21/11/2024 12:01
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Esta tribuna pretende contribuir a animar o impulsar la pasión por la cultura (lo importante de la vida). Advierto la creación de un nuevo género literario entre lo estético-artístico, lo poético y lo literario-filosófico; de interés para pasarlo bien. Ya apuntaba Joseph Beuys que la mejor obra de arte es una buena conversación. El arte ha perdido el rumbo artístico. Sin embargo, el arte literariamente es cierto. ¿Termina primando la versión literaria del arte, una especie de relato metafórico donde el crítico se convierte en artista a través de la imaginación del relato? Se revaloriza el uso de la metáfora propio de Ortega o de Nietzsche (Sarah Kofman, Nietzsche y la metáfora, 1972), o aquello otro de Mallarmé: la escritura en definitiva trata de emular el lujo de lo visto. La nueva actitud parte de preguntarse lo que se preguntaba ya Roland Barthes: «qué es lo que convierte –a un mensaje verbal– en una obra de arte». Hemos llegado a un punto en que lo mejor es el disfrute de la lectura de este tipo de obras de arte (El análisis teórico en el susurro del lenguaje). En la propia filosofía prima lo poético, como introdujera Heidegger y culmina por ejemplo Alain Badiou.

Nadie se ha dado cuenta de que ha surgido un género nuevo, acaso del de mayor interés actualmente. ¿Es el mejor arte actual, ese arte escrito sobre el arte? El placer estético, mal visto –y prohibido con rigor casi de censura– por los nuevos del arte, se aprecia y valora bien en este otro campo. Aproveche, pues, este reducto, el sediento de belleza, o el espectador olvidado por el arte. Textos, a veces divagaciones sobre un arte de partida, que pueden tener un interés estético similar o mayor al de la propia poesía: el contacto con la belleza puede ser incluso más directo o inmediato. Textos que aprovechan toda esa cultura de siglos que adquirimos en nuestras lecturas y estudios, una especie de apropiacionismo para crear algo nuevo. Textos que parten de referentes culturales, como excusas, para la elucubración poético-estética.
 
El arte, pues, no ha muerto. El placer estético no lo quieren los artistas en el arte, pero lo encontramos a través de los textos que provocan. Su lectura provoca disfrute. Cualquiera puede «adquirir» parte de la belleza. Se ha generado, pues, un género difuso o híbrido; palabra de moda. Obras tales como, por ejemplo, Vislumbres de Georges Dibi-Huberman, con descripciones de sensaciones personales mezcladas con reflexiones artísticas.
 
Obras tales como, por ejemplo, Studiolo, o ¿Qué es lo contemporáneo? de Giorgio Agamben, abriendo espacios para la divagación o conversación personal, el paraíso de los sentidos, la descripción de sensaciones. Obras tales como, por ejemplo, La respuesta a Lord Chandos, del gran Pascal Quignard, con maravillosos pasajes sobre la melancolía del escritor o estudioso, o la belleza en retroceso. Obras poético-estéticas tales como La sensación de sinsabor y el placer estético, de la que soy autor, junto a otras obras como Sentir superior, usando este mismo método poético-estético para descubrir las conversaciones entre Lully y el Rey Sol, o AisthesisCantos a la belleza, donde la estética es ratio completa del proceder poético. Obras tales, en cuanto al estilo, como las distintas publicaciones de Fernando Castro Flórez, que son todo un canto de erudición y magisterio de la estética. O las de H. Blumenberg, Naufragio de un espectador. Paradigma de una metáfora de la existencia, o Daniel Innerarity, La filosofía como una de las bellas artes, etc. Pero el «método» de este nuevo género literario lo aporta Alexander Nemerov, El vuelo de la forma: el autor nos traslada a la historia pero pretendiendo hacer relatos estéticos o poesía del arte (Kunstgedichte).
 

Se trata de una actitud filosófica que se relaciona con el arte, una filosofía como una de las bellas artes, una actitud estético-poética, en definitiva, cuyo quicio por cierto es la sensación intelectual personal. Se trata de la fuerza de la filosofía ante la inconsistencia de la realidad cuando esta no es artística. Del poderío de las metáforas y de aferrarse a una posición de espectador de naufragios. Un simple artículo de revista de estética puede ser fuente de placer. Se trata de componer, de componer frases. Con posible riesgo de palabrería, cierto, que no descompone ni corroe la idea. Animo a la lectura de estas formas de cultura artística. La denostada belleza encuentra un posible cauce. Aprovechemos, el placer estético; aquí que nos está permitido.

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FUENTE: https://www.larazon.es/opinion/20221012/y7qieaymivhm3hi5bocft54cnq.html

Autor

Santiago González-Varas Ibáñez
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