21/11/2024 11:40

Es extraño que el simio sin principios ni valores morales no haya presentado cabeza abajo su último libro sobre andanzas delictivas y encubiertas. Capaz de todo para mantenerse torticeramente en el poder bastardo, se habría columpiado como un mono. No sería raro verlo hacer el pino en el Congreso de los Diputados, convertido en circo de 173 payasos peligrosos, si lo exige el espectáculo de la desvergüenza y la indignidad.

Por otro lado, a los españoles hartos de las fullerías de quien ha destrozado España en cinco años, no les importaría ver metafóricamente hablando, a un Pedro Sánchez colgado por los pies y sacudido para que caigan los objetos de su latrocinio, las ganancias ilícitas de su prevaricación brutal contra los recursos del Estado; agitado para que por la gravedad se precipiten las pruebas delictivas al frente de un gobierno de España secuestrado por fraude electoral permanente; cogido por los tobillos para que bien sacudido suelte hasta el último minuto robado del reloj de los españoles con una estafa política sin precedentes. Colgado por los pies y luego llevado a la celda para ser juzgado. Y no es delito de odio decir esto, sino una declaración de intenciones identificado el delincuente para que asuma la responsabilidad criminal.

Un Pedro Sánchez metafóricamente colgado por los pies sería un Pedro Sánchez políticamente acabado. El punto de inflexión que necesita la España histórica para dejar atrás este periplo oscuro es el carcelario de Pedro Sánchez. El modo de decirlo varía y la interpretación también, pero está claro que las manifestaciones de Santiago Abascal no dejan de ser un recurso estilístico mucho menos taxativo o delictivo que sugerir públicamente guillotinar al rey o echar a los Borbones a los tiburones. Recursos poco sutiles y muy radicales de esa izquierda que se arroga la superioridad moral para juzgar como delito de odio otras manifestaciones.

Unas manifestaciones que pueden ser hasta premonitorias, pues a no ser que una particular y repugnante visión de la política transformista por parte de delincuentes comunes logre arrebatar la razón de ser de España, tarde o temprano habrá una reacción radical frente a los abusos de un ser sin escrúpulos que suma a la condición estrafalaria de un payaso que ha comprado con dinero público su propio circo, la criminal del tirano que impone sus caprichos  a costa de la supervivencia del país que ha tomado al asalto. Una combinación inaceptable para el sentido común de una ciudadanía que es víctima de una estafa a gran escala desde la justificación de la política, convertida en un artificio delictivo que no pasa inadvertido por lo escandaloso de su proyección y ejecución, a remolque de los pactos que necesita un miserable para mantenerse en la poltrona de un poder prostituido. La expresión de colgar por los pies alude a que a todo cerdo le llega su San Martín; lo mismo vale para indicar que quien mal anda, mal acaba o que, dando la vuelta al ladrón para ponerle cabeza abajo, al agitarlo cae el botín que esconde. No es sospecha sino certeza, sólo encubierta por el sectarismo de la justicia intervenida, que en La Moncloa se ocultan muchos cadáveres de la gestión sanchista que le llevarían, metafóricamente hablando, a la picota de la ira popular.

Durante cinco años ha traspasado todos los límites de la ley en tanto se ha asegurado de ensancharlos artificiosamente con la prevaricación y la conculcación de la separación de poderes que un día le pasará factura. Porque a diferencia de otros tiranos que fueron arrebatados de sus poltronas por la ira popular, Sánchez no acumula, salvo las mentiras que le son herramientas propias para mantener el espejismo de su gestión, ningún mérito o atenuante que le sirva de justificación ante un tribunal imparcial o el implacable tribunal de la Historia. Otros fueron los escupidos por el pueblo cuando llegó el momento del declive o la reacción ante el yugo, y no fueron tan perjudiciales como resulta ser el sátrapa de La Moncloa que ha sobrepasado, con mucho, los errores que cometieron otros gobernantes que acabaron devorados por la indignación ciudadana.

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Es verdad que Benito Mussolini, siendo amante de Italia y menos dañino que Sánchez para España, fue exhibido cabeza abajo junto a su amante Clara Petacci. Fueron fusilados, golpeados con martillos y mostrados para escarnio público sus cadáveres que hasta fueron amputados en una plaza céntrica de Milán. Pero también se pone cabeza abajo al ladrón colgado por los pies, es un decir, para que le caiga el botín robado al suelo. Santiago Abascal se refería claramente al segundo caso siendo político templado y que siempre aboga por la norma de la Justicia, la deseable y  convencional, a diferencia de los radicales de la siniestra.

Son muchos los hipócritas que se rasgan las vestiduras para mantener la sopa boba del parasitismo repugnante del que viven; son tantos como miles de millones de euros usados para comprar sus miserables voluntades y vender literalmente el alma al diablo. Atacan a Santiago Abascal por una retórica evidente y se callan como bastardos de la dignidad que son ante otras amenazas menos ambiguas. Braman y claman a conveniencia con estruendosos rebuznos para complacer al pagador que ha secuestrado, por maliciosa falta de escrúpulos morales, a una España harta de viscerales engaños. La España que pondría cabeza abajo a Pedro Sánchez para agitarlo y con la prueba delictiva desparramada kilométricamente por los suelos, enfrentarlo a un tribunal que no sea como el lupanar de una sauna gay donde desarrolló su carrera personal causal y criminalmente condicionada por la política. Al psicópata le vino bien militar en el PSOE. Colgar por los pies a un ladrón no significa odiarlo, aunque sí se le aborrezca; es cuestión de Justicia y de que se muestren las pruebas del delito. Tal y como se refería Santiago Abascal, a quien se pretende juzgar por el delito de odio que cada día muestra Pedro Sánchez y sus cómplices contra España.

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Editor ÑTV ESPAÑA
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Aliena

Bueno, babeo voxero sin enejundia, «sanchismo» a garrafas, todo para distrer. Muchas gracias por no mencionar NI UNA de las medidas que se están tomando – y aplicando – HOY para la destrucción de españa ( y no me refiero a la basurienta, pactadísima, requete-aceptada, «amnistía», mucho menos dañina que la de 1977 por cierto, menos deleznable que tantos constitucionalísimas medidas autonomistas y disgregadoras de nuestra patria ). Sigan con sus jueguecitos de mesa, como buenos trileros.

Proby

A Mussolini sus asesinos NO le colgaron «boca abajo». Le colgaron CABEZA ABAJO. «Boca abajo» significa «tendido con la cara hacia el suelo», lo que en latín se llama «decúbito prono», es decir, la postura en la que uno se pone para hacer flexiones.

Última edición: 11 meses hace por Proby
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