18/09/2024 18:30

Para que Rusia llegara a traspasar las fronteras ucranianas, Occidente expandió la OTAN hacia el Este injustificadamente, máxime tras la disolución unilateral del Pacto de Varsovia, vulnerando además la palabra dada por James Baker de que no lo haría; respaldó durante años la cruel limpieza étnica de rusófilos por parte de Ucrania en el Dombás que se cobró la vida de unas 14.000 personas, mujeres y niños incluidos; provocó el golpe de Estado de Maidan en Ucrania, directamente propiciado por los EEUU según confesión de Victoria Nuland, con el fin de desplazar del poder al presidente Viktor Yanukovych elegido legal y democráticamente, partidario de una Ucrania neutral; animó a Ucrania a entrar en la OTAN a fin de colocar a dicha alianza en las mismas fronteras rusas; auspició los acuerdos de Minsk, que Moscú firmó de buena gana y fe con Kiev, que hoy sabemos por confesión voluntaria y pública de Angela Merkel que fueron una burda treta a fin de ganar tiempo para armar a Ucrania de cara a la potencial guerra con Rusia; y, finalmente, Boris Johnson saboteó el acuerdo de alto el fuego, y muy posiblemente de paz, que en 2022, al poco de abrirse las hostilidades, tenían ultimado Moscú y Kiev.

El objetivo de tan dilatado plan, cuyo motor fueron siempre los EEUU, fue desplazar y aislar a Rusia de su incipiente predominio en Europa, convencidos los norteamericanos, tanto como los dirigentes europeos en su constante sumisión a ellos, que la partida la tenían ganada.

Tras dos años y medio de guerra, Ucrania ha perdido el control del 20 por ciento de su territorio; ha sufrido cerca de medio millón de bajas entre muertos, heridos y prisioneros; ha perdido, desplazados a otros países, unos diez millones de personas; ha sufrido gravísimas destrucciones materiales; su deuda acumulada con el FMI es superior al 70 por ciento del PIB; y ha cedido a bajo coste sus mayores riquezas productivas –agrícolas, industriales y mineras- a fondos buitres norteamericanos.

Por su parte, Rusia no sólo no se ha resentido de las múltiples sanciones económicas, sino que incluso en algunos aspectos ha sabido fortalecerse.

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En el terreno militar, la guerra hace ya meses que la tiene más que perdida Ucrania, y con ella Occidente, estando al borde del colapso en su frente Oriental, así como en su penetración en Kursk, maniobra absurda y fracasada desde todo punto de vista con elevados costes humanos y materiales, arrastrando en su derrota a los países que hasta el momento la han sostenido en todos los aspectos cuyos arsenales y economías no dan para mucho más.

El resultado de todo ello ha sido, además, una sorpresa para los EEUU y sus aliados en todos los órdenes, habiendo cosechado sólo un gran y nuevo descrédito que se suma al de Afganistán, Irak, Siria y Libia, por citar los más notorios. Por contra, Rusia se ha consolidado como la potencia que es a pesar de todo lo sucedido, más aún cuando la guerra por encargo de los EEUU, junto con medio centenar de sus aliados, no ha conseguido ninguno de sus fines, ni siquiera el energético pues dichos aliados siguen suministrándose del gas y petróleo ruso por otras vías, España incluida. Además, los EEUU y sus aliados han provocado el acercamiento sutil, pero efectivo, de Rusia a China, Irán y la India, así como la aparición de fisuras en el bloque occidental tales como Turquía, Hungría y Eslovaquia.

Ante la evidencia de la debacle ucraniana, y con ella la de Occidente (EEUU-OTAN-UE), Kiev opta por la suicida huida hacia adelante de los desesperados, buscando por todos los medios provocar una guerra total y directa entre Occidente y Rusia, de ahí su empeño en que se le autorice a utilizar armas de largo alcance contra Rusia, posibilidad ante la cual Moscú ya ha advertido (no es una amenaza como se nos dice) que, si bien nunca será el primero, llegado el caso responderá con todo su potencial. El hecho de que por el momento los EEUU y la OTAN sigan negándose a tal permiso indica que han aprendido que Putin, cuyas críticas internas lo son sólo por su templanza y prudencia en la guerra y su negativa a escalarla, siempre cumple con su palabra.

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La cercanía de las elecciones norteamericanas planea sobre unos y otros. Por un lado, porque los demócratas tienen que justificar con algún éxito (victoria) los casi 210.000 millones de dólares entregados a Kiev (más otros tantos de euros de parte de la Unión Europea). Por otro, porque Trump ya ha dicho que forzará el final negociado inmediato del conflicto, lo que significa la aceptación de la derrota por parte de la OTAN, por supuesto no explícitamente, mientras que para Ucrania perder territorio a cambio de concesiones.

Todo lo dicho, más otros aspectos no menores pero para los que no hay espacio -por ejemplo, la censura y desinformación con que se nos maltrata por parte de nuestras autoridades-, evidencian que estamos, en Occidente, sin excepciones, en manos de unos sinvergüenzas redomados, degenerados repugnantes, enfermos mentales, irresponsables crónicos, facinerosos sin escrúpulos, mentirosos compulsivos, estúpidos recalcitrantes y anoréxicos intelectuales, es decir, en manos de criminales de lesa humanidad cuyo desprecio por nosotros llega hasta el punto de ponernos al borde de un cataclismo descomunal como nunca antes, pues de traspasar la última línea roja que les queda, es decir, esa autorización a Kiev para utilizar armas de largo alcance contra Rusia, la lógica respuesta de ésta significará la guerra total cuyas consecuencias muy posiblemente serían definitivas para millones de personas.

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Francisco Bendala Ayuso
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Surreal

También son siervos de Satanás que los promueve y protege.

Observador

Así es. Pero hay que considerar qué ya la OTAN está en combate con Rusia, son instructores y soldados en batalla. Y además los que manejan los misiles los guían y señalan y marcan el objetivo son soldados OTAN, porque el ejercito ucraniano no tiene capacidad ni fignacion para manejar los atacms ni los misiles de medio y largo alcance que la OTAN,estados unidos, quiere dar. Y tampoco es necesario que los que manejan esos misiles estén en ucrania, pueden estar sentados cómodamente con una hamburguesa cerveza y Cocacola en Londres o Washington en Paris o Madrid.

Manuel Garrucha

La tercera Guerra Mundial ya comenzó hace tiempo y paulatinamente, entraremos todos en ese barco.

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