Recientemente, y aún con el dolor en nuestro interior, hemos podido presenciar la muerte de cientos de personas que ha dejado a su paso la gota fría en Valencia y otros lugares, conocida ahora por la DANA. De entre estas víctimas mortales algunos son niños, incluso bebés. Una noticia que nos deja el corazón roto.
También hace pocos días hemos conocido en el colegio donde trabajo la inesperada muerte de una alumna de 9 años por una enfermedad repentina. Ante esto he podido escuchar a muchas personas lamentándose con la expresión: ¡qué injusticia tan grande!
Quizás este acontecimiento sea una oportunidad para que reflexionemos sobre la muerte:
¿Cómo es posible qué a niños que estaban empezando a vivir se les arrebate la vida? ¿Cómo es posible qué Dios haya permitido estas tragedias? ¿Cómo superar este dolor tan grande?… Son muchas las preguntas que nos podemos hacer estos días.
Ante esto, y recordando que estamos aún en el mes donde hemos celebrado el día de Todos los Santos y también el de los Fieles Difuntos, quisiera hacer una llamada hacia la esperanza.
Puedo entender que los ateos o agnósticos, aquellos que no creen en Dios o les es indiferente, no pueden entender la muerte sino como una enorme tragedia e injusticia. El dolor ante la pérdida de un ser querido es inmenso para todos, pero para nosotros, los creyentes, tiene un sentido que nos hace vivir estas situaciones tan terribles de otra forma.
La muerte forma parte de la vida, todos moriremos tarde o temprano. ¿Es injusto morir de niño o de joven? ¿O lo es menos por ser adulto o anciano? ¿Quién decide si es justo o no?
Para los creyentes, Dios nos ha dado la vida, de Él venimos y a Él vamos y estamos en este mundo de paso. Para los cristianos somos ciudadanos del Cielo, esa es nuestra meta y la vida en este mundo es un peregrinar, un caminar hacia allá. Cada día es un prepararse para el encuentro con Dios en la vida eterna.
Si no creemos en la vida del mundo futuro y en la resurrección de los muertos, vana es nuestra fe y esta vida carece de sentido. ¿Vivir para morir?
Sí, querido lector, entiendo que humanamente puede parecer una desgracia, pero nosotros sabemos que nos espera una vida donde ya no habrá más dolor ni sufrimiento, ni enfermedades ni muerte. Porque la muerte ha sido vencida por Cristo. Para eso vino al mundo, para abrirnos las puertas del Cielo. La muerte es un dormir para despertar en el Paraíso. Jesús nos dice hoy estas palabras por medio del Evangelio de San Juan:
“En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. ,Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.” (Jn 14: 2-3)
Allí, en el Cielo, están todos los niños que han muerto. Allí viven felices al amparo de la Virgen María, nuestra Madre.
Muchos han sido los niños proclamados santos por la Iglesia1. Su forma de afrontar la muerte es un modelo para todos nosotros.
Quizás debemos de poner los pies en la tierra y plantearnos si estamos caminando tras los pasos de Cristo para que, cuando Dios nos llame, estemos preparados. Porque querido lector, tarde o temprano nos llegará la hora.
Descansen en paz todos los fallecidos y Dios tenga misericordia y dé consuelo a sus familiares. Con la esperanza de que algún día estaremos juntos en el Cielo.
Alicia Beatriz Montes Ferrer
Colaboradora de Enraizados
Autor
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