17/05/2024 06:30
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Ya en los últimos tiempos del franquismo, la antiespaña externa e interna comenzó a devorar mentalmente a su odiada enemiga, del mismo modo que, según describe el escritor mexicano Juan José Arreola, hace el búho con sus presas. La realidad del manjar que hoy palpita en las garras del contubernio hispanófobo ha necesitado de una larga operación estratégica y analítica, de un lento proceso de preparación intestinal. La situación actual de nuestra patria ejemplifica una confabulación de profunda nutrición reflexiva.

Con la aguda penetración de sus garfios, los enemigos de España aprehendieron el objeto a engullir y desplegaron su peculiar estratagema para que se le entregara sin dolor ni percepción. Gracias a unos preparativos concienzudos y a una paciente espera, ese ente, conocido como Cofradía o Sistema, que ha tratado de pasar por algo imaginario e inefable, y siempre se ha mostrado poco dado a las efusiones informativas de persecución y captura, pudo avanzar por laberintos de sombra, es decir, por equívocos, ambigüedades y todo tipo de silogismos oscuros, que han ido a dar adonde hoy nos encontramos: la inminente destrucción patria.

Y todo este aparato de aniquilación previsto contra España y su esencia pudo llevarse a cabo a través del cauce de la democrática Transición. Para los promotores del Gobierno Globalista, del Estado Ecuménico, uno de los principales escollos lo constituía nuestra patria, no sólo por su situación geoestratégica, sino sobre todo por su significado histórico-moral. Y para alcanzar la empresa empeñaron su tradicional animosidad alquilando los servicios de nuestros compatriotas más desleales y pervertidos, que siempre es fácil encontrar en las filas socialcomunistas, así como en las hiladas de la derecha mercantilista y financiera, esa recua de magnates con su ringlera de señoritos y burgueses sectarios, venales y paniaguados.

El caso es que la asunción de la soberanía efectiva por parte de las oligarquías partidistas, que es en realidad nuestra forma de Estado, conlleva, aparte de su inmenso cúmulo de desgobiernos y arbitrariedades el desprecio a la iniciativa popular. Algo que acabamos de ver en estos días en los que un movimiento civil espontáneo, animando a la ciudadanía a salir a la calle para protestar por el comportamiento del principal partido gobernante, está tratando de ser sofocado por los esbirros capitalsocialistas y demás excrecencias, incluidas las derechas informativas de la teórica oposición, ninguneando o dejando caer sospechas sobre la claridad o inocencia de la opción popular, para inmediatamente procurar encauzarla a continuación.

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Todo lo cual revela al mundo entero, una vez más, que nuestro sistema de gobierno no es una democracia representativa, sino esa oligarquía partidista a la que nos referíamos, mediante la cual los partidos políticos de la casta son los únicos actores posibles de la vida política. Como esto es así, y así ha sido durante la farsa democrática de la Transición, ha llegado el momento de que esa iniciativa popular despreciada se oponga frontalmente a la partidocracia de los instalados y dirija los destinos de la nación. Algo arduo, pero por lo que merece la pena luchar.

Sin duda, esta es la hora de la sociedad civil, es decir, la hora de borrar la omnipresencia y omnipotencia de los partidos desleales que se han dedicado durante cuatro largas décadas a coartar o desviar o confundir la voluntad real ciudadana. Es el momento de que los ciudadanos de bien, aquellos que no se deben a falaces intereses de grupo ni a migajas clientelares, apartándose del influjo partidocrático, busquen los cauces adecuados para intervenir con habilidad en las decisiones regeneradoras que España necesita preceptiva y urgentemente.

Teniendo en cuenta, primero, que lo importante no es la ideología, sino los principios y el sentido común; segundo, que no hay círculo sin centro que lo engendre, ni hay rueda sin eje sobre el que gire y se sustente; y tercero, recordando a Ovidio, que en Las metamorfosis escribió: «Cuando se temen cosas peores son del caso los ruegos para evitarlas; pero cuando los males han llegado al último estado, ya se les pierde el temor y su misma gravedad influye ánimo y seguridad». Ánimo, pues, y a seguir ampliando la brecha abierta.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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