La gran ramera en el Apocalipsis es la madre de todas la abominaciones. Sánchez no puede ser otro hijo que del resultado de la suma de todas sus abominaciones contra España. La repulsión que causa es ya, por añadidura, universal.
Con los dientes del alma apretados durante un lustro, la indignación contenida salvo la huella de aquel puñetazo en una de las paredes del tanatorio donde incineraron un 29 de abril a mi suegro durante la plandemia, el asco que me provoca Sánchez es a muerte. A muerte de mi Padre. A muerte de decenas de miles de seres queridos aniquilados y sus familias que quedaron destrozadas, sin derecho a reclamar Justicia. Que respire ufano este ser abyecto, es una accidente imperdonable de un destino trágico para las víctimas de un desalmado. Sólo los que fuimos desgarrados a dentelladas por la tragedia guardamos el recuerdo-la «imposible realidad» con que amanecemos cada día- hecho jirones de aquel infierno del covid que usó en su propio beneficio un maldito hijo de su madre, presunta corrupta también, para más señas. Mientras enterrábamos a nuestros seres queridos sin poder velarlos, e incluso nos confinaban ilegalmente para no poder ir a visitar sus tumbas el Día de los Santos Inocentes, la manada de hijos de puta, de hijos de Satanás, se las componían para, con el campo expedito del estado de alarma, montarse negocios multimillonarios de los que se han lucrado a mansalva, en tanto han desestabilizado un país maravilloso abocándolo a la ruina económica y moral, dejando el poder en manos de minorías zarrapastrosas que no ha votado nadie. Una organización criminal con un capo del que se sospechaban los rasgos psicopáticos que las últimas investigaciones de la UCO han revelado en la auténtica dimensión nauseabunda del canalla monclovita.
El 29 de marzo de 2020 mi padre era enterrado en soledad y sin poder velarlo y escuchando el sordo ajuste de la lápida en aquel día que lloraba sangre, tuve la certeza de que el asesinato protocolario por sedación de mi padre, también el del padre de mi mujer cuando no había transcurrido un mes, viendo la cara de aquel malparido, su indiferencia por la tragedia ajena, encaramado al poder como un mono sin principios… Viendo esa faz de malnacido y de cuantos se rodeaba, supe que estábamos ante un hijo de la gran ramera. Sólo con un hijo de la gran ramera podía haber sucedido aquel terror burlesco; sólo con un hijo de la gran ramera aquellas dantescas imágenes de muerte podían suceder como si fuera la carta de presentación de un demonio de mierda. Y sólo un hijo de la gran ramera y su manada carroñera de esbirros de Satanás podían provocar tal repugnancia en la certeza de que España se las veía con una pandilla de criminales que han resultado ser los artífices de una pesadilla en que nos han sumergido durante seis años. Ahora que se quitan las máscaras, ahora que se sabe de sus megalómanas aberraciones en el ejercicio del poder intentando doblegar la verdadera Justicia, tenemos la certeza millones españoles de que no sólo fue el peor enemigo que ha sufrido España, sino que también ha sido el canalla, el malnacido que ha intentado destruir todo lo bueno que tenemos como nación dando carta blanca a los mercenarios que ansían la destrucción además pagados con el sacrificio del pasado , del presente y del futuro de decenas de millones de ciudadanos dañados por este aquelarre comandado, a modo de grupo terrorista, por el «puto amo», el gran hijo de la grandísima ramera, Pedro Sánchez.
Desde que aquel orangután surgido de las mieles del arribismo netamente socialistoide revistió de impunidad al psicópata de La Moncloa, toda la secta del PSOE se plegó por arbitraria comodidad a la aparente insuficiencia del jefe de la mafia política denominado el «puto amo». Y lo habían hecho anteriormente los muy indeseables, pero quizá todavía estaban reprimidos por el temor de que el jefe, número 1, sobrepasase ciertas líneas rojas que pudiera comprometerles personal y colectivamente. Hasta que se confiaron como Óscar Puente y se contagiaron de optimismo para delinquir desde la bancada de estafadores en que se ha convertido en pleno el partido sanchista. Parecía que el manual de resistencia era la biblia del sinvergüenza intocable y otros como él sopesaban seguir al líder de la secta para seguir beneficiándose de las artimañas y desmanes que poseían origen en la presidencia del gobierno, secundados vomitivamente por todos los ministros socialcomunistas. Hasta tal punto había sido el exceso que el origen de la corrupción que compró el comunismo bolivariano para introducir a los podemitas en el poder, se había diluido como el misterio sin resolver del Delcygate que siempre estuvo coleando hasta que se ha visto expuesto con las investigaciones de la UCO, que apuntan directamente a la influencia criminal de Pedro Sánchez como cabeza de la grotesca y gigantesca trama de interminable corrupción.
Ese puto amo que desde que llegó con trampas a la presidencia del gobierno ha escrito con interminables capítulos un manual de cómo conculcar todo el Código Penal con la más absoluta y repugnante carencia de escrúpulos, hasta que el rastro pestilente de la aparente impunidad se ha transformado en una evidencia sólida de que Pedro Sánchez no es el puto amo, sino el gran hijo de la gran ramera que ha practicado una carrera delictiva: la que debería juzgarse junto a todos los cómplices que emergen como la mierda en ese cenagal de fango que supura el ocupado Palacio de La Moncloa ante los estupefactos testigos del mundo entero.
Seis años se dicen pronto como referencia temporal y deberíamos recordar cada una de las pesadillas en que este malparido nos ha sumergido para intentar exterminarnos en todos los aspectos. Cada año, cada sobresalto, cada tristeza, cada asfixia, cada imposible que sólo un mierda con poder prostituido ha sido capaz de inspirar junto a la patulea de delincuentes que ha cumplido sus consignas. Cada chulería y cada desprecio; cada aparente impunidad y crecida soberbia. Sólo así, nos haremos Justicia a nosotros mismos con la condena de los culpables. Empezando por el puto psicópata hoy al descubierto.
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Sólo ver su semblante produce náuseas, vomitos y asco, es lo mas repugnante de España, caiga pronto y entre en la cárcel, donde le pondrán alli a caldo. maldito sea.
Amigo Ignacio: ¡AMÉN!