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Hay muchas cosas, en nuestra querida España, que ofrenden a nuestra historia y chirrían y que, incluso, se escapan de la órbita gubernamental, aun cuando, simplemente con esa forma de gestión de los social-comunistas, a cada paso más totalitaria, sería más que suficiente para producirnos, no solo un chirrido, sino también un sarpullido de esos que difícilmente tienen cura.

Sin embargo, en este caso no van los tiros por ahí aun cuando, como siempre, de forma indirecta, alguna relación sí que tienen.

Esta izquierda bellaca y miserable -realmente, salvo honrosas excepciones, siempre fue así- se obstina, de forma enfermiza, casi como si de un objetivo mesiánico se tratase, en sustraernos algunas de las páginas más brillantes de nuestra historia, eliminando el recuerdo de héroes y gestas gloriosas por el simple hecho de que no fueron capaces de superarlos en el campo del honor y, en consecuencia, hay revertir lo acontecido para ganar en parlamentos y por medio de normas legales publicadas en el BOE lo que no fueron capaces de ganar donde realmente tendrían que haberlo hecho.

Sin embargo, esto, lejos de ser de ahora, como creen algunos incautos, viene de viejo y, de esta suerte, no se nos debe escapar que durante aquellos años de principios de los 80, en que, esta misma izquierda, reaparecida en la escena política nacional, lejos de mostrarse “incompatible con la democracia” -como muy bien señalaba Largo Caballero que de antidemócrata estaba doctorado cum laude-, se presentó como un movimiento moderno, alejado de sus viejos tópicos y capaz de atraer a sus filas a gente de muy buena fe lo que aprovechó para comenzar con su labor de zapa, preludio de lo que sucede en estos días.

No deberíamos olvidar cuando, por aquellos primeros años de nuestra andadura democrática, en el instante en que los socialistas llegaron al poder, de forma discreta pero constante, en el nomenclátor de nuestras calles comenzaron a aparecer nombres, incluso monumentos, de aquellos que, con su actitud totalitaria, fueron los que provocaron la desgraciada guerra civil: Largo Caballero -el que decía aquello de “si los socialistas son derrotados en las urnas, iremos a la violencia”-; Indalecio Prieto -uno de los golpistas de 1934 que tantos muertos provocó-; la Pasionaria -la que dictó la sentencia de muerte de Calvo Sotelo-; Santiago Carrillo -responsable del genocidio de Paracuellos-; etc.

En aquel instante, todos lo vimos, al menos quisimos verlo, como una forma más de cicatrizar -si es que alguna quedaba por hacerlo- viejas heridas y así, arrostrar el futuro sin la pesada lacra de la peor desgracia que le puede acontecer a un pueblo: una guerra fratricida.   

Todo aquel movimiento parecía, en apariencia, guiado por la buena fe y lo que menos nos podíamos imaginar, es que tuviese una segunda parte, es decir, una vez bautizadas las calles y plazas con esos deleznables nombres, comenzarían a eliminar los de los otros, los de aquellos que, a base de sangre, dolor y lágrimas, se alzaron con el triunfo contra la sinrazón izquierdosa que es lo que está sucediendo en la actualidad.

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De hecho, si las cosas siguen como van y esperemos que no sea así, en un breve plazo las generaciones venideras tan solo conocerán a aquellos que, con su actitud totalitaria, nos condujeron, de forma indefectible, a la guerra civil, aunque, eso sí, cuidándose de ocultar las barbaridades, crímenes execrables y canalladas cometidas por ellos, esos que ahora quieren presentarnos como adalides de la libertad y la democracia.

Sin embargo, en ocasiones, no solo se perpetúa en nuestros callejeros las execrables figuras de estos que pretendieron convertir a España en un satélite de la vieja URSS –“habrá soviet en España”, decía Largo Caballero en la “Prensa”, el 21 de febrero de 1936-, sino también la de otros, auténticos enemigos de nuestra Patria, que, en un pasado histórico relativamente reciente, hicieron que la sangre española corriese a raudales por los campos patrios.

El callejero de mi ciudad, La Coruña, cuenta, en el barrio de Vioño, con una calle dedicada, ni más ni menos, a Napoleón Bonaparte, aquel que en 1800 dijo “España es un pueblo de chusma, gobernado por chusma”.

Un personaje que, por muy buen general y muy buen estratega que haya sido, en 1808 nos invadió de forma Ilícita, injusta y artera, con total desprecio y pisoteando la dignidad de España y de los españoles, aparándose en un tratado que le permitió cruzar nuestra Patria, ocupar nuestras ciudades y acuartelar a sus tropas en nuestras fortalezas con la excusa de dirigirse a Portugal.

Los seis largos años de aquella Guerra de la Independencia -1808-1814- que, por cierto, terminamos ganando, nos cotó 300.000 muertos; que el hambre y las epidemias se cebasen con nosotros; la ruina de la agricultura y la ganadería; la paralización del comercio y, por si fuera poco, como efecto secundario, sobrevino la Guerra de Independencia de los Países Hispanoamericanos con más pérdidas de vidas y de nuestro poder mundial.

Además de ello, supongo que con el fin de que el corso se sienta más como en su casa, en el callejero de este mismo barrio aparecen otros nombres como “Enciclopedia francesa”, “Revolución francesa” -también mantuvimos una guerra contra ella entre 1793 y 1795-, “Libertad”, “Igualdad” y “Fraternidad”, todos ellos, por cierto, muy relacionados con el devenir histórico de mi ciudad en la que, sin embargo, se echan en falta calles con el nombre de auténticos españoles´, muchos de ellos coruñeses, que hicieron grande a La Coruña.

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Ignoro, aunque lo sospecho, la razón que llevó a un alcalde socialista a impulsar o patrocinar, cuando menos, esta iniciativa que, en lo que a Napoleón se refiere, viene a ser más o menos lo mismo que si en el callejero de Melilla figurase una calle, avenida o plaza con el nombre de Abdel Krim o, en La Coruña, se le diese a una de ellas el de Drake, aquel inglés que pretendió invadirnos en 1589, aunque, quien sabe…

Estas son algunas de las muchas ofensas contra nuestra historia patria que chirrían y de las que fueron promotores, como siempre, los socialistas o comunistas, aunque, eso sí, cuando la derecha acomodaticia y acomplejada gobernó, no movió un dedo para cambiarlo, aunque solo fuese por el respeto que merecen los españoles, muchos de ellos coruñeses, que entregaron su vida defendiendo la independencia de España.

Autor

Eugenio Fernández Barallobre
Eugenio Fernández Barallobre
José Eugenio Fernández Barallobre, español, nacido en La Coruña. Se formó en las filas de la Organización Juvenil Española, en la que se mantuvo hasta su pase a la Guardia de Franco. En 1973 fue elegido Consejero Local del Movimiento de La Coruña, por el tercio de cabezas de familia, y tras la legalización de los partidos políticos, militó en Falange Española y de las J.O.N.S.

Abandonó la actividad política para ingresar, en 1978, en el entonces Cuerpo General de Policía, recibiendo el despacho de Inspector del Cuerpo Superior de Policía en 1979, prestando servicios en la Policía Española hasta su pase a la situación de retirado.

Es Alférez R.H. del Cuerpo de Infantería de Marina y Diplomado en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela.Está en posesión de varias condecoraciones policiales, militares y civiles y de la "F" roja al mérito en el servicio de la Organización Juvenil Española.

Fundador de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña, del Museo Policial de la J.S. de Policía de Galicia y de la Orden de la Placa y el Mérito de Estudios Históricos de la Policía Española.

Premio de narrativa "Fernando Arenas Quintela" 2022

Publicaciones:
"El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII. 1908-1931" (Fundación Policía Española)

"La uniformidad del Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII 1887-1931 (LC Ediciones 2019)

"Catálogo del Museo Policial de La Coruña". Tres ediciones (2008, 2014 y 2022)

"Historia de la Policía Nacional" (La Esfera de los Libros 2021).

"El Cuerpo de la Policía Armada y de Tráfico 1941-1959" (SND Editores. Madrid 2022).

"Policía y ciudad. La Policía Gubernativa en La Coruña (1908-1931)" (en preparación).


Otras publicaciones:

"Tiempos de amor y muerte. El Infierno de Igueriben". LC Ediciones (2018)

"Historias de Marineda. Aquella Coruña que yo conocí". Publicaciones Librería Arenas (2019).

"El sueño de nuestra noche de San Juan. Historia de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña". Asociación de Meigas (2019).

"Las Meigas. Leyendas y tradiciones de la noche de San Juan". Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña (2011).

"Nuevas historias de Marineda. Mi Coruña en el recuerdo". Publicaciones Arenas (2022). Ganadora del premio de ensayo y narrativa "Fernando Arenas Quintela 2022".
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