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En Estados Unidos se conoce al 7 de diciembre como “el día de la infamia”, por ser el día que la aviación japonesa atacó la base naval de Pearl Harbour. Con tener razón, se equivocan la mayoría de los yanquis, porque imputaron e imputan la infamia al Japón, cuando la verdadera infamia la cometió su presidente, Franklin Delano Roosevelt, que conocía desde mucho tiempo atrás las intenciones japonesas, y ordenó ocultárselas al jefe de la base, con la idea de aumentar los daños del ataque y exacerbar la belicosidad de sus conciudadanos, hasta entonces reacios a entrar en la guerra mundial.
Confieso que al escribir el artículo con éste título, dudé si fecharlo el 11 de marzo o el 14, porque ambos días tienen en Españistán méritos suficientes para merecer esa calificación.
Ya es secreto a voces que el atentado del 11 de marzo de 2004 no lo perpetraron un grupo de radicales islámicos incontrolados. Fue nuestra querida OTAN, con la colaboración indispensable de nuestras propias fuerzas de seguridad (¡valiente seguridad nos proporcionan!), las que cometieron los casi 200 asesinatos, y ocultaron luego las pruebas, con la complicidad de la “justicia” (ofende llamarla así).
Pasada ya esa fecha, y dado que ya ha sido motivo de numerosos artículos en los medios alternativos, donde no queda duda de la infamia que se cometió con nosotros, asesinándonos primero y engañándonos después, nos centraremos en la de hoy, mirando al aciago día 14 de marzo de 2020.
Aquél día, nuevamente, el asesinato vino acompañado de la mentira, para encubrir a los verdaderos asesinos.
Que el virus del gamusino no existe, es público y notorio, y quien aún no lo sepa, que consulte la hemeroteca:
Sin embargo, un dato tan sencillo, nos fue ocultado a los ciudadanos por todos los poderes del Bastardo estado: ejecutivo, legislativo, judicial y mediático, todos de acuerdo en contarnos la misma y burda mentira, para ocultar a los verdaderos asesinos.
Tan unánime fue el discurso, en otros asuntos cosméticos muy discrepante, que una inmensa mayoría trago las ruedas de molino.
Los impropiamente llamados homo sapiens sapiens, más bien homo ovis stultus, presas del pánico, encerrados en casa y escondidos debajo de la cama, de dónde sólo salían para aplaudir a sus carceleros a las 20:00 hs.
El personal que ocupaba lo que los carceleros definieron como “actividades esenciales”, no disimulaban su disgusto de tener que acudir a los puestos “de más riesgo y fatiga”, envidiando a los que estaban encerrados en casa.
Las bandas de esbirros se disfrazaban de carceleros 8 horas al día, y el resto se ponían el traje de rayas de presidiario, disimulando a duras penas su esquizofrenia.
El personal sanitario se prestó gustoso a obedecer criminales protocolos, que asesinaron, y siguen asesinando, a decenas de miles de personas, con las que engordaron las cifras de “muertos covid”, con las que, a su vez, metieron aún más miedo al rebaño, y endurecieron aún más las medidas.
A la cuenta de esos “muertos covid” se sumaron los de la gripe habitual, que dos años antes mató a 15.000 personas. El rebaño, aturdido y asustado, no vio extraño que esa enfermedad desapareciera. Si lo dice el jefe, tiene que ser cierto, porque el jefe nunca se equivoca, ni mucho menos nos miente.
Algunos sospechamos que las cuentas millonarias en bancos extranjeros, que aparecen ahora a muchos de nuestros próceres, y abiertas en fechas muy próximas al “día de la infamia”, tienen algo que ver con esa celebración. Las pruebas, si alguien se atreve a practicarlas, nos demostrarán si las cuentas son ciertas o falsas, y si existe relación.
Y aquí estamos, tres años después, y muchos siguen enrocados en sus mentiras.
Como no despierte pronto un porcentaje sustancial del rebaño, a no mucho tardar veremos eliminados definitivamente aquellos derechos y libertades que antes creíamos que teníamos.
La excusa, para confundir a los más estúpidos, la irán adaptando a los tiempos (guerra, calenta-miento, ovnis…), pero el resultado será siempre el mismo: menos población y menos derechos.
Pero no desesperemos, que muchos seguirán aplaudiendo.
Autor
- Guerrillero insurgente. El sistema lo describe como negacionista, conspiranoico, anticientífico, egoísta e insolidario. Él se cisca en el sistema y no ceja esfuerzos para derribarlo. No usa trabuco, pero a su ordenador lo llama “La MG-42”.
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