20/09/2024 00:04

Es lógico que, en una democracia podrida, las citas electorales estén podridas, como está podrida gran parte de la otrora ciudadanía. Todo aquí y en esta hora es una fatigosa tragicomedia. ¿A quién puede secundar e imitar la canalla, la hez del pueblo, sino al socialcomunismo y a sus cómplices? Y por su parte, ¿ qué puede esperarse de unas ideologías y de unos ideólogos que necesitan de la ignorancia, de la vulgaridad, del fanatismo y del odio para sostenerse? Los Gobiernos y sus cuates requieren el favor de plumas ágiles y reputadas en la mala intención, lo que llamamos propaganda, pues la opinión pública, aunque esté reprimida, es una fuerza y conviene tenerla dormida, envilecida o propicia. Lo que se precisa aquí son unas manos que ayuden a colocar en el edificio social la piedra fundamental del reino, que no es otra cosa que la justicia.

Si no existe acontecimiento en este mundo que no tenga su importancia, qué podrá decirse de este cúmulo de escándalos y abominaciones causados por el socialcomunismo y por sus cómplices. Tristes y amargos son estos sucesos e incidentes que nos afectan en esta hora y que, como siempre, recaen sobre la parte sana del pueblo. En cuanto a lo que se dice, todo el mundo está descontento, todo el mundo se queja, pero quien dice todo el mundo dice nadie. Porque todas esas quejas y maldiciones, sólo producirán algunos rayos y truenos, y eso es todo; la verdadera tempestad no caerá hasta que haya un guía que sepa conducir a ese pueblo de espíritu libre que padece los delitos de los hoy poderosos. El ingenio se combate con el ingenio. Y las taimadas y experimentadas estrategias y propagandas, con unas informaciones y tácticas más hábiles.

¿Hay alguien ahí para lograrlo? Porque esa es la cuestión: maniobrar con más pericia que los rastreros sistémicos, ser más hábil que esos bandidos que sostienen las bridas y, a poder ser, hacerlo con honradez y dignidad, pues el Sistema, ese ente que controla instituciones y por ende elecciones, está integrado por gente que jamás utiliza la virtud, ni siquiera por interés, y por eso seguirán asolando moral y socialmente a los espíritus libres, a la gente que se esfuerza y produce, porque la obligan a creer y sufrir lo que se proponen, ya que no han nacido artífices equiparables en el mentir y en apresar a su prójimo para subsistir; tan artistas son en el engaño y en la caza humana que ni aun por descuido dicen verdad ni muestran piedad ni contrición.

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A estos personajes hay que ponerles una pera de angustia para que dejen de mentir, o mejor aún, hay que enviarles a comer al infierno sin confesión, para que finalicen sus atropellos. Se ha dicho mil veces, pero se debe insistir en la imagen: se está dilucidando un combate, uno más entre los acaecidos a lo largo de la historia: la batalla del Bien contra el Mal. Todo aquél que desprecia al canalla se arriesga a sufrir su venganza. Porque todo infame, en su maldad y soberbia, -más aún si está contra las cuerdas- anhela quedar vengado del desprecio recibido. Y, sin duda, es obligado liquidar, sociopolíticamente hablando, a la gentuza, sea esta electora o elegida. Y también a los gurruminos. Pues esta es la hora del gran envite.

No es esta la hora de intentar averiguar si los dioses existen en el cielo, ni de tertulias más o menos bienintencionadas que sólo saben sorprenderse de los escándalos cotidianos y que acaban disolviéndose en la inoperancia más absoluta. ¡Avanzamos, avanzamos!, cuentan en los medios resistentes. ¡Mañana, mañana!, dicen sin cesar. Pero preguntemos, ¿ cuándo llegará ese mañana? Ese mañana, ¿a qué precio se puede comprar? ¿Viviremos mañana? Vivir hoy, como nos dijo el poeta Marcial, sería ya demasiado tarde. Lo más sabio es que hayamos vivido desde ayer. Es hora de unidad y de concentrarse en el objetivo. Puesto que somos mortales, debemos ocuparnos de cosas mortales. Y el asunto axial consiste en impedir que la maldad acabe con la verdad, con la libertad y con la justicia. ¿Hay alguien ahí, entre los que también ostentan alguna habilidad y algún poder, dispuestos a ponerlos al servicio del Bien? Si se deciden, la historia se lo reconocerá.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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