero sí, yo creo que la «oveja» es pasivo agresiva en la sociedad actual y la oveja covidiota es una amenaza para los derechos y libertades fundamentales por su pasividad nefasta con la dictadura.
La Iglesia es cualquier cosa menos monolítica pero también puede haber disidencias escenificadas para servir a públicos distintos dentro de ella que no se caen bien o que desconfían los unos de los otros. Los jóvenes marginales de la UVA de Vallecas (unidad vecinal de absorción) me decían que a ellos les encantaba ir a misa porque se hacía con música de AC DC… Yo soy de la opinión de Krishna, cuando dice que, sea cual sea el camino por el que sus devotos vengan a él, él saldrá a su encuentro a la mitad del camino. Los burgueses o los catetos catetólicos no quieren que se les asocie con marginales por muy «cristianos» que sean.
PUEs NO
lo estoy mandando al carajo
Y si aprendiera a leer ¿Que tal?
Un tarao mas.