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Petición de socorro del Dr. Gazo Lahoz. Clama a sus colegas «sanitarios». «Esto no es vida, esto es una pesadilla». Y en la mano de los galenos, si quisieran, se halla la posibilidad de revertir, aunque fuera mínimamente, el Gran Manicomio o la Gran Prisión que habitamos cada día. Basta ya. Les dejo su grito de auxilio. En forma de clarividente epístola…
Amé esta profesión…
Pertenezco ya desde hace un lustro, a ese grupo de colegas. Ese grupo al que yo veía en la consulta relajados y libres de responsabilidad; esa que nos atenaza desde que obtenemos el título y hacemos implícitamente el juramento hipocrático. Pertenezco ya, aunque aún no me lo crea, a ese grupo que denominamos médicos jubilados. Y aunque ya han pasado años desde que un día me convertí de repente en prescindible, siempre me he resistido a ello. Cuando he visitado la consulta de alguno de vosotros, sentía una sana envidia, una envidia que me mordía el corazón, primero por vuestra juventud, y luego por vuestra actividad… Una sana envidia.
La vida es así, pasas de ser joven a entrar en la madurez sin darte cuenta, y lo que es peor entras en lo que llamamos vejez, más deprisa todavía. La vida es muy larga, pero al mismo tiempo tremendamente corta.
Y la vida, cuando la ves como lo hacemos nosotros los médicos, sabemos, somos conscientes quizás mucho más que los demás mortales, que esa vida puede terminar en un instante. Por eso, quizá la amamos más que otros, la valoramos más.
Pero…
Misión del médico, hacer la vida algo más fácil
La vida ya de por sí dura y difícil, no podemos convertirla en un continuo recelo.
La vida es un milagro, nosotros lo sabemos mejor que nadie. Desde el milagro de la concepción, hasta ese continuo equilibrio de miles de constantes que nos hacen permanecer vivos, sanos, e incluso felices. Sabemos que si una sola hormona se excreta en exceso o a la inversa, nuestro organismo y por ende nuestra vida se desequilibra, y a veces se desmorona.
Sabemos que nuestro increíble cerebro, funciona milimétricamente. Todavía muchas partes de él son un profundo misterio. Y nos damos cuenta de que nuestra estancia en nuestro tiempo, la regulan esas miles de millones de neuronas que nos conectan con el entorno de este bello planeta que habitamos.
Sabemos que nuestra misión como médicos, es, al menos yo lo entiendo así, ayudar a que esa estancia sea más agradable y tranquila para todos los que son como nosotros.
Pero para ayudar, no hace falta ser un gran cirujano, un innovador, un internista de fama mundial… Todos sabemos que por mucho que estudiemos, nunca rozaremos el conocimiento absoluto de esta bendita profesión.
Colegas, ¿pero qué estáis haciendo?
Os voy a pedir un favor. Reflexionad sobre cómo estáis llevando esta crisis. Pues aunque tuvieseis razón en todos los postulados que muchos defendéis, aunque la postura oficial fuese cierta al 100%, ¿creéis de verdad que con vuestra actitud y vuestra manera de hacer las cosas, estáis ayudando a vuestros semejantes?
Permitidme que os diga que NO, ¡y mil veces NO!
En un proceso global de tremenda incertidumbre, de degradación impensable de todo lo que hemos conocido hasta ahora, vuestra postura, vuestra manera de actuar es clave para solucionarla.
En España, casi todos los humanos que ahora vivimos en ella, en esa nación tan especial y distinta, no hemos conocido tragedias gigantescas. La guerra que terminó en 1939, nadie o casi nadie la vivió en sus carnes. Somos afortunados por ello.
¿Por qué? ¿Me podéis explicar por qué? ¿Por unos postulados que estáis usando, postulados rígidos y en muchos casos desproporcionados y absurdos, estamos siendo cooperadores necesarios de la degradación impensable de nuestro modo de vida? ¿Me lo podéis explicar?
Nosotros, los médicos, tenemos la sartén por el mango
Nosotros, los médicos, y sobre todo vosotros, los que tenéis la suerte de ser mucho más jóvenes y estar por ello en activo, tenemos la sartén por el mango para resolver esta auténtica pesadilla.
De lo que decidamos todos y cada uno de nosotros, individual y colectivamente depende que todo se resuelva. Y no podemos perder tiempo.
Nuestros mayores y muy mayores no se merecen este final de sus vidas. Tapados, amordazados, separados de los que amaron y les aman…
Nuestros niños, no merecen la suerte de criarse y educarse en el miedo al otro, en la distancia, en la desconfianza, en el miedo.
Nuestros semejantes, ¡TODOS! No merecen vivir en un continuo estado de zozobra…
Por favor, os lo pido, aunque creáis que las cifras de la pandemia son intolerables e inaceptables. Aunque creáis a pies juntillas en todo lo que dice y ordena la OMS; ¿no os dais cuenta de que la vida así vivida nos está llevando a la miseria? A la miseria moral de la desconfianza y al miedo. A la miseria física y económica. A la pobreza, esa que traerá muchísimos más muertos que cualquier virus.
Vuestra actitud, sobre todo la vuestra, porque la gente confía en nosotros, en vosotros… Está llevando a millones de seres semejantes al CAOS. Añoran, añoramos la vida tal y como era hace tan solo unos meses. Con todas sus miserias y contradicciones, con todas sus monsergas de cambios climáticos, e ideologías de géneros… Contra eso se puede luchar si no estás de acuerdo, contra un enemigo invisible, sin vuestra ayuda no.
Esto no es vida…
Y sabemos que todos vamos a morir, un día u otro. Pero vivir en un continuo desasosiego, sin futuro, sin perspectiva de una solución, sin esperanza… ¡ESO NO ES VIVIR!
Sabéis, vosotros lo sabéis perfectamente, que miles y miles de personas están entrando en desesperación, que se despiertan por las mañanas pensando que todo es un sueño, pero no…
Vosotros, mis compañeros de profesión tenéis la última palabra, tenéis, repito, la sartén por el mango. Estáis muy por encima de políticos, jueces, y periodistas. Vosotros, sólo vosotros, los que estéis por suerte en activo tenéis la solución. Y no os preocupéis si a muchos de nosotros quizá nos toque la lotería al revés de ponernos enfermos, yo al menos lo prefiero. Prefiero vivir lo que me quede, enfermo y libre, que sano y esclavo.
¡Por favor compañeros, parad esto ya!
Un médico jubilado, que está muy, pero que muy preocupado…
…Como siempre, luminoso. En fin
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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