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En estos últimos días, hemos asistido al dantesco espectáculo representado en la frontera ente Polonia y Bielorrusia, en el que soldados polacos defendían su Nación del asalto por parte de un gran número de hombres en edad militar. Enfatizo hombres en edad militar, porque por más que los medios del sistema se esfuercen por sacar imágenes de las mujeres y niños que, en un ínfimo porcentaje, acompañan a los asaltantes, la aplastante mayoría de los mismos son eso, hombres en edad de militar, procedentes de países donde el terrorismo islámico campa a sus anchas y pretende enviarnos a sus retoños, con los fines que, en ciudades como París, Barcelona o Colonia, ya conocen de sobra.
Si seguimos el razonamiento de los antes mencionado medios del sistema, el malvado Lukashenko envía a Europa oleadas de inmigrantes con el único objetivo de atacar la estabilidad continental, dado su odio a la libertad la democracia y bla, bla… Por fortuna para estos medios y por desgracia para la verdad, el común tiene la memoria muy corta. Hay que poner las cartas encima de la mesa para enjuiciar con acierto la situación. ¿Ya se nos han olvidado la financiación de la Unión Europea a la oposición bielorrusa hace unos meses? ¿No recordamos los bloqueos económicos adoptados por Bruselas contra Minsk? Resulta que Lukashenko, lo que está haciendo, es responder a agresiones en toda regla a la estabilidad de su país, con la mejor y única arma que tienen los países fronterizos con Europa, la inmigración.
Fruto del enfermizo onanismo yanqui que acucia a la Comisión Europea desde siempre, adoptamos unas humillantes y perjudiciales políticas de seguidismo para con el Imperio del Mal (EEUU), lo que propicia una serie de consecuencias negativas para nosotros, mientras ellos pueden seguir operando de esta manera, sin ningún tipo de perjuicio. Nos metemos en berenjenales que no nos importan lo más mínimo y que solo pueden buscarnos males económicos y políticos con el único afán de que Berlín y, en cierta manera, París, cumplan con el pago de las parias a los norteamericanos, a costa de la estabilidad política y económica del resto de países del Viejo Continente. La OTAN y sus OTANadas.
El Presidente bielorruso hace lo que ve en su vecino otomano, enviar hordas de invasores a la frontera para desestabilizar a la Unión. Sin necesidad de ser un avezado observador, habrá reparado en que solo puede obtener beneficios de esta maniobra; o debilita a la UE, su enemigo declarado, con la introducción de terroristas en sus fronteras, o a cambio de retirarlos de ahí, percibe cuantiosas sumas de dinero, a imagen y semejanza de su vecino Erdogán. Lo que no alcanzo a comprender, es porqué cuando el chantaje lo realizan turcos, los medios de “comunicación” y demás expertos de tertulia, no ponen de relieve el chantaje turco. Cuentan con los mismos argumentos, es un dictador que envía al límite comunitario a hordas de inmigrantes para conseguir desestabilizarnos y, para más inri, que le transfiramos pingües sumas de dinero. Pero claro, de Turquía no puede decirse todo eso porque es un país de la OTAN, aliado de la Policía del mundo, de los garantes de la libertad, aquellos del “Destino Manifiesto”, de los “bombardeadores” de inocentes, los exportadores de la bazofia moral que nos asola en occidente; los Estados Unidos de América. Sin embargo, Bielorrusia, es sierva del eje del mal, ese país cristiano que ha asistido a la malvada Siria para combatir al virtuoso fundamentalismo salafista; la Federación Rusa.
En esta situación, Polonia queda relegada a la posición de víctima de los tejemanejes de las potencias que administran a su antojo el mundo. Los polacos mantienen una encomiable resistencia contra las políticas disolutivas de la Unión Europea, encabezadas por Berlín, que resulta ser otro beneficiado indirecto de la situación en la frontera polaca. Bruselas está a una imagen de un disparo polaco sobre un inmigrante, para descargar toda su batería mediática y de sanciones contra Polonia y así acabar con su resistencia a las políticas globalistas. La desprotección de Polonia ante esta situación obedece, básicamente, a que a Alemania le favorece. “A río revuelto, ganancia de pescadores”, que dice nuestro rico refranero. Lo único que está claro, es que la única perjudicada con esto es la nación del Vístula, pero lo que es necesario resaltar es que, en el fondo, la culpa no es de Lukashenko, sino del eje Bruselas-Washington.
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