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De entrada hay que concretar ¿qué es un Golpe de Estado? Y habría que leer la obra clásica de Curzio Malaparte “La Técnica del Golpe de Estado”, pero como esto solo es un apunte para esos incautos que están inmersos en el Golpe de Estado que don Pedro Sánchez está dando aquí y ahora, sin darse cuenta de ello me limito a lo que dice cualquier enciclopedia: Un golpe de Estado  es la toma del poder político de un modo repentino por parte de un grupo de poder de forma ilegal, violenta o a la fuerza, generalmente se realiza por militares o con apoyo de grupos armados. Se distingue de los conceptos de revuelta, motín, rebelión, revolución o guerra civil. Usualmente estos términos se utilizan con poca propiedad o con intenciones propagandísticas, y en el transcurso de los hechos y procesos históricos, se suelen combinar entre sí.

Dicho esto vayamos a los tipos de Golpe de Estado:

  1. Golpe de Estado Militar. El que da un grupo de militares en desacuerdo con las políticas que están siguiendo los Gobiernos para cambiar el Régimen por otro que ellos imponen. Naturalmente es rápido, violento y con armas (y normalmente con muertos de por medio). Como ejemplo puede citarse, en España, el Golpe de Estado de Primo de Rivera. En este caso sin muertos ni heridos.
  2. Tipo de Golpe Mixto. O sea, cuando durante la conspiración se ponen de acuerdo un grupo militar con un grupo civil para entre ambos y unidos cargarse el Gobierno e incluso el Régimen vigente. Por ejemplo, el que se intentó dar en España el “23-F” de 1981.
  3. Golpe de Estado que se da desde las Leyes vigentes para cambiarlas y cambiar el Régimen desde dentro. Por ejemplo, la “Ley para la Reforma Política” que Torcuato Fernández Miranda hizo para cambiar la Dictadura por la Democracia en 1975, al morir Franco.

Antes de seguir, porque hay infinidad de tipos o modelos de Golpe de Estado, no me puedo resistir a reproducir lo que Ortega y Gasset dijo en una de sus conferencias: “Hasta ahora se ha creído que un Golpe de Estado solo era posible con violencia y armas, pero en la Historia hay muchos casos que demuestran que también puede darse un Golpe de Estado con ASTUCIA y sin violencia ilegal”  De este tipo de Golpe de Estado sería el “18 de Brumario” que dio Napoleón el 9 de noviembre de 1799.  El arte en un golpe del todo consiste en guardar la apariencia de la legalidad.  Nada de cañones, ni de sangre, ni de arresto. El secreto para triunfar no está en la fuerza, sino en la ASTUCIA. Dictadura o no yo di a Francia lo que quería. Fue el pueblo quién me llamó al Poder…”

¿Astucia? Pues esto, inevitablemente, me recuerda la fábula de la rana: si intentaban cocerla cuando ya estaba el agua hirviendo huía rápido porque se quemaba o cuando la cocían con el agua fría y a fuego lento, no solo no huía sino que aceptaba complacida, porque entonces cuando quería huir no podía porque ya había muerto.

Señores, es el Golpe de Estado, el AUTOGOLPE, que nos está dando don Pedro Sánchez, el bisnieto de aquel General Castejón que entró en Badajoz a sangre y fuego en 1936, con sus Leyes, y con la astucia del zorro que las está colando por el conducto reglamentario de la mayoría que hoy tiene en el Congreso y cuando nos demos cuenta la República habrá sustituido a la Monarquía y España ya no será España, sino la Federación de Repúblicas Independientes.

  1. Autogolpe de Estado, es aquel que da o se da a sí mismo el que ya ostenta el Poder, pero quiere más Poder u otra clase de Poder. O sea, por ejemplo, el que siendo Rey Constitucional quiere ser Rey Absoluto…, O el gobernante que disuelve las Cortes para gobernar por Decreto.
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Remontémonos, pues, a aquel «golpe de Valencia» o «autogolpe del Rey don Fernando Vil». Porque la verdadera fuente de todos nuestros males presentes hay que situarla en aquellos días de Valencia del mes de mayo de 1814…, concretamente en la madrugada del 10 al 11 —«noche terrible y funestamente célebre en los fastos de España»—, cuando el capitán general de Castilla, el veterano general Eguía, manda detener en nombre de Su Majestad el Rey don Fernando VII a los Miembros de la Regencia, al Gobierno y a los políticos liberales más destacados en las Cortes de Cádiz y todos ellos coautores de la Constitución de 1812, Los llamados apóstoles de la utopía liberal fueron sorprendidos en sus casas como conejos —al decir de un autor de la época— y puestos a disposición de las autoridades. Contenía aquella primera lista una cuarentena de nombres, todos ellos famosos, entre los que figuraban, don Manuel Quintana, don Agustín Argüelles, el conde de Toreno, el conde de Noblejas, don José María Calatrava, don Juan Nicasio Gallego, don Francisco Martínez de la Rosa (el que más tarde sería famoso por su apodo de Rosita la Pastelera), don Antonio Larrazábal, don Tomás Istúriz, don Diego Muñoz Torrero, don José Canga Argüelles y los cómicos Máiquez y Bernardo Gil. El golpe —según los historiadores— fue tan rápido, tan completo y tan contundente que los «conejos liberales» no pudieron ofrecer ni la más leve reacción liberal. ¡Aquél sí que fue un «golpe» sonado! ¡Aquél sí que fue un «golpe» decisivo en la Historia de España! Mejor dicho, aquél sí que fue el «autogolpe de Estado» perfecto.

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Porque el Rey, aunque ha estado ausente varios años, sigue siendo el Rey…, como constaba claramente en el artículo 179 de la famosa Constitución de Cádiz, que decía:

«El Rey de los españoles es el señor don Fernando VII de Borbón, que actualmente reina.»

Entonces, ¿por qué da el Rey el «golpe»?  Sencillamente, porque no está dispuesto a jurar la Constitución. Porque no está dispuesto a compartir el Poder con nadie y mucho menos con aquellos que lo han tenido en su ausencia.

Por tanto, bien puede hablarse de «autogolpe». Es decir, de un «golpe» a su favor.  El Rey no quería jurar la Constitución y por ello se la cargó.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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