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Como no podía ser menos, ayer, 14 de abril, los comunistas, socialistas y demás gentes de mal vivir recordaron su República. Digo «su» república porque para estos elementos, elementas y elementes la República sólo puede ser una: la Segunda.

Así, don Pablo Iglesias, Vicepresidente del Gobierno del Reino de España -lo siento, a mi tampoco me gusta, pero así es la realidad-, decía (véanse las citas en ABC), que se están reordenando las prioridades y la realidad está recordando de «un golpe» las cosas que verdaderamente importan y que son «aquellas que sostienen la vida y nos construyen como sociedad». Y en vista de ello, ha cuestionado este martes el régimen constitucional de 1978 y ha defendido uno republicano «donde el jefe del Estado jamás se vista de militar» y donde «mande el pueblo y no el poder económico».

A mi, don Pablo, tampoco me gusta nada el régimen de 1978, y llevo diciéndolo más tiempo que usted. Pero no creo que ahora, cuando la realidad nos está recordando de un golpe las cosas que importan, lo primordial a tener en cuenta sea la vestimenta del Jefe del Estado. Por lo que respecta a sostener la vida, me parece bastante evidente que -hasta ahora, y llevamos un mes largo-, los gobernantes elegidos por el pueblo -o sea, ustedes- no han sido capaces de atender adecuadamente las necesidades de la sociedad española, en tanto que el poder económico ha acudido en socorro de los enfermos a los que ustedes han tenido abandonados; del personal sanitario al que ustedes no han facilitado los medios más elementales; de los mayores, menores y medianos a los que ustedes no han protegido cuando animaban a asistir a manifestaciones feministas (porque el machismo mata más que el coronavirus), cuando sabían -o debían saber porque para eso les pagamos- el riesgo al que se exponían. El poder económico es el que ha salido al rescate de la incapacidad gubernamental: a veces un simple taller al que ustedes le hacen la vida imposible con los abusivos impuestos; a veces unos particulares que arriman el hombro cuando ustedes se esconden tras las cámaras de televisión; y a veces las grandes empresas que ustedes critican como capitalistas, a las que ustedes caricaturizan con regusto decimonónico, (Inditex, Telefónica, Banco Santander, BBVA, Iberdrola…), los deportistas (Real Madrid, Pep Guardiola, Leo Messi, Andrés Iniesta), y simples particulares han sido los que han puesto de su parte mucho más de lo que ustedes, el presunto Gobierno del Reino de España, serán capaces nunca de poner.

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Añade don Pablo Iglesias que hay que recordar «a quienes lo arriesgaron todo y fueron capaces de dar los primeros pasos para que en España pudieran ser una realidad la sanidad pública, la educación pública y un sistema de protección social». Y también suma a las mujeres que se dejaron la libertad o la vida» defendiendo el derecho al voto femenino y a todos los compatriotas que imaginaron un país, una República, donde nadie fuera más que nadie y todos -todos- fuéramos iguales ante la ley.

Que usted, don Pablo -y todos sus acompañantes y títeres- relacione el voto femenino con la Segunda República tiene su guasa, teniendo en cuenta que sus antecesores ideológicos se negaban a conceder ese voto y tuvo que ser la derecha la que lo permitiera. Por supuesto, nada altruistamente por ninguno de los dos lados: la izquierda no quería que votaran las mujeres porque creían que no estaban preparadas, que eran tontas de capirote y que votarían a quien les dijeran sus confesores; y la derecha quería darles el voto porque creían que las mujeres se inclinarían más por el orden y la tranquilidad y se alejarían de algaradas y revoluciones.

Lo de que todos fueran iguales ante la Ley en esa República Segunda podrían explicarlo bien los campesinos anarquistas de Casas Viejas, que se lo creyeron; se lo creyeron hasta que Azaña les mandó a los guardias de asalto con órdenes de no hacer prisioneros. No lo digo yo, lo escribió Ramón J. Sender que -aunque usted probablemente no lo sepa- era un escritor republicano y anarquista.

Y también dice don Pablo Iglesias que hay que recordar «a quienes lo arriesgaron todo y fueron capaces de dar los primeros pasos para que en España pudieran ser una realidad la sanidad pública, la educación pública y un sistema de protección social».

¡Joder, don Pablo! De verdad que si esto, en vez de leerlo, lo oigo en la radio, no me lo creo. Porque esto tampoco lo reconocerá usted, pero en España esos que dieron los primeros pasos y lo arriesgaron todo fueron los que se levantaron contra esa Segunda República y pusieron fin a los asesinatos políticos -José Calvo Sotelo sin ir más lejos, que quizá le suene porque fue, como usted, diputado, y en el Congreso le amenazaron de muerte los comunistas-; los que pusieron fin a la persecución ideológica que mantuvo la izquierda sobre la mitad de los españoles; los que pusieron fin a la servidumbre de España a los intereses de la III Internacional. Los que, en fin, hicieron realidad «la sanidad pública, la educación pública y un sistema de protección social».

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Porque la sanidad pública, la educación pública y la protección social no se había conocido en España hasta que Pedro González Bueno estampó los derechos de los trabajadores en el Fuero del Trabajo; hasta que José Antonio Girón de Velasco puso en pie la Seguridad Social, y hasta que todos -todos, como usted remarca- vimos nuestros derechos recogidos en el Fuero de los Españoles.

Luego vino esta mierda del 78, y mire usted por donde, tengo que esta casi de acuerdo con su compadre Alberto Garzón, que también hunde la cuchara en esta sopa de gilipollez: salud y república. La salud que ustedes han sido incapaces de proteger, y la república. Pero no esa Segunda República de sangre y mierda que ustedes quieren revivir, sino una República donde los paniaguados del Congreso, el Senado, los chiringuitos autonómicos y demás bagatelas donde hozan los vagos y maleantes no tengan sitio ni privilegios; donde la casta política -de la que usted forma parte desde no hace mucho, pero que ha agarrado a cuatro manos- no sea intocable; donde los criminales no salgan a la calle por méritos políticos; una República donde los españoles sean iguales ante la Ley, donde la Ley se encamine al bien común y donde la Ley se cumpla.

Para que usted se entere; la República Nacionalsindicalista.

Autor

Rafael C. Estremera