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El presidente Pedro Sánchez, nacido en 1972, tres años antes de la muerte de Franco, es indiscutiblemente, a tenor de sus hechos, un fanático de la memoria histórica. En enero de 2020 elevó el rango de la Dirección General para la Memoria Histórica a Secretaría de Estado para la Memoria Democrática. Probablemente al cambiar Histórica por Democrática tomó como referencia a la comunista República Democrática de Alemania. No sólo elevó su rango, sino que la dotó también de una Dirección General de Memoria Democrática. A Sánchez no parece preocuparle el despilfarro cuando hay que promover lo que considera una “actuación que el pueblo español reclama a gritos”. Puso al frente de la nueva Secretaría de Estado a Fernando Martínez que era el anterior director general para la Memoria Histórica.
Fernando Martínez, el embajador Inocencio Arias y mi familia materna tenemos en común el proceder de un mismo pequeño y bonito pueblo almeriense de la comarca de los Vélez. Fernando ya en la época de la Transición militaba en el Movimiento Comunista. En 1979, estando en Almería, fui a escucharle a un mitin donde dio una arenga tremendamente radical y profundamente marxista. Más adelante se incorporó al PSOE sin importarle que, en 1979, Felipe González hubiera logrado que el partido renunciara a su ideario marxista, como así sigue siendo hoy. No obstante, las raíces marxistas persistieron según parece en Fernando, al igual que en otros muchos militantes, y encontraron su plasmación en diciembre de 2007, cuando el insigne Zapatero hizo aprobar la Ley de Memoria Histórica. Es innegable que esta ley no está inspirada en la reconciliación, ni en la búsqueda de la verdad completa sobre el periodo de la República ni de los hechos de la Guerra Civil en el frente y en la retaguardia. Parece simplemente orientada a ensalzar a los participantes del lado rojo, incluidos los criminales, y a denostar y descalificar a los del bando vencedor poniéndolos en el mismo plano que los nazis hitlerianos.
Parece mentira que Fernando Martínez, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Almería, tenga tan escasos conocimientos históricos. Cabe pensar que desconoce, entre otras cosas, las siguientes:
Que Marx y Engels, en 1879, persiguieron a Eduard Bernstein, considerado hoy el padre de la socialdemocracia europea, no marxista. Bernstein pretendía que el partido socialista alemán, entonces llamado impropiamente socialdemócrata, tomara una línea moderada renunciando a la revolución violenta, a la dictadura del proletariado y a la eliminación despótica de la propiedad privada.
Que Lenin no derribó al zar, sino que dio un golpe de estado armado en noviembre de 1917 contra el gobierno provisional presidido por Kerenski que, en marzo de ese año, lo había derrocado,
Que Lenin hizo un gobierno monocolor, cambiando el título de ministros por el de Comisarios del Pueblo. Además, como sólo obtuvo un 24% de votos en las elecciones a la Asamblea Constituyente, la disolvió en enero de 1918 y nunca más permitió elecciones libres.
Que creó la CHEKA, el terrible órgano policial armado, que le permitió constituir y mantener su dictadura. Por cierto, Fernando, ¿vas a incluir entre tus actuaciones una valoración de las checas en la zona roja desde 1936 a 1939?
Que Stalin creó un sistema de terror de tal magnitud que dejó pequeño a Hitler y que debería ser causa suficiente para que hoy en día la palabra Comunismo se identificara ineludiblemente con el crimen.
Que la treintena de regímenes comunistas que en el mundo han sido se han declarado todos marxistas, lo que demuestra la identidad entre el pensamiento marxista y los regímenes que inspira. Más de 100 millones de asesinatos.
Que el Parlamento Europeo, el 19 de septiembre de 2019, dictó una resolución en la que pide a todos los Estados miembros de la Unión que hagan una evaluación clara de los crímenes y los actos de agresión perpetrados por los regímenes comunistas totalitarios y el régimen nazi. Eso, obviamente, incluiría la evaluación de lo que los comunistas, enviados por Stalin, hicieron en España en la retaguardia de la zona roja.
Todo ello lleva a concluir que el secretario de Estado y los que apoyan el revisionismo, solo para un lado de la triste Guerra Civil, están ciegos a la verdad histórica e imbuidos de un odio absurdo. Quieren dejar atrás los acuerdos de reconciliación de nuestra Transición, y a la vez no se atreven a hacer la menor condena a las actuales dictaduras marxistas de los países hermanos Cuba y Venezuela.
No, Fernando, no es ese el camino. Más valdría que tomaras como ejemplo a Emilio Cárdenas Díaz de Espada, sacerdote marianista, párroco de Vélez Blanco, que entre 1986 y 1989 promovió la colocación, en el cementerio, de una lápida cuyo epitafio dice: “EN PIADOSO RECUERDO A LOS MUERTOS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. ETERNO DESCANSO A LOS DIFUNTOS. PAZ ENTRE LOS HERMANOS EN LA TIERRA”. Debajo aparece una lista de 46 nombres de personas del pueblo, de ambos bandos, que murieron en la guerra civil. Este es, secretario de Estado, el auténtico camino para avanzar hacia una Verdadera Memoria Histórica.
Autor
- Administrador Civil del Estado.
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