20/09/2024 22:45
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José Antonio González Alcantud es catedrático de Antropología Social de la Universidad de Granada, académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España, premio G. Cocchiara a los Estudios Antropológicos. Entre sus obras más recientes hemos de destacar: Lo moro. Las lógicas de la derrota y la formación del estereotipo islámico (2002); La fábrica de los estereotipos. Francia, nosotros y la europeidad (2006); Sísifo y la ciencia social. Variaciones de la antropología crítica (2008); El mito de al Ándalus (2014); Travesías estéticas. Etnografiando la literatura y las artes (2015); Al Ándalus y lo andaluz (2017); Literantropología (2022); Historia colonial de Marruecos, 1894-1961 (2019) y Qué es el Orientalismo (2021).

Pablo González Velasco es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Salamanca, coordinador del periódico ibérico eltrapezio.eu y especialista en iberismo. Su tesis sobre Gilberto Freyre y España: la constante iberista en su vida y obra fue finalista del Premio de Investigación de la Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste. Ha sido coordinador, junto con Jaume Reixach y Pablo Castro, de Iberia, tierra de fraternidad (2021) y, junto con Ángel B. Espina y Mário Hélio Gomes, de Iberotropicalismo: A Hispanidade, os Orientes e os Ocidentes na obra de Gilberto Freyre (2022). La Cámara Municipal de Cantagalo ha reconocido su investigación sobre la biografía brasileña de Américo Castro.

¿Por qué decidieron escribir un libro sobre el nuevo iberismo?

Nos conocimos a través del proyecto de la Universidad de Salamanca, y de su Centro de Estudios Brasileños, de homenajear al sociólogo Gilberto Freyre, que era un gran iberista, desde el lado americano. Porque perteneciendo a generaciones diferentes teníamos en común la inquietud por el destino político-cultural de nuestra península, geográficamente hablando. En un momento como este, en el que la crisis europea, y las tensiones internacionales aumentaban, sobre todo en el área mediterránea, recuperar la idea de Iberia, aunque no necesariamente unida, pero sí con proyectos en común y en alianza permanente, parecía afortunada. Y, además, extendiéndolo sobre Iberoamérica, volvíamos a sentirnos parte de un mundo con algo de unitario y federal. La Fundación Lisón-Donald, de Zaragoza, que perpetúa la obra del gran antropólogo Carmelo Lisón Tolosana, vio bien el proyecto de hacer un seminario, durante el tiempo pandémico, que fue el germen de este libro, al cual luego se añadieron nuevas contribuciones. Siendo un volumen colectivo, posee una unidad.

¿Cómo podemos definir el iberismo y por qué hablamos de uno nuevo?

El iberismo de hoy no plantea la unidad territorial como objetivo, sino que se concibe como una metodología de acercamiento a la realidad cultural y política, por ese orden. Parte del máximo respeto a las diferenciales de los «estados-nación» ya asentados, sea España y Portugal, pero no puede concebir que vivan su existencia a espaldas. La entrada conjunta en la UE a partir de 1986, el asentamiento de sus sistemas democráticos, el fin de los controles fronterizos en la Raya, la salida de Gran Bretaña de la UE, etc. todo ello ha facilitado la emergencia de este nuevo iberismo. A esto hay que añadir que el concepto «iberoamericano» sigue siendo operativo para definir unas realidades americanas, con unos procesos de colonización y mixtura étnico-cultural muy semejantes, y sobre todo muy diferentes de los anglosajones y franceses. La actual realidad de Iberoamérica, con sus sistemas democráticos en marcha, ya bastante firmes, miran hacia la comunidad de lengua y cultura sin complejos, y sin la subordinación criolla a la idea de «Madre Patria», ni para España y para Portugal. Se trata de espacios plurales de diálogo, que han facilitado muchos intelectuales. A título de ejemplo histórico el mencionado Gilberto Freyre y Américo Castro, entre una legión. Es nuevo, pero bebe en las fuentes de su existencia desde mitad del siglo XIX.

¿Por qué el iberismo es un concepto que muta con facilidad?

Al ser un concepto transversal podría servir de comodín a muchas ideologías políticas. Desde el anarquismo hasta los monárquicos de derechas. Incluso en los últimos tiempos se han agitado las aguas del iberismo grupos de extrema derecha, que en el fondo esconden nacionalismos irredentos. Pero nosotros concebimos que el iberismo es un espacio de «centro», sobre cuya centralidad pivotan la izquierda y la derecha, a la búsqueda de un nuevo espíritu territorial, de corte federalista, capaz de aunar a pueblos, ciudad y gentes delimitados por un espacio geográfico casi insular, como la península, condenados amigablemente a entenderse, tras siglos de desavenencias.

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Respondiendo concretamente a la pregunta que nos hace: ha mutado por efecto lógico de los cambios históricos. En el siglo XIX el iberismo era sobre todo dinástico, que buscaba la unión de las dos coronas; era republicano, cuando ponía la esperanza en la existencia de dos repúblicas, inclinadas a entenderse en su espíritu liberal; era anarquista, cuando el mesianismo, de larga tradición ibérica, echaba raíces, etc. Sin negar todo ese pasado, en el que nos inspiramos, y sobre el cual construimos la novedad de nuestra idea, el iberismo actual es mucho más moderno, en el sentido en que ha asumido la idea de patriotismo constitucional, que permite la disolución de la idea de «nación» tradicional, y se dirige a los valores compartidos –en este caso la democracia–, y que, en la concepción de Habermas, debe ser federal; y también es un referente no imperialista para el mundo. Al ser España y Portugal nos estados con un pasado colonial impresionante, y estar hoy desprovistas de esos lastres desde 1975, pueden ponerse de ejemplos dialógicos de la modernidad. En este nuevo iberismo hay muchas ventajas, y muy pocos inconvenientes. Juntos somos futuro. Aunque el iberismo tenga una idea federalizante en el plano cultural e incluso muchos iberistas simpaticen con el federalismo para España, en lo que se refiere al marco ibérico, lo que se propone es una Alianza ibérica aplicando con todo su vigor el nuevo Tratado de Amistad de Trujillo de 2021 y la Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo, iniciativas que partieron del Gobierno de António Costa. Evidentemente cada uno puede tener, en última instancia y en el plano literario-imaginativo, utopías ibéricas, sean más unitarias o federales, pero en el día a día el movimiento iberista debe ser pragmático y partir de la coordinación de las instituciones que actualmente existen. Es decir, que desde la realidad se vaya al ideal, y no al revés. Es la manera de hacer viable al iberismo.

¿Por qué hablan de la Iberia redescubierta, desde una perspectiva interdisciplinar, con preeminencia de la antropología, la historia, la literatura y la geopolítica?

Tanto España como Portugal, y en menor medida Iberoamérica, hemos estado muy ayunos de ciencia social. Cuando había que reflexionar tiramos por el lado del «pensamiento», y aunque hayamos dado figuras notables, a medio camino de la literatura, la filosofía, etc. nos faltaba la racionalidad interpretativa que tienen las ciencias sociales. De ello se resiente en el caso español que hayamos tenido que dejar en manos de los «hispanistas» externos la interpretación de nuestras cosas. La apertura de Portugal y España a la ciencia social en las últimas décadas nos permite ser más optimistas. Los absolutos se han venido abajo, y ahora se habla de memoria, de olvido, de plurilingüismo, de reconocimiento, etc. sin complejos y con instrumentos más sofisticados. A anotar que, por contra de estos avances, la llamada clase política, cada vez más empobrecida, al menos en España, sigue sin dejarse asesorar, y desde una arrogancia, la mayor parte de las veces fundada en la improvisación, suele tomar decisiones, que por azar pueden ser acertadas, pero sólo por azar.

¿En qué consiste la singularidad de la cultura ibérica?

En su fundamento latino y mediterráneo, y en su cercanía, hasta el extremo de ser otro fundamento, a las culturas magrebíes y africanas. Iberia es un lugar de intersección, que anómalamente en los siglos oscuros en los que prevaleció la concepción unitaria e intolerante del Estado nacional (y católico), perdió mucho capital, que ahora recupera. No hacía falta ser multicultural, una concepción norteamericana de la vida, sino simplemente mirar a la convivencia, que fuese coexistencia o diálogo verdadero (habría momentos para ambos) presenta una singularidad cultural. Uno de los fundamentos de esa singularidad es el peso demográfico de las ciudades y «pueblos» en la arquitectura demográfico-política, lo que nos inclina a la supremacía de las decisiones en el ámbito local; otra el haber sido una tierra ubérrima, en la que sin excesos, existe una producción agrícola y natural que nos hace autosuficientes, si acaso con el déficit energético, que intentamos superar con la apuesta por las renovables y otras fuentes de alimentación; tras períodos de dictadura catastróficos para la convivencia, ahora poseemos una suerte de templanza y podríamos casi afirmar que senequismo para ver las cosas en su relatividad, que expresa muy bien el sentido melancólico de la saudade lusa, que ahora nos invade a muchos españoles, etc. En fin, es mucha materia, que exige, para evitar esencialismos de la generación del 98, investigaciones conjuntas.

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¿Hasta qué punto esa singularidad ibérica puede sernos útil para tejer alianzas multinivel geopolíticas, entre España y Portugal?

Es nuestro destino, no podemos salirnos de él, si queremos sobrevivir, y ser faro, en un mundo cada vez más hostil y conflictivo, donde parece darle la razón a la teoría del choque de civilizaciones de Samuel Huntington. No hacer esa alianza en el mundo multipolar, tras la guerra híbrida mundial en marcha que viene, sería doblemente suicida. Iberia es un paso inexorable hacia América y hacia África. La UE debe ser consciente de ello, y de nuestros intereses en cuanto frontera político-cultural, admitiendo la singularidad ibérica. De manera que Iberia pueda realizar sus propios juegos geopolíticos de alianzas con África, musulmana y «negra» en bien de la estabilidad de la propia UE. Incluso existe una potente lusofonía africana que los españoles tenemos que redescubrir y estrechar relaciones. Creemos que casos concretos como los archipiélagos atlánticos obligan a entrar en la política africana, y no permanecer a la defensiva. Portugal y España son estados africanos, en la misma medida que europeos, y no ejercen el colonialismo, que dejaron atrás, aunque aún tengan responsabilidades derivadas de las descolonizaciones. Cara a América, tanto del norte, del sur o central, tienen todo un mundo, que pasa por reconocer de pleno la singularidad de lo americano, sin falsas ideologías de fraternidad. En ese sentido, en nuestro libro también damos un justo protagonismo al iberismo en Brasil, país que será clave en los próximos años para alentar una Iberoamérica más unida y presente en el escenario geopolítico internacional. Progresaremos en los intereses de América si los respetamos tal como son. En el único terreno donde cabe vigilarse mutuamente es en la estabilidad de los sistemas democráticos. En eso se debe ser inflexible.

¿Qué es lo que aporta este libro al iberismo, un concepto del que se ha hablado poco hasta ahora?

La opinión nuestra y de una serie de autores que han participado en él (António Sáez Delgado, César Rina Simón, José Antonio Rocamora Rocamora, Xerardo Pereiro, Pedro Azevedo, Antonio Pérez, Sérgio Campos Matos y Mario Helio Gomes de Lima) para hacer legible el pasado del iberismo, y ser capaces de reconocernos en un proyecto político de gran calado, como están mostrándonos las alianzas pragmáticas que Portugal y España están trenzando, y que muchos ciudadanos y políticos suyos, desde que se esfumó la frontera en la Raya, que ya sólo es un recuerdo de los recelos mutuos, exigen. No hay futuro para resolver la cuestión catalana, o vasca, gallega o andaluza, si no se equilibra la estructura peninsular con el diálogo abierto con los hermanos portugueses. Y para Portugal existe un innegable beneficio en sentirse parte de un gran proyecto geopolítico. Quizás como hizo la FAI habría que dejar a Portugal que pilotase el proyecto; los españoles somos demasiado arrogantes. Tenemos muchos mundos que «conquistar», hay que dar un nuevo sentido al Tratado de Tordesillas, ahora para buscar lo que nos une, que son intereses comunes.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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