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Soy alguien a quien le gusta el cine. Desconozco si el término cinefilo se ajusta a mi porque, habiendo nacido en la década de los 60, considero que toda las producciones que se han realizado en los últimos 50 años son totalmente prescindibles salvo algunas que podría cuantificar con los dedos de las manos. Creo que lo más grandioso y artístico del cine ha sido ya filmado y lo que queda, en la actualidad, es simplemente negocio.
Creo que un actor estadounidense le dijo en una ocasión a un ejecutivo «hay actores con clase y sin clase, y yo, tengo clase». En efecto el cine ha sido el vehículo para la creación de estupendas obras artísticas fruto del genio e ingenio de directores, guionistas, actores, técnicos etc. Nos cuenta historias tiernas, de intriga, épicas, desgarradoras y consiguen crear, durante hora y media, una realidad virtual en las que nos trasladan a lugares lejanos, cercanos, reales e imaginarios, convirtiéndonos en compañeros de Robert Hightower, Anselmo Oñate, Michaleen Flynn, Buck Wyatt, Godfrey Park, el Sr. Galindo, Roger O. Thornhill, Louis Renault, el «Langosta», Philip Marlowe…
Hoy en día, nuestros políticos, también tratan de crear realidades virtuales corrompiendo voluntades y medios de comunicación. Nuestra sociedad ha aceptado sumisa, e insensatamente, las nuevas tecnologías, y toda su parafernalia, como un nuevo dios en vez de como una utilidad o herramienta. Y para colmo de males las agencias globalistas tratan de socavar, por desgracia con considerable aceptación, los pilares de nuestra sociedad: FAMILIA y PATRIA. Y para los creyentes, también, a DIOS.
Hace una semana, aproximadamente, iba escuchando la radio en una emisora totalmente desaconsejable (de vez en cuando hay que ver por dónde anda el enemigo) y lo que escuché me produjo una profunda sensación de desasosiego. Porque existen personas (no me cabe la menor duda) que aceptan esas ficciones creadas y ofrecidas por los medios apesebrados, mediante mentiras y patrañas, con la intención de convertir a la sociedad en una masa de seres antropomorfos sin espíritu crítico y sin alma. Revertir esos viciados procesos de amodorramiento de la sociedad resulta ser empresa titanica, pero si queremos mantener el legado de nuestros Padres, nuestra Historia y Cultura debemos luchar contra quienes nos quieren sojuzgar individual y colectivamente.
En el cine clásico, al menos, las realidades virtuales tenían clase, tenían elegancia. Esta canallesca que nos malgobierna, junto a sus legiones de paniaguados y lacayos mediáticos, son la fetida esencia de los mayores defectos y miserias del hombre.
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