24/11/2024 06:28
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Se ha hablado mucho en las últimas semanas de la moción de censura de VOX, de su oportunidad histórica o simple estrategia coyuntural de partido. Al margen del grado de impacto político que veremos próximamente con la presentación de la moción, sin duda, en términos de utilitarismo político la estrategia marca un condicionante punto de inflexión para VOX en su avance social o constricción demoscópica.

La articulación de cómo Santiago Abascal censure al actual ejecutivo y plantee, constructivamente, una alternativa creíble de gobierno, vertebrará el éxito o decepción de la acción parlamentaria. No se trata, lógicamente, de conseguir sumar mayorías para un cambio de gobierno, sería política ficción si esto fuera así, pero sí la percepción que se tenga de éxito o fracaso del «órdago» de VOX en la opinión pública y en los demás grupos parlamentarios, sobre todo en el grupo popular.

La abstención del PP sería su suicidio político si la moción de censura tuviera una solidez intelectual incuestionable y, por el contrario, el PP ganaría protagonismo si la moción no tuviera suficiente peso cualitativo en su articulación. Es, por tanto, en su forma y su contenido donde la moción se ganará o se perderá, y no en los apoyos o rechazos que reciba.

La contundente artillería de censura al gobierno que, sin duda, Abascal va a presentar eficazmente no será suficiente para el éxito de la operación. Solo se «ganará» la moción si se expone una alternativa de gobierno creíble donde el programa económico tenga un peso específico con propuestas contundentes para la reducción del gasto publico, viabilidad del actual Estado del Bienestar o reforma del sistema de pensiones. Además, la explicitación de la ética como referente de gobierno, detallando todos los códigos de conducta del nuevo ejecutivo en términos de valores y transparencia, debiera ser la otra carga dialéctica de la moción. Aquí, Abascal, plantearía dos retos de ganador: enmendar al actual ejecutivo toda su acción de gobierno y evidenciar el fracaso de los anteriores del Partido Popular en el ámbito de la corresponsabilidad ética y ejemplaridad, así como, también, el retratar la tibieza y escasez de coraje político del PP para derogar, cuando pudo hacerlo, las leyes ideológicas de la izquierda, como las de género o memoria histórica. Una cuadratura del círculo para Abascal, censurar directamente al gobierno e indirectamente al primer partido de la oposición.

Por otro lado, Santiago Abascal tiene una oportunidad de oro para superar cierta visibilidad estética de VOX que le resta apoyos sociológicamente. En la acción de gobierno no sirve la dialéctica de buen orador, ni el mitin de bandera y folklore patrio, aun siendo éstos componentes atractivos para la derecha sociológica. La acción de gobierno se articula con políticas públicas bien diseñadas y dotadas de sus respectivos y eficientes presupuestos. VOX debiera dejar ya el priorizar el discurso emocional, con escasez de contenido político, y centrarse más en cómo implantar y gestionar las políticas reformistas que España necesita. Sin aparcar principios ni el ideario político, más al contrario, lo que se precisa ahora para que los españoles vean en este partido una alternativa real de gobierno, debiera ajustarse más al foco de la praxis política en la gestión, relajando el contenido doctrinal visibilizado, quizá, en exceso sobre todo en redes sociales. El «qué» gestionar y el «cómo» hacerlo, siempre desde los principios, por supuesto, debieran ser los enfoques prioritarios a divulgar. Otros partidos políticos gestionaron desde la oportunidad y la contingencia con mayor o menor fortuna, pero con las consecuencias que, sin duda, hoy padecemos. La diferencia del componente moral en la gestión pública respecto a aquéllos de cierta aproximación ideológica y/o cultural, debiera ser el valor añadido a destacar y visibilizar hoy en VOX. En la medida que VOX sea capaz de articular este viejo paradigma político de gestionar eficientemente desde la ética y la ejemplaridad y, además, Santiago Abascal sepa trasladarlo a la opinión pública sin los ruidos estridentes de una anacrónica dialéctica primaria, VOX, sin duda, avanzará sociológicamente y será descodificado como un instrumento político realmente operativo, transformador de la sociedad y garante de la unidad nacional. Y si no fueran capaces de orientarse a este enfoque, quedará VOX constreñido a lo sentimental y folklórico del sistema de partidos y, con ello, habrá perdido su oportunidad histórica. No es clarividencia, sino ciencia avalada por la sociología y la Historia.

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Por el bien de España, confiemos en la hora de Abascal.

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