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Vaya por delante: no soy médico. En estas breves líneas sólo quiero sintetizar algunos datos que he venido recibiendo de muy variados medios (personas, sitios web y videos, wassap, instagram…). Estos breves datos, de ser ciertos, son demoledores por lo que: no se puede entender el silencio de los médicos y que los colegios de médicos estén -desde mi punto de vista- no sólo callando sino, a mi entender, colaborando con este desastre. Otra posibilidad es que los datos que voy a exponer no sean ciertos.
De ser ciertos estos datos no se puede entender que los directores de los hospitales y centros de atención primaria estén -desde mi punto de vista- no sólo callando sino, a mi entender, colaborando con este desastre.
De ser ciertos estos datos no se puede entender que ningún responsable o autoridad sanitaria estén -desde mi punto de vista- no sólo callando sino, a mi entender, colaborando con este desastre.
De ser ciertos estos datos habría que preguntarles a todos ellos ¿Por qué? y, cuando la gente enferme, hacerles penalmente responsables.
Ahora vamos con los datos:
La concentración de oxígeno en el aire que respiramos debe estar, por lo menos, al 21%
Con una saturación de oxígeno inferior al 18% en el aire que respiramos se produce una deficiencia de oxígeno y comienzan a haber complicaciones físicas e intelectuales. Las capacidades físicas e intelectuales se reducen significativamente. Si el porcentaje de oxígeno se reduce por debajo del 15% se entra en proceso de pérdida de conciencia.
Con la mascarilla se reduce la entrada de oxigeno y se incrementa la entrada de dióxido de carbono (CO2) en sangre.
El aumento de dióxido de carbono en sangre disminuye la movilidad de los linfocitos lo que puede acabar en una inmunosupresión y aumento de tasas de infección, desequilibrio hidroelectrolítico (generando dificultades respiratorias, debilidad, cansancio, vómitos, diarreas prolongadas), problemas pulmonares, Síndrome de Cushing (enfermedad de las glándulas suprarrenales), trastornos hormonales, trastornos de los riñones, alcalosis (exceso de alcalinidad en la sangre), problema para eliminar el dióxido de carbono de los pulmones. Entre otras muchas cosas.
De ser cierto todo esto ya es hora de pedir responsabilidades a la comunidad médica por su silencio y colaboración con la orden política de obligar a la población a llevar mascarilla a todas horas. Porque no olvidemos que esto es, ante todo, una orden política a la cual se han sometido las autoridades administrativas, médicas, policiales y militares que la hacen cumplir con la fuerza y posición que ostentan y bajo amenaza de multas, de perder el trabajo o quedar convertido en un asocial.
Otra posibilidad es que todo esto no sea cierto y que al plantearme todas estas cosas esté viviendo en un universo paralelo.
Sin duda algún lector especialista podría aclarar esta cuestión.
Autor
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Antonio Ramón Peña es católico y español. Además es doctor en Historia Moderna y Contemporánea y archivero. Colaborador en diversos medios de comunicación como Infocatolica, Infovaticana, Somatemps. Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en el Diccionario Biográfico Español. A parte de sus artículos científicos y de opinión, algunos de sus libros publicados son De Roma a Gotia: los orígenes de España, De Austrias a Borbones, Japón a la luz de la evangelización. Actualmente trabaja como profesor de instituto.
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