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Juan Goytisolo y Jean Genet
Memoria literaria y guerra cultural dedica varios largos comentarios a Juan Goytisolo como ejemplar de cierta tendencia casi (pero no del todo) generalizada en la intelectualidad española. Este escritor nació en 1931, en una adinerada familia catalana, que pudo pasar la guerra civil en Cataluña sin el hambre y miseria que sufrió la mayoría, y luego su vida se vio libre de apreturas, gracias a la fortuna familiar y a su éxito como escritor. En la posguerra estudió Derecho en Barcelona y Madrid e hizo seis meses de milicias universitarias como sargento, protegido por sus oficiales. Sin terminar la carrera descubrió su vocación literaria, y a los 23 años marchó a Francia donde trabajó como lector para la editorial Gallimard, luego como profesor de literatura en universidades de California, Boston y Nueva York, más tarde volvió a París, desde donde viajó bastante por motivos más bien ideológicos, y desde 1996 se afincó en Marraquech hasta su fallecimiento en 2017. Su carrera literaria incluye 25 novelas, 11 ensayos y 20 libros de reportajes, viajes y memorias. Varias de sus obras alcanzaron gran éxito fuera y dentro de España, recibiendo 18 premios nacionales a internacionales, culminados con el Cervantes en 2014. . Algunos lo presentan como el escritor español más relevante en los últimos cincuenta años. Para colmo, su oposición de tipo comunista a Franco le ganó cierta censura, de la que se jactaría, exagerando: “Durante décadas, mi nombre era más conocido en las comisarías que en las librerías de España”. Un timbre de gloria más
Una vida triunfal y envidiable, cabría decir, solo Cela le habría superado con su fastuoso premio Nobel. Podría estar bien satisfecho, y sin embargo la vida es más complicada. Bajo su éxito sin altibajos corría una insatisfacción profunda revelada en sus novelas y memorias. Odiaba sin remisión a su padre y sufrió de niño la pederastia de uno de sus abuelos, que no debió de displacerle, porque lo ensalza como víctima “de la tradición española y católica”. Odiaba a su familia, que antaño se había enriquecido en Cuba como negrera, y su homosexualidad le causó dificultades, si no sociales, parece que sí psíquicas. Relata “la excitación incontenible que experimentó al enterarse de que un chico de su pandilla había orinado sobre la cabeza de un niño anormal, hidrocéfalo y bizco”, humillaciones que le daban sensación de poder. Ya en París se sentía “deslumbrado por la belleza física” de los argelinos hostigados por la policía, que “encarnaban mis fantasías sexuales”, y también políticas: “Queríamos ser despiadados, malignos, extravagantes, exhibir un estilo de vida morboso y original”. Pero sea cual fuere el motivo íntimo de su insatisfacción, lo proyecta a lo grande: los culpables serían el franquismo y más aún España entera en su historia, que sin duda no estaban a la altura de sus merecimientos personales: “Iniquidad social española”, “Mundo parasitario”, “Universo de desmán y pillaje”, “Sed de venganza contra esos molinos o gigantes llamados religión-patria-familia-pasado-niñez”. “La patria es la madre de todos los vicios, y lo más expeditivo y eficaz para curarse de ella consiste en venderla, en traicionarla” (Reivindicación del conde Don Julián),Etc. El odio a España, ampliado a toda la civilización occidental, se supone un modo de llegar a aceptarse o al menos soportarse a sí mismo.
Para huir de los horrores de España, del franquismo y de occidente, Goytisolo se refugiará en el comunismo, en un peculiar revolucionarismo personal y en la admiración por el islam. De lo cual da cuenta su amistad con Jean Genet, “mi única influencia adulta en el plano estrictamente moral”, con quien compartía también la solidaridad solidaridad con los terrorismos musulmanes, el alemán de los Baader-Meinhof, o el de la ETA. Genet, también homosexual, era hijo abandonado de una prostituta, de inclinaciones delictivas, había vivido muchos años como paria, como ladrón, carterista y chapero, visitante frecuente de las cárceles, conocedor del hambre y la miseria. Pero tenía talento literario, y desde los cuarenta años se abrió camino con sus obras, de crudeza peculiar, hasta recibir relevancia internacional y el Premio Nacional de las Letras de Francia. Para Goytisolo, Genet “no cesa de cobrarse la deuda que, desde el vientre de su madre, la sociedad ha contraído con él”, por lo que no debe agradecer ningún honor o dádiva de la sociedad, al contrario. Genet reprochaba a los españoles su flojera actual por no repetir las “hazañas revolucionarias” del Frente Popular, esto es, para entendernos, los asesinatos, incendios y robos en gran escala. Paralelamente, ambos detestaban los heroísmos de los nacionales: “Alto de los Leones, epopeya del Alcázar, sitio de Oviedo, crucero Baleares, cárceles rojas, tercios de Montejurra se han esfumado para siempre”, señala Goytisolo con placer.
Genet falleció en 1986 en París, y fue enterrado, por disposición suya en el cementerio de Larache, mirando a La Meca. Goytisolo, que vivía como rico en la “libertad” marroquí, quiso ser enterrado en su vecindad, no sé si mirando también a La Meca. Fuera de estas afinidades, no puede haber mayor contraste entre la vida azarosa de Genet y la existencia tranquila y acomodada, aunque viajera e internamente inquieta, de Goytisolo, cuyo resentimiento con la sociedad suena algo forzado: su admiración por Genet parece la del impostor o esnob por el hombre más auténtico. Tanto más cuanto que es consciente de su propia “propensión al arribismo y obsceno cosquilleo de la notoriedad”. Obscenidad cumplida: había despreciado públicamente el premio Cervantes –tan oficialmente español– pero a la hora de la verdad lo pensó mejor. Recuerda al Mariano de Cavia de Albiac, ya mencionado: un final feliz para una vida, digamos, ajetreada, al menos interiormente.
Resume César Alonso de los Ríos al personaje: la negación del suelo patrio, de las tradiciones, de la moral convencional, incluida la heterosexualidad… Quizá esta última nota fue la menos celebrada: se tomó como un dato puramente personal aun cuando la consigna de Goytisolo era bien clara: la revolución total, la traición total, el entreguismo total pasaba por la reconversión sexual. Creo que, al margen de otras consideraciones, hay una profunda y pretenciosa estupidez en este, según algunos, mejor escritor español de su tiempo.

Autor

Pio Moa
Pio Moa
Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.

En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistasLa quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad DigitalEl Economista y Época.
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