Entrevista a Javier Urra: «El psicópata es alguien que baila sin escuchar la música. Creo que es la definición perfecta»
Nota del Editor: No sólo ha quedado el legado de una sabiduría inspirada durante décadas, cuando España creció en democracia impulsando el talento profesional y de sentido común del que ha hecho gala D. Javier Urra durante su extensa carrera como Doctor en Psicología Clínica y Psicólogo Forense de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia, sino que también hoy atesoramos al personaje que durante largas décadas ,y también ahora, protagonizó-y sigue protagonizando con el sostenido y mayor tesón-un desempeño profesional impecable. Javier Urra supone un hito del desarrollo de nuestro Estado de Derecho al que está ligado su nombre hasta nuestros días. Conformó la generación puntera de hombres y mujeres que marcaron con su insigne trabajo el devenir de décadas de democracia. Su desempeño como Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid es una referencia más de su valía como fundamento de la Psicología, llamado como experto al Congreso y el Senado, que además ha traspasado las fronteras en representación de España para foros internacionales y de envergadura como son las Naciones Unidas y el Parlamento Europeo.
Escritor de prolífica inspiración, con 80 libros publicados siendo el último «La vida íntima», acaso amanuense al dictado de la genialidad que brinda el don de lo divino, la claridad de los conceptos como comunicador traspasa las fronteras de la dificultad para dar a entender con ingeniosa sencillez las más complejas teorías aplicadas al bienestar del menor; bravío y honroso caballo de batalla que D. Javier Urra ha convertido en apasionado leit motiv de lo que puede considerarse una misión personal, para mejorar la existencia de los más expuestos a las contradicciones de la educación y la convivencia social.
Lo insigne de su nombre está ligado a sus ilimitadas capacidades de experto para ampliar el conocimiento de la Psicología y aplicarla con magistral afección a la evolución social donde él ha reflejado su propia impronta de sapiencia con la aplicación práctica y evolucionada de sus enseñanzas, aplicadas pragmáticamente a la proyección de la sociedad donde ha contribuido con sobresaliente sello personal. Es D. Javier Urra un emblemático experto que aporta a España y al mundo su excepcional modo de entender y comunicar la Psicología, como maestro y promotor de sus aplicaciones y excelencias que han influido en cada espacio institucional amplificado por el doctor con sobresalientes mejoras.
La entrevista de Barbie Shields es una excelente radiografía de un personaje que perdura con deslumbrante intelectualidad y conocimiento de la Psicología al alcance de todos.
BÁRBARA: Nos hemos citado en un rincón de la Plaza de Callao, en pleno corazón de Madrid con el eminente Psicólogo Forense Don Javier Urra. Buenas tardes. Conociéndonos, ¿crees que podría tutearte para hacer más cómoda la entrevista?
J.U.: Por supuesto.
B.: Javier, eres tantas cosas, que me es arduo complejo englobarte en una sola. Psicólogo Forense de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de menores de Madrid, en excedencia voluntaria actualmente, ¿verdad?
J.U.: Efectivamente.
B.: Dr. en Psicología Clínica. Pedagogo terapeuta. Psicólogo especialista en psicoterapia por la federación europea de asociaciones de psicólogos. Presidente de la asociación iberoamericana de Psicología Jurídica. En la Universidad Complutense de Madrid, profesor de ética y deontología, Dr. de Psicología Jurídica, profesor Psicología en la Escuela Universitaria de Enfermería, Fisioterapia y Podología. Experto de “salud y medios de comunicación social” en la cátedra de educación sanitaria. Director módulo sobre violencia filio-parental, de psicopatología y salud. Psicólogo Europsy de Psicología Forense por la European Federation of Psychologists Associations. Presidente Comisión Deontológica Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Fue defensor del menor en la comunidad de Madrid. Presidente de la red Europea de defensores del menor. Y un largo etcétera de tu nutrido, insaciable e imparable CV. Desde el Congreso, el Senado y la Unión Europea te reclaman, Javier, ¿ qué tienes como experto en salud mental, a habida cuenta de tu dilatado CV, para que seas, supuestamente, el mayor demandado por las más altas esferas?
J.U.: Lo que tengo es, quizás, claridad de criterio y facilidad para explicar lo que sé. Eso no es poco. Cualquier tema lo intento sintetizar, ponerle una metáfora, intento ser claro. Llevo toda la vida divulgando, eso no quita que no esté estudiando al mismo tiempo. Creo que tengo esa facilidad y entonces la gente dice, – se le entiende, que venga y lo explique –. Luego tuve la suerte de ser el Defensor del Menor, haber trabajado en la Fiscalía, te da también una pátina institucional.
B.: Eres un fenómeno para la escritura, ¿ cuántos libros llevas publicados?
J.U.: ¡51! ¡Todos a pluma!, jamás he puesto los dedos en un ordenador, ¡jamás! (Muestra su elegante pluma de su bolsillo interior con orgullo) ¡Siempre es con esto!
B.: ¿Cuál es tu penúltimo libro al que tanto bombo se le está dando ahora?, porque como bien dices, siempre es el penúltimo libro. ¿De dónde sacas tanto tiempo para escribir?
J.U.: Es muy fácil. Yo soy un tipo muy aplicado, me suelo levantar todos los días a las 4.30h todos los días de mi vida. Me acueste a la hora que me acueste, pero intento acostarme a las 23.00h, u 23.30h. Y si viajo a Chile, ¿pues sabes que en el avión siempre hay una lucecita encendida!, ¡soy yo! (Risas) Por ejemplo, hoy he ido a Barcelona y he vuelto. Esas cinco horas de viaje las he aprovechado las cinco, o a leer o a escribir. Da mucho.
B.: De todos tus libros, ¿ cuál destacarías y por qué?
J.U.: Bueno, el que me hizo famoso entre comillas es “El pequeño dictador”. Se vendieron 300.000 libros entre España, Portugal…, también es verdad que en ese momento se leía mucho más que ahora. Se convirtió en una noticia, desde Pedro Piqueras, a Vicente Vallés, hasta Matías Prats…, estuve con todos. La gente une a Javier Urra con “El pequeño dictador”. El más formal, “El tratado de Psicología Forense”, ese me dio mucho reconocimiento entre jueces, fiscales, psiquiatras, psicólogos. Y al que más cariño tenga quizás es, “Nostalgia del más allá”, bastante reciente. En una editorial pequeña que yo busqué, que es Morata y que es un libro del que soy muy consciente que se va a leer poco, porque es más difícil. Es más profundo, es muy de la filosofía de la vida. Y como soy un tipo muy generoso, inmediatamente compré el libro a la editorial y mandé 400 entre embajadores de España en el mundo y directores de Institutos Cervantes en el mundo. Y entonces sé que en esos lugares, ese librito está. También lo he mandado a una biblioteca de cada provincia de España. Es un libro para pensar, para repensar, para el que quiera degustar. No es un libro técnico. Te gusta de repensar el pensamiento.
B.: Más en petite comité, digamos.
J.U.: ¡Sí!, muy para leerlo a solas. Es lo opuesto a “Quién es quién” que es un libro entretenido. (Su último libro).
B.: ¿Podrías explicar brevemente qué es y cómo se percibe la Neuroestética?
J.U.: Pues brevemente no, pero la estética sí. Parece ser que el ser humano y según corrientes como la Gestalt, etc., buscan siempre la estética, el equilibrio. ¿Eso es verdad?, pues no lo sé, porque Botero por ejemplo, sus mujeres son hermosísimas con esas redondeces. Y luego “neuro”, se le ha puesto a todo, neurociencia… Bueno, existe un aspecto biológico, neurológico, pero también cultural y social en la estética de la persona, es decir, yo trabajo con niñas que tienen grandes problemas de anorexia, sin embargo, ves a las mujeres de Rubens y eran distintas. Por lo tanto, hay cosas que son biológicas. La mujer tiende más a la anorexia y el hombre tiende más a la bulimia.
B.: Bueno, en el hombre también hay ya mucha anorexia hoy en día.
J.U.: ¡Sí!, no en la misma proporción, pero sí hay y desde luego afecta gravemente, pero con las niñas tenemos graves problemas. Sí.
B.: ¿Qué opinas de la supuesta inducción a la homosexualidad de la que se habla?
J.U.: Bueno, yo no sé si existe una inducción, pero la verdad es que cuando yo estaba en el colegio, sólo un niño de clase -éramos cuarenta y tantos-, pareciera tener esas características. Luego estuvo en la mili voluntario con 18 años y encontramos a dos o tres chicos que lo pasaron fatal. Tal es así que no juraron bandera, se les eximió de una situación. Estábamos todos duchándonos y tal y lo pasaban muy mal. Yo no sé si hay una inducción. Sí creo que la sociedad tiene mucho de modas. No sé si hay hombres que tienen miedo a las mujeres, si tienen miedo a una mujer castradora. Creo que hay muchos grados de homosexualidad latente, personas que no tienen muy bien definida su orientación sexual y pudieran ser bisexuales. Y luego, está otro tipo de realidad hoy, que es el asexual, que no tiene una apetencia sexual. Y la transexualidad, que ese es un tema que me ocupa y me preocupa, porque hay que hacer modificaciones a veces, hormonales y a veces llega a intervención quirúrgica. Pero sí hay que recordar, que el 20% de los muchachos o chicas que tienen la identidad sexual distinta a la que está en su cuerpo, cuando alcanzan la mayoría de edad, quieren volver al iniciar, – no estoy hablando de la orientación sexual, que ese es otro tema., y, si has hecho una intervención quirúrgica, es irreversible. Por lo tanto, es un tema que exige prudencia, partiendo de que son personas de que sufren mucho y hay que verlo, por lo menos a lo largo de dos años, con una cierta continuidad longitudinal y no con un corte trasversal.
B.: Esta es una pregunta bastante delicada. Pero son personas. ¿Parece que se ha de ser muy moderno y aceptar la homosexualidad ajena pero no se puede hablar de los suicidios entre los homosexuales?.
J.U.: Hoy en día en la sociedad hay temas que parecen tabú. Todo lo que sea salirse de la norma entendida como media estadística, hace que la persona sufra más, o bien porque no se siente normalizado, que no digo que no lo sea, digo que no se siente, o bien porque el grupo no lo acoge. Por ejemplo, la transexualidad multiplica por nueve el riesgo de suicidio, por nueve es un dato muy significativo. ¿Es quizás la presión del grupo, es el no sentirte bien en tu propio cuerpo, es ambas cosas?. Bueno, eso es lo que hay que realmente plantear. Yo creo que la ciencia se basa en la evidencia, entonces lo que nos interesa son los datos, pero los datos de todo y a partir de ahí, para plantear qué mejoras se pueden hacer, sobre todo cómo se pueden evitar depresiones y situaciones. Por ejemplo, en los pequeños pueblos de España, hay parejas, por ejemplo de homosexuales que han salido del armario, el problema es que si rompen a lo mejor en ese pequeño pueblo de 200 habitantes no hay más. Es decir, cosa que si eres una pareja heterosexual tienes otras oportunidades, o sea, esas cosas no se hablan, pero hay que hablarlas, hay que abordarlas pero no señalando a los grupos como diferenciadores, sino a la persona que por estar en ese grupo, sufre o padece más.
B-. Este comentario quizás te suene, ya te lo planteé hace un par de meses. Lo rescato de Whatsapp. Cuando se peca de equilibrado, la contienda es muy compleja, o sea, los raritos y además parece se deba pedir perdón por ser pecadores del equilibrio, o al menos, de la búsqueda del mismo. Tú de eso sabes un rato, ¿verdad?
J.U.: Sí hombre, el ser humano busca el equilibrio, la estabilidad, busca no sorprenderse a sí mismo, busca no generar mucho dolor y sobre todo no dañarse. Pero llevas razón. Estas personas que son perfectas me preocupan sobremanera, porque por algún lado tiene que estar su escape, sea el humor… Es decir, la búsqueda de la perfección, – soy perfecto como padre, soy perfecto sexualmente, soy perfecto laboralmente… –. Eso no existe. Es absolutamente contrario al ser humano, que le encanta además, fallar, sorprenderse, ser niño, hacer una cosa que está prohibida…
B.: Así es como yo firmo mis entrevistas, Perfectamente Imperfecta.
J.U.: Claro. Me parece genial eso.
B.: ¿Cómo puedes explicarnos la Disforia de Género?
J.U.: Bueno, retomarías el tema distinto de lo que es la transexualidad, porque sufre, es decir, el transexual está en un cuerpo que entiende que no es el suyo aunque la biología se lo ha dotado, pero tiene la ilusión de ser lo que no es y por lo tanto está esperanzado. En cambio la disforia lo que se genera es un sufrimiento muy continuado, muy latente, muy patológico y ahí sí que entras en una situación de riesgo grave, y por lo tanto la disforia de género, sí está reconocida en el DSM5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), en nuestros manuales. Claro.
B.: Has afirmado que quizás seas el psicólogo que más psicópatas conoces en España. ¿Podrías agrupar brevemente los criterios que se han de dar para conformar la psicopatía?
J.U.: Eso lo dije en la revista XL y lo dije por si algún psicólogo es muy psicopático…, para que se duela. Yo he estado con “Rafita”, (asesino de Sandra Palo), con “Arcan”, (asesinó en Pozuelo de Alarcón a un abogado en 2001), con “Rabadán”, (el asesino de la catana)… He trabajado con muchos. Esto es muy sencillo; lo dijo mejor Robert Hare…
B.: ¡Robert Hare!, Precisamente ahora te iba a preguntar sobre él.
J.U.: Exacto. El psicópata es alguien que baila sin escuchar la música. Creo que es la definición perfecta. Es insensible. Y yo, que he trabajado en centros de menores y me han puesto el pincho en el cuello, he visto a gente que no tiene ninguna sensibilidad, que no sufre nada. Por ejemplo, si tú a un chico de 15 años le dices, – tú vas con tu coche o con tu moto y se cruza un perro y lo matas, ¿ qué sentirías? –, es un chaval que te dirá, – ¿es mío? –. Ya está. Esa es su pregunta, – ¿es mío? –… Y le dices, – Pues no, pero es un perro, se ha cruzado. ¡Qué desgracia!. ¡Tendrá un dueño!. Además, vivía… –. Entonces se te queda mirando. Eso es la psicopatía, por eso le hace muy peligroso en lo profesional, en lo económico o en lo vital, porque no tiene culpabilidad, porque no sufre por las conductas que hace. El resto no cometemos los hechos, porque si yo me voy a un hotel esta noche y robo un cenicero, mañana estaré preocupado, claro, -¿cómo soy tan chorizo? ¡He robado un cenicero!, pero ¿ qué me está pasando? –. Entonces claro, si ya anticipo eso, yo no me a llevar ni un cenicero, ni un cuadro, ni nada, pero el que no sufre, ¿por qué no se lo va a robar?
B.: Precisamente, hablando de Robert Hare, explica claramente que se ha de alertar y apartar de la sociedad a los niños maltratadores, es decir, a aquellos que por ejemplo realizan Bullying, porque son una señal de alarma para la detección de la psicopatía. ¿Estás de acuerdo en que efectivamente son un peligro y que habría que apartarlos de la sociedad?.
J.U.: No… Vamos a ver…
B.: … Ya que el psicópata no tiene tratamiento…
J.U.: Bueno, y si lo tienen, es muy poco eficaz. Yo creo que de chicos que acosan, en un porcentaje alto los chicos que son recuperables y cuánta gente que nos ha acompañado hoy aquí, o fue víctima o fue agresor, y luego de pronto se da cuenta de decir, – ¿ qué he hecho conmigo mismo? –.
B.: Claro, pero ¡entonces no estamos hablando del psicópata!
J.U.: Claro. Ahí es que yo, no creo que un acosador de su mujer, o un acosador de un compañero de trabajo, o un acosador de otro compañero de colegio sea un psicópata. En absoluto. Ni creo que toda la gente que nace y que mató y quemó a los judíos fueran psicópatas. En absoluto. Lo que sí estaría de acuerdo y lo conocemos y lo hemos encontrado en varios sitios del mundo, es que estamos viendo a muy pocos niños, pero a unos niños que sí que tienen características psicopáticas. Te dicen, – es profundamente insensible –. Por ejemplo, un chaval de 12 años que le corta las patas a un perro. Primero, existe una maldad, segundo existe un gusto por dañar y tercero, se va a la cama tranquilo. Eso es muy psicopático. ¿Qué tendríamos que hacer ahí?, ¿apartarle?, no, habría que meterle en urgencias de tratamiento o de psicoterapia, etc. ¿Y cuál es el pronóstico?, dudoso. Si no trabajamos con él, el pronóstico es horroroso y si trabajamos con él, dudoso. ¿Y cómo lo abordaría Javier Urra?, en positivo, – vas a ponerte a ayudar a niños de educación especial, vas a ir a un asilo para tocar la guitarra delante de los ancianos… –. Hacerle que aflore lo que no tiene, que es el cuidado, el afecto, es la ternura. Combatir la psicopatía desde la dureza es imposible. Mira yo, uno de los chicos que tuve en Cuenca, acababa de meterle 16 veces un destornillador a un Guarda Jurado en un hotel de Conde Casal en Madrid. Y éramos 14 personas y yo era el director en funciones porque era el psicólogo y me dijo, – me voy – y le dije – ¡no!, no te vamos a dejar – y me dijo – ¿a que sí? -. Cogió un vaso, lo rompió, cogió un trozo de cristal, se lo tragó y a borbotones de sangre me dijo, – ¿a que me vas a llevar al hospital? – y le dije – ahora mismo –. A ese chico no le rompes el pulso, te lo tienes que ganar, tienes que ir por la noche y ver qué le está pasando y al día siguiente llevarle a ayudar a otra gente. Ya sé que el pronóstico es un interrogante, pero a través de la dureza. ¡No!
B.: ¿Por qué en España no existen más expertos en la detección de la maldad, de la psicopatía?
J.U.: Primero porque la gente cree que la maldad no existe, entonces esto es muy llamativo. La gente cree que todo el mundo por serlo es bueno, pero hay gente que no lo es. Ni la mujer que mató a “Pececito”, (el niño Gabriel Cruz), que luego parece ser que había matado a su hijo. Esa mujer es mala. No es enferma, es mala.
B.: ¡Está demonizada!. La demonización existe.
J.U.: Sobre todo una maldad. Otra cosa es ver cuál es la característica que hace a una persona perversa. Sería el término. La perversión contra los demás. ¿Por qué hay gente que prende fuego al monte y le motiva que llegue el helicóptero y él haya llamado al 112 y sea el actor principal? Se explica desde la psicología. Lo que ya no se explica tanto es que cuando toda la gente del pueblo sale a apagar el fuego, él vuelve y prende fuego por detrás para pillar a la gente entre dos fuegos. Eso es la maldad.
B.: Humanos o casi humanos, siempre he mantenido la calificación de casi robots. ¿Crees que mucha de la demonización en general, se produce por mutaciones genéticas?. Es decir, ¿ cuanto mayor aumento de la población mundial, mayor aumento de la psicopatía?
J.U.: Bueno. Yo creo que los porcentajes se mantienen. No creo que tengamos un porcentaje mayor. Lo que sí creo es que la religión, por ejemplo, armonizaba lo que era el sentido de culpabilidad con pecado. Esto era muy problemático pero sí hacía que mucha gente desde un punto de vista más hipócrita se autodominaba. Hoy hay gente que no le da un sentido de trascendencia ni de que hay un futuro y entonces hace lo que quiere en el sentido de su propio placer. Por ejemplo, yo que he trabajado con muchos violadores… ¿Es una persona enferma?, ¡no!, ¿con un problema mental?, ¡no!, ¿es un enfermo moral?, ¡sí!. Si yo voy a la cárcel y le digo, – oye, aprovechando que estás en la cárcel voy a violar a tu mujer –, y te dice, – te mataría -. Luego sabe lo que está bien y lo que está mal. Lo que pasa es que él dice, – bueno, a mí me apetece –. “Montoya”, recientemente violó y mató a una chica, a Laura, de 27 años, profesora. Y que este había estado en la cárcel por haber asesinado.
B.: ¿No crees que eso es una mutación genética?, pues tanto el hermano como él son asesinos.
J.U.: Bueno, habría que estudiarlo mucho. Los dos son asesinos. Es cierto. Y los otros 5 hermanos tienen grandes problemas. Es un caso para estudiar muy interesante de qué características tiene de herencia y de fallas educativas. A la familia del “Rafita” sí los conocí, no creo que haya unas fallas genéticas, pero sí unas pautas educativas profundamente asociales, disociales, donde vale todo. Entonces claro, en ese contexto, un niño es muy posible que sea terrible.
B.: ¿Qué opinión te merece la Violencia de Género?
J.U.: Me parece que es un problema gravísimo. Me parece que es un hecho real, Me parece que debemos de ir a los datos exactos. Yo he sacado un librito después de estar con la fiscal de sala, después de estar de estar con la delegada del gobierno, y la Violencia de Género es un problema, pero que hay que abordar desde todos los lados, es decir, cuántos hombres agraden a las mujeres y cuántas mujeres agreden a los hombres, cuántos hombres agreden a los niños y cuántas mujeres agreden a los niños. Es verdad que la proporción es disparatadamente más alta de varones que comenten esos delitos, pero haríamos mal en no plantear absolutamente todo y no plantear la mediación, el mutuo acuerdo, el cómo promover las separaciones sin que se llegue al odio cainita. Y sobre todo cómo educar a nuestros niños hoy, sabedores de que muchos se van a separar, para que sepan abordar un tema siempre traumático, porque diga lo que diga el ser humano, no es igual que yo deje a alguien a que ese alguien me deje a mí.
B.: ¿Crees que tendría que haber algún tipo de ley donde se prohibiese a ciertas personas, según su patología, a tener hijos y que de ese modo se pudiera rebajar la criminalidad y regenerar la raza humana?. Es muy complejo.
J.U.: Eso es muy peligroso, porque estamos hablando de Eugenesia. Si la pregunta es, ¿hay padres que no deberían de serlo?, la respuesta categórica es sí. Hay padres que no deberían de serlo.
B.: Exacto. Esa es la pregunta.
J.U.: ¿El estado es quién para incapacitar, imposibilitar?… Te voy a poner un caso. En Andalucía hace años tuvimos una mujer que tuvo relaciones con distintos hombres, tuvo 8 hijos y todos fueron a Protección. Claro, son 9 problemas, la madre y los 8 hijos. Pero esto es un Estado de Derecho, con lo cual no le puedes hacer una ligadura de trompas, por lo tanto ese es el problema. Es todo un tema, el tema es ético. Si el día de mañana biológicamente podemos acabar con la posibilidad de que los violadores o los psicópatas se conduzcan, ¿debemos de emplear esos métodos? o ¿es acabar con la libertad del ser humano para la maldad?. Porque claro, la gracia del ser humano es que pudiendo ser malo, la inmensa mayoría de la gente somos muy buenos. Hay que preguntarse ¿por qué somos buenos?. Es una pregunta que la gente no se plantea y que es esencial.
B.: ¿La sobreprotección está tipificada como delito de maltrato hacia el hijo?
J.U.: Bueno, no está tanto como delito tipificada. La sobreprotección puede dañar al hijo, pero tiene que ser un caso de extremo, por ejemplo, que le dejes comer de todo al punto de que se ponga en una obesidad mórbida. Pero el sobreproteger, yo lo denuncio como algo que es problemático para el niño, pero no sé cuándo un juez valoraría que es delito.
B.: Como psicólogo, bien sabes que se estudia a los hermanos Grimm, los autores del cuento de la Cenicienta, donde en el cuento original es la madre la mala y les obligaron a cambiarlo por la madrastra y a partir de ahí, se hace tabú la maldad femenina. ¿Qué opinas del abuso sexual de una madre hacia el hijo que es tabú?
J.U.: Que es escasísimo. Yo sólo he encontrado un caso en Cuenca, es lo que se llama el gran incesto y tiene un pronóstico malísimo, muy malo, es muy devastador. Yo llevo muchos años y conocer lo que es un gran incesto, es decir, con todo, sólo conocí un caso y el final fue malo.
B.: ¿Tu mejor sueño?
J.U.: El siguiente libro. La siguiente ilusión. Que me voy a llevar a los chavales al campamento. Siempre estoy apasionado por lo siguiente que voy a hacer.
B.: ¿Qué significa para ti el amor?
J.U.: Es esencial. Otra cosa es que matice qué es el amor. ¿El amor es a tu familia?, pues quizás no, quizás para mí la familia es muy importante, pero no lo es menos los amigos y quizás, mi trabajo, mi profesión, mi psicología, mi compromiso con la sociedad sea lo más. Es decir, si tengo que quitarme de una cosa u otra, que no me fuercen.
B.: ¿Lo que más detestas?
J.U.: El cinismo continuado. Una mentira que está siempre, o sea, que ya no sabes cuál es la verdad y cuál es la mentira. Desconfío de esa persona.
B.: ¿Qué significado tiene la ira para ti?
J.U.: Un descontrol. Yo, por ejemplo, a veces no sé si tengo ira, pero, ¿sí me pongo a veces colérico?, puede ser, pero no me pasa jamás en el trabajo.
B.: Defíneme empatía.
J.U.: Pues es esa capacidad de ponerse en el lugar del otro de cómo te siente y cómo te valora. Pero un tema, diría, increíble, es una utopía. Yo no creo que la gente seamos tan empática y nos cuesta mucho ponernos en el lugar del otro.
B.: Defíneme a Javier Urra.
J.U.: Un tipo orgulloso de sí mismo, poco humilde. Un tipo muy trabajador, con capacidad de liderazgo y que ha sabido decir no a ofertas que la gente hubiera dicho que sí seguro.
B.: Muchísimas gracias, Don Javier Urra, ha sido un placer.
J.U.: Muchísimas gracias a ti y a ÑTV ESPAÑA, por supuesto.
Por B. SHIELDS
Escudo Veraz
Autor
- Productora Creativa. Experta en conducta criminal. Periodista
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La entrevista es penosa, las preguntas de trámite. Sugerencias.
Pregúntese, por ejemplo, al loquero este o cualquier otro si la Crucifixión de Jesucristo Nuestro Señor fue un acto de psicopatía colectiva del pueblo judío de Jerusalén, si se atreve a contestar (que va a ser que imposible, pues tiene una «reputación» que mantener frente a sus libros). O si existe algún político con nombres y apellidos que no sea psicópata, además de si existe alguien no psicópata entre sindicalistas, patronos, masones, periodistas subvencionados y millones y millones de otras personas. ¿A que eso nunca lo preguntan los periodistas, psicópatas demócratas o rara avis sanos?
Por otra parte, ¿se equivocan los evangelios cuando el Señor enseña que ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y que muchos lo siguen, mientras que estrecha y tortuosa es la senda que lleva a la salvación y pocos la siguen? ¿O se equivocó la Santísima Virgen María en Fátima, cuando afirmó en 1917 que los buenos serían suprimidos? Claro, es política y democráticamente incorrecto preguntar esto, ¡qué desfachatez!, y mucho más contestarlo, pues tiene consecuencias sobre la «reputación». Eso sí, de Dios no escapará este loquero ni ningún otro, como tampoco sus clientes (pacientes), depravados o no, víctimas o no.
El psicópata es aquel que vive como el centro del universo. Por eso se afirma de él que es insensible, y por eso el o la psicópata afirma que solo sentiría la muerte de su perro si lo atropellase, no si se tratase del perro de otro. Es la egolatría y el narcisismo en grado extremo de enfermedad, algo verdaderamente diabólico y horrible, especialmente cuando su violencia se ensaña en seres queridos (padre, madre, hermanos, esposa, esposo, hijos, amigos, etc.). El demonio es el gran psicópata. Así se nos presenta en el capítulo 4 de los evangelios de Mateo y Lucas, en las tentaciones del desierto, testimonio invalorable lamentablemente poco meditado. Eso es el psicópata. Para el psicópata todo está solo y exclusivamente disfrute de él o ella, para su servicio, para su uso, para su deseo del momento, para su apetencia, para su placer y para ser utilizado por su capricho o necesidad del momento, independientemente de la voluntad o sentimiento de los demás. No tolera la frustración, el sufrimiento, la cruz inherente a la vida. No admite la existencia del otro como persona, sino solo como objeto a su servicio. Y si ese «objeto» no le satisface, le contraviene o le frustra, o acaba con él o lo daña de uno u otro modo. ¿Y porqué es de dudoso o imposible recuperación? Porque el psicópata no ama, no sale de sí mismo, no se da, no goza en el bien y la felicidad ajena, no sufre por otra u otro, no le duele lo que le pase a otros. Y el amor es imposible inculcárselo, solo Dios puede recuperarlo, no una clínica de loqueros, por muy «profesionales» que sean. Lo más que se puede hacer por él o ella desde fuera es rezar, como santa Mónica por san Agustín cuando éste todavía no se había convertido, por su conversión, por su alma. Rezar hasta el límite sin desfallecer, pues hasta la Santísima Virgen María y el mismo Señor afirma a muchos santos que muchos se pierden porque no hay quien rece y se sacrifique por ellos o ellas. Dios todo lo puede, pero los loqueros, a lo más que llegarán es a drogarle de por vida para beneficio de farmacéuticas y de su propia profesión, pero no del paciente. Desgraciadamente la psiquiatría y la psicología se burlan y desprecian la Palabra de Dios, son ateas cerriles, desconocen lo que tratan. Incluso es vergonzoso para estos profesionales tan siquiera citar a Dios, temen «hacer el ridículo», se avergüenzan del Señor, niegan la eficacia de la oración y de la vida de fe. Niegan que Dios sea Todopoderoso y prefieren confiar en su fracasadísima «ciencia», engaño de legiones de necios.
Si los niños y niñas son educados al margen de Dios, incluso con odio contra Él y contra los religiosos, Dios, que es Amor, queda relegado de su vida, rechazado insensatamente por los que más precisan de su ayuda y presencia para bien suyo. Y si no se les enseña desde la más tierna infancia a amar a Dios sobre todas las demás cosas y personas, imposible será que acabe amando al prójimo, es decir, a comportarse con el prójimo como éste espera ser tratado por los demás. Fuera de Dios, cada vez es más probable que acabe siendo todo un psicópata en distinto grado o aceptación social (política) o de propagar la psicopatía de toda una sociedad aunque hay psicopatías de las que nunca se habla ni se condenan como tales y sí lo son (por ejemplo, por medio de los votos se ha implantado el aborto, incluso respaldado por jueces supremos, ejemplo de insensibilidad criminal generalizada o psicopatía generalizada, que no de «personas muy buenas» como sostenía el anticristo J. Jacob Rousseau y como parece hacer creer el loquero mediático éste, Urra, que no parece compartir la verdad de que todos somos pecadores). Por tanto, la psicopatía, la homosexualidad, las perversiones sexuales de todo tipo al margen de la santa castidad, el mal trato o violencia de género y degenerada (contra mujeres, hombres, ancianos, niños, etc.), que empieza por la promiscuidad pre matrimonial y el adulterio (no citado en la entrevista, pero que es demoledor, especialmente para los más pequeños, y no poco promotor de psicopatía futura en los niños y niñas de divorciados en especial) e innumerables males más que conducen a la autodestrucción del individuo y de la sociedad, empiezan por el rechazo soberbio de Dios en nuestras vidas, por el rechazo a la vida de fe y por la egolatría y narcisismo rampantes de una sociedad exclusivamente materialista de sujetos tendentes al narcisismo, la vanidad, la egolatría y el egoísmo que se buscan a sí mismos, utilizando a los otros, incluso los que deberían ser los más amados, siendo incapaces de amar, de darse generosamente, de buscar la felicidad en la felicidad de los otros. Pero para eso la hechicería de los loqueros nada puede hacer, salvo agravar aún más la situación por intereses médico-económicos-políticos. Mientras la soberbia generalizada no sea destruida por la santa humildad de reconocerlo, bastante bien está hoy el mundo, todavía, pues ya no debería quedar ni las cenizas de él.
Por cierto, fíjense ustedes en lo que este loquero mediático afirma a la pregunta sobre el amor. Por lo pronto afirma:
¿Qué significa para ti el amor?
J.U.: Es esencial. Otra cosa es que matice qué es el amor. ¿El amor es a tu familia?, pues quizás no, quizás para mí la familia es muy importante, pero no lo es menos los amigos y quizás, mi trabajo, mi profesión, mi psicología, mi compromiso con la sociedad sea lo más. Es decir, si tengo que quitarme de una cosa u otra, que no me fuercen.
Ni una sola mención a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Santísima Trinidad, Un solo Dios verdadero frente a tanto ídolo (incluso humano). Eso sí, mucho «quizás», como todo loquero, que no tiene nada claro de lo que habla y ni lo que piensa, porque no cree en Dios, así se lo enseñan desde la facultad de medicina, escuela de necedad si nos atenemos a lo que santos y santas revelan de palabras del mismo Señor y de la Santísima Virgen María. Y así, con tanta duda, con tanto «quizás», difícilmente puede ayudar al loco de turno, más bien lo contrario. ¿Confiaría alguien en su sano juicio (cristiano, por supuesto, fuera de Cristo no hay más que locura y necedad alimentada por soberbia insensata y creciente) en alguien que no tiene claras las cosas que son determinantes en la vida de todo hombre y mujer?
Los católicos verdaderos, los que no solo honran a Dios con los labios afirmarían que el Amor es Dios mismo, tal como el Espíritu Santo Paráclito nos lo recuerda por puño y letra de San Pablo. Dios es Amor, Amor en grado infinito, Misericordia infinita condicionada solo al arrepentimiento sincero y a la penitencia, caridad infinita salvadora y redentora. Amor es lo que Dios ha tenido por todas sus criaturas desde Adán hasta el último hombre y mujer del último día, apiadándose de nuestra condición de miserables pecadores mortales por nuestra culpa y pecados. Amor es la razón por la que Dios se abaja de su Infinita Majestad, se hace humilde entre los humildes, hasta nacer en un pesebre y vivir como un humilde más sin tener ni donde apoyar la cabeza. Amor es dar la vida por quien se ama, en la Cruz, soportando todos los pecados de la humanidad, desde el primero al último, porque no hay mayor amor que dar la vida por los amigos, a tal categoría de vértigo, inmerecidísima, nos elevó Dios en la Cruz, con Él, y de la que nos tiramos a las fosas sépticas con nuestros malditos y asquerosos pecados, sean cuales sean, pues no hay pecado menor, como nos enseñó santa Teresa de Jesús. Y esto lo comprende hasta el más profundo retrasado mental si le da la gana de entenderlo, salvo los loqueros y políticos, que mienten como serpientes o como falsos doctores responsables de mucho mal en el mundo. Y el mandamiento primero de Dios es amarle sobre todas las cosas y personas, con todo el corazón, con toda la mente, con todo el ser: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Es decir, que quien ama a su familia, a su padre, a su madre, a su esposa o esposo, a sus amigos, a sus hijos e hijas, etc., más que a Dios, no es digno de Dios. Así nos lo enseña el Señor, que no es «opinión» política o de «libre conciencia» (vaya estupidez). Y respecto al trabajo (o ocupación, pues hoy apenas se suda en actividad laboral alguna), profesión, psicología, «compromiso con la sociedad» (uuuuuuuuuuyyyyy qué fariseo suena esto…) y demás ídolos, sobran los argumentos contenidos en los santos Evangelios. Cuidado con los loqueros y con muchos otros «profesionales». Por sus frutos se conoce al árbol.
Y el segundo mandamiento, de igual categoría que éste y que es señal del cumplimiento del primero, pues no se ama a Dios si no se cumple este segundo mandamiento que tanto agrada a Dios, como si se le hiciese a sí mismo (por todo cuanto hicisteis a uno de estos más pequeños, a Mí me lo hicisteis…): Amarás al prójimo como a ti mismo. Respecto al prójimo, el mismo Señor Jesucristo, Dios encarnado, aclara este mandato en la famosa parábola del buen samaritano y otras muchas.
También hay que amar a los enemigos (hacerles el bien, responder con bien al mal que nos hagan. Los enemigos en términos personales, se entiende, no el Enemigo o satanás y sus ángeles) y rogar por quienes nos persigan. Para llevar a cabo éste mandato hace falta la gracia de Dios, pues de otro modo es imposible totalmente, como así lo han enseñado multitud de santos y santas a lo largo de toda la historia. Por eso ha de prevalecer el amor a Dios sobre nuestra justa cólera contra el malvado.
Y, el mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado. Esto va por los que forman parte de la Santa Iglesia Católica Apostólica, comenzando por los sucesores de san Pedro y los apóstoles, que son los que han de dar ejemplo y no dividirse en cismas por asquerosa política de codicias personales, conservadora o progresista hoy, de nobles, reyes y emperadores antaño. La política divide, el amor a Dios une. Y Dios no quiere cismas: «Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas. Y no has querido». Los cismas ofenden y ultrajan gravísimamente a Dios Nuestro Señor. Cismas nunca jamás, unidad siempre. Los errores se corrigen fraternalmente dentro de la familia católica, no se separa uno con soberbia creando su propia «iglesia» subjetiva.
Afirma además, este loquero:
Lo que sí creo es que la religión, por ejemplo, armonizaba lo que era el sentido de culpabilidad con pecado. Esto era muy problemático pero sí hacía que mucha gente desde un punto de vista más hipócrita se autodominaba.
La religión es culto a Dios, a Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero, que con el Padre y en unión al Espíritu Santo son un solo Dios. Y se rinde culto a Dios cuando se le conoce y se le ama. No porque lo mande nadie, que sobre el corazón no hay dictadura alguna salvo la que el propio ser permita. Sobre el corazón manda Dios. Y si se abre el corazón a Dios, es IMPOSIBLE no llegar a amarle y a procurar, por todos los medios, guardar sus mandamientos y su Palabra, porque se le ama y se desearía ardientemente, sobre todas las cosas, amarle muchísimo más, incluso hasta morir por amarle, aceptando cualquier condena, tortura, sufrimiento o cruz, por amor a Dios, del que hemos tenido todo lo bueno y santo, al que debemos todo lo bueno, vida incluida, y al que debemos nuestra salvación eterna y nuestra felicidad verdadera eterna. Por eso existe la religión, el culto a Dios. Está en todo ser humano, en toda criatura, como una llamada que viene de la conciencia, ignorada por la mayoría de la población y de los loqueros, especialmente los influidos para mal, como por ejemplo por el judío ateo S. Freud, un engreído que afirmaba que «Dios era una ilusión infantil» (creando complejos en los creyentes, como le había inducido a él el demonio, su señor).
La culpabilidad es propia de toda criatura con conciencia, es algo natural. Es el sentirse bien al haber actuado con recta y pura intención haciendo el bien, o el sentirse mal por haber obrado mal y causado daño a otros. Pero esto es independiente de si se tiene conocimiento o no de Dios. Incluso las tribus más bárbaras mostraban en sus miembros una actitud conforme a la conciencia de sus individuos. La conciencia la tienen todos los hombres y mujeres, solo que el ruido del mundo y sus reclamos (obra del demonio) distorsiona sus rectos juicios, de ahí que los psicópatas parezcan no tener conciencia, lo que ocurre es que la tienen vendada por su egolatría enferma. Hasta los niños de un año tienen conciencia (fíjense en lo que ocurre cuando se caen, que para ellos es una contrariedad aparte de haberse o no hecho algo de daño, cómo miran a sus padres para ver en su rostro la reacción y cómo reaccionan ellos en función de la alarma (padres primerizos) o aparente desinterés de sus padres ya más expertos. Prueba inequívoca de que el niño o la niña, ya tienen conciencia antes incluso de entender el bien y el mal y de poder hablar, como ejemplo entre muchos).
La conciencia une al hombre con Dios, el mundo la distorsiona y la silencia. Por eso, las personas que viven en pecado son reacias, no solo a que se les hable de Dios y a acudir a misa, sino incluso a oír sonar una campana de una iglesia, pues le recuerda el malestar interior que le acosa día tras día, para que cambie de vida y se arrepienta y haga penitencia.
La conciencia es tan connatural al hombre como el respirar y como cualquier miembro externo o interno de su cuerpo mortal. Solo que la conciencia no muere, acompaña al alma inmortal con su juicio particular. No se puede asesinar a la conciencia, es imposible. Tratar de hacerlo solo conducirá a las peores tiranías, al peor terror, el espiritual, como la que se vivió en Rusia a partir de 1917, donde se trató de suprimir a Dios de la vida de los individuos, y a la autodestrucción de poblaciones enteras en cuerpo y alma.
El pecado es un ultraje y una herida dolorosísima al alma y a Dios mismo. El pecado es la causa de la Pasión y la Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Si supiésemos las horribles consecuencias del pecado, no habría un solo hombre o mujer en el mundo que no se esforzase más allá de lo humanamente posible en no cometerlo. Preferiríamos la muerte un millón de veces antes que pecar. Aparte, el pecado es una declaración de guerra, un rechazo a Dios, un no quererle como Amigo, un acto de traición, de desagradecimiento, de locura, un rechazo a la Vida Eterna y a la Salvación y Redención, aparte de un decir sí a todo tipo de mal y al infierno mismo en compañía torturadora eterna de satanás, el seductor que hace creer que lo malo es bueno. El pecado es maldito sin límite. El pecador solo puede ser salvado por el arrepentimiento sincero y la penitencia ante Dios, en la confesión. Solo Dios puede curar el alma del pecado. El pecador tiene la posibilidad de redimirse en vida, el pecado no tiene otro destino que el infierno eterno, la separación definitiva de Dios, algo que nadie en su sano juicio podría desear, ni estando loco.
La judía hipocresía farisea consistía en auto justificarse frente a Dios en lugar de ser humilde y reconocerse pecador, pues pecador es todo hombre y mujer. Solo la Santísima Virgen María estuvo exenta de todo pecado por la Gracia inmensa de Dios, por ser la Llena de Gracia.
La religión nos ayuda a conocer y a amar más a Dios. Y quien ama a Dios, querrá rendirle la mayor gloria posible en su propia vida, cueste lo que le cueste. Del mismo modo que a un amigo no le tomamos por sparring de boxeo o le pisamos el cuello o le maltratamos, porque es nuestro amigo, y porque le defenderíamos, aún a cuenta de salir apaleados y muertos, ¡cuanto más no se querrá ofender y ultrajar a Dios y sí rendirle la mayor gloria con nuestras vidas, aunque nos cueste la propia! Por eso la religión es buena, la religión católica. Por eso el pecado es odioso y se procura evitar buscando la gracia de Dios para poder no caer en la tentación de cometerlo. Pero lo que no es concebible es que «la religión» o «los curas y obispos» o el catecismo, impidan o permitan tal o cual cosa. Lo que mueve un corazón católico, no es la Ley en sí, sino el amor a Dios. Por amor a Dios no queremos ofenderle y evitamos el pecado conscientes de nuestras debilidades. Por amor a Dios procuramos hacer el bien, es decir, amar, incluso a los que nos hacen mal. Por amor a Dios, que no porque nos metan en la cárcel, nos fusilen, nos desprecien, nos marginen y demás mamarrachadas frente al amor de Dios.