17/05/2024 05:25
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Si algo caracteriza a Pedro Sánchez es una absoluta carencia de principios éticos, una manifiesta indeterminación ideológica y un narcisismo rayano en lo patológico. Estos rasgos caracteriales, propios de un psicópata, determinan el que el Gobierno que desgraciadamente preside carezca de un programa político coherente basado en la defensa de los valores propios de la civilización occidental, la integridad territorial de la nación española y los derechos y libertades de la ciudadanía plasmados en la Constitución. Esta carencia de barreras morales y de líneas programáticas se ha conjugado con una desmedida ambición de poder, lo cual le ha llevado, junto a su escasa representación parlamentaria, a entregar las llaves de la gobernabilidad a un grupo de perturbados psíquicos compuesto por comunistas radicales, separatistas catalanes y filoterroristas vascos.

Como consecuencia de todo ello hemos podido ver en los últimos meses una serie de iniciativas legislativas que han dado lugar a la salida prematura de prisión de los golpistas catalanes, la disminución de las penas para los políticos corruptos y el blanqueamiento de los asesinos etarras. Si a ello le sumamos el adoctrinamiento de los niños en las escuelas empujándoles premeditadamente hacia la transexualidad mutiladora, el efecto llamada a la inmigración ilegal a golpe de subvenciones o la defensa de los “okupas” impidiendo su desalojo inmediato cabría pensar que la situación en España difícilmente podía empeorar.

Sin embargo, cuando de empeorar se trata es necesario reconocer que P. Sánchez es una auténtico maestro. Así, rendido a un ministerio de Igualdad que acoge en su seno a un grupo de trastornadas sexuales y deficientes intelectuales con Irene Montero a la cabeza, nuestro sectario presidente tuvo a bien el pasado mes de septiembre publicar en el BOE la “Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual”, más conocida como “ley del solo sí es sí”. Esta ley, como no podía ser de otra manera viniendo de quien viene, es un auténtico bodrio jurídico de principio a fin, fundamentalmente porque antepone los prejuicios ideológicos a la racionalidad y la sensatez. Así, con la intención de introducir el consentimiento expreso en las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, la ley elimina la distinción entre el abuso sexual y la agresión sexual, estableciendo un solo delito, el de agresión sexual, con independencia de si hubo intimidación o agresión. A este respecto cabría señalar que el consentimiento inequívoco por parte de la mujer a la hora de mantener relaciones sexuales ya formaba parte no solo del Código Penal de 1995, sino también del primer Código Penal español que data de 1882, y esto es así porque, evidentemente, lo que diferencia una relación sexual aceptada de una relación sexual forzada es precisamente la previa existencia del consentimiento por ambas partes. Por otra parte, la ley destruye el sistema jurídico vigente en todo país civilizado, ya que al aceptar como prueba irrefutable el testimonio de la acusación no solo invierte la carga de la prueba, sino que también elimina la presunción de inocencia del acusado hasta que no se demuestre probatoriamente lo contrario. En consecuencia, resulta obvio que es ésta una ley al servicio de una ideología feminazi que criminaliza al hombre y victimiza a la mujer, careciendo su diseño de cualquier tipo de solvencia jurídica.

Por otro lado, al unir ambos tipos delitos en uno solo, la ley hubo de contemplar una horquilla de penas cuyo límite inferior decrece, de tal forma que desde su promulgación se han rebajado las penas a más de 500 depredadores sexuales y se ha excarcelado a más de 30 violadores, con la consiguiente conmoción social. Ante tal aluvión de efectos indeseables lo razonable hubiera sido pedir perdón y proceder inmediatamente a cambiar la ley; obviamente las podemitas, en lugar de enmendar el desaguisado, salieron en tropel de sus madrigueras para acusar a los jueces de fascistas, retrógrados y machistas, sin caer tan siquiera en la consideración de que muchos de los jueces que aplicaron la rebaja de penas eran mujeres. Irene Montero dio un paso más en la escalada de violencia verbal llegando al despropósito de decir que las rebajas de penas se debían a “una ofensiva indecente de la derecha política, judicial y mediática”, mientras que otras podemitas de tronío, como Ángeles Rodríguez “Pam”, secretaria de Estado de Igualdad llegó a mofarse públicamente de las excarcelaciones, demostrando ambas así que su grado de inmoralidad y escaso respeto a las mujeres víctimas de violencia sexual no conoce límites.

De cualquier forma, lo más grave del caso es que antes de la promulgación de la ley el Gobierno socialcomunista tenía informes del Consejo de Estado, del CGPJ, de la Abogacía del Estado y de juristas del propio PSOE en los que se advertía de los efectos nocivos que tenía la ley, ya que, como establece el Código Penal en su Artículo 2.2 siempre deberá aplicarse la ley más favorable al reo, por lo que los jueces se verían obligados, para no prevaricar, a proceder a la rebaja de las penas impuestas a los agresores sexuales con la anterior ley. Sin embargo, a pesar de ello, P. Sánchez cedió a las presiones de Podemos y siguió adelante con al ley. De hecho, el psicópata monclovita no tuvo empacho alguno en declarar que la ley del “solo sí es sí” era “una ley de vanguardia, que iba a inspirar a otras muchas leyes en el mundo”, poniendo así una vez más de manifiesto que su hipocresía solo es comparable en magnitud a su egolatría. A su vez, Irene Montero, siempre tan histriónica y verborreica, venía a decirnos que la ley del “solo sí es sí” era “la principal conquista feminista de los últimos 20 años”, con lo cual vino a poner de manifiesto que vive en un mundo paralelo donde sus inconfesable anhelo de sojuzgar a los hombres reina en medio de recurrentes pesadillas nocturnas donde llega sola y borracha a casa.

Viniendo a contradecir las declaraciones del grotesco dúo formado por el señor de las mentiras y la dama de los excesos, las rebajas de penas y las excarcelaciones a los violadores crecían sin parar ante el rechazo generalizado de una sociedad que no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Tanto es así que pasados solo unos meses desde la promulgación de la ley saltaron todas las alarmas en la sede socialista de Ferraz, de tal forma que el tahúr de La Moncloa se vio obligado, por la fuerza de los hechos, a rectificar su estrategia, declarando que “es de sentido común reformar la ley del solo sí es sí, porque tras su aplicación ha tenido efectos indeseados”. Es decir, P. Sánchez en menos de 6 meses ha pasado sin solución de continuidad del panegírico desmesurado a la crítica acerva, sin por supuesto sonrojarse lo más mínimo ante semejante despropósito. Por su parte, la ministra cajera no ha dado todavía su brazo a torcer, alegando que no estaba dispuesta a permitir que las mujeres pasaran por un calvario probatorio, sin al parecer importarle lo más mínimo que mientras se vulnera la presunción de inocencia de los acusados los ya condenados por delitos sexuales se vean beneficiados por una ley básicamente aberrante.

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Decía el economista estadounidense Thomas Sowell que “No hay negocio más lucrativo que luchar por los derechos que ya se tienen, en nombre de opresiones que no existen, con dinero de aquellos a los que se califica de opresores”. La ley del “solo sí es sí” se enmarca dentro de esta pauta de actuación, ya que pone de manifiesto que el interés socialcomunista por las mujeres tiene más que ver con la búsqueda del voto femenino para afianzar su privilegiada posición que con la defensa de su integridad física, lo cual viene a demostrar fehacientemente que la mujer es para este grupo de fanáticos del poder tan solo un instrumento al servicio de sus espurios fines.

Autor

Rafael García Alonso
Rafael García Alonso
Rafael García Alonso.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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