Getting your Trinity Audio player ready...
|
Rafael Cervera Casanueva Periodista, dedicado al mundo del deporte. 57 años, casado desde hace 28 con Loles. Padres de cuatro hijos: Santi (27 años), María (26), Nuria (23) y Blanca (19). Loles y él empezaron a dar cursos prematrimoniales en el verano de 1998. Desde entonces más de 200 parejas han pasado por sus cursos, los cuales siguen impartiendo en la actualidad. Escribieron el libro Destino Caná, que ha publicado recientemente PPC Editorial dentro de su colección Pastoral Aplicada. Destino Caná | PPC Editorial (ppc-editorial.com)
¿Por qué han decidido sacar un libro sobre sus experiencias impartiendo cursos prematrimoniales?
Después de muchos años, más de veinte, dando los cursos, podemos decir que las parejas que asisten salen bastante satisfechas. Quizá llegan esperando un rollo tedioso y acaban encontrando con que les hablamos de situaciones reales que hemos vivido, las cuales intentamos explicar amenamente. Pensamos que si a ellas les gusta y les hace bien, por qué no extenderlo a más gente, personas que estén cerca de casarse, que ya se hayan casado o quieran profundizar sobre el gran sacramento que es el matrimonio. Y desde aquí quiero aprovechar para agradecer a PPC Editorial por confiar en el manuscrito que les enviamos y publicar el libro dentro de su sección Pastoral Aplicada.
¿Por qué el título Destino Caná?
Porque en Caná Jesucristo bendijo su primer matrimonio. Porque en Caná cambió el curso de la historia ante la petición de María a Jesús cuando todavía no había llegado su hora. Porque en Caná, Dios tomó el agua, símbolo de los esposos, y lo convirtió, tras bendecirlo, a través de su Hijo, en el mejor de los vinos. Todo matrimonio está llamado a ser eso: el mejor vino posible.
¿Qué supone que lo haya prologado Juan Manuel Cotelo?
Un honor inmenso. Se lo pedimos y después de leerlo, accedió. Cotelo es una referencia en el mundo de la comunicación. Hemos vibrado y llorado con sus espectaculares películas, especialmente con La última cima, que mencionamos también en el libro, junto al sacerdote Pablo Domínguez, cuya vida, santa, refleja la película. Que Cotelo avalara el libro, mediante su prólogo, significó para nosotros una enorme alegría.
¿Hasta qué punto ha sido una gracia haber ayudado a más de 200 parejas de novios a llegar bien preparados al matrimonio?
Tienes razón, ha sido y sigue siendo una verdadera gracia, pero no por el número de parejas, sino por el hecho de poder asistir a la Iglesia en la preparación al matrimonio de futuros esposos. La fe, cuando la compartes, se ensancha, se agranda, y eso lo hemos experimentado. Creo que todas esas parejas que han pasado por nuestros cursos nos han dado tanto, como esperamos nosotros haberles dado a ellas.
¿Cómo le han ayudado en su propio matrimonio?
Como decía antes, el compartir la fe es algo muy grande, pero, además, a mi mujer Loles y a mí nos permite hacer un apostolado de forma conjunta. Nos ha ayudado en que las charlas se han convertido en vivenciales, en explicar la grandeza de lo que hemos y seguimos viviendo. Muchas veces, también, cuando estás explicando las cosas reflexionas si las estás llevando a cabo. Por ejemplo, lo del control de calidad periódico. Lo explicas a la gente que te escucha y no dejas de pensar: “¿Lo estamos llevando a cabo nosotros en nuestro matrimonio?” Diríamos que los cursos nos retroalimentan y esto es muy enriquecedor.
Han sido más de 20 años de compromiso en esta tarea, es algo que da para mucho y merece la pena contarlo…
Claro que merece la pena. Yo creo que hemos podido influir en muchas de estas parejas. En futuros esposos que nos dicen que las charlas les han hecho reflexionar, que no habían reparado en esto o en lo otro. Hoy en día, con tanta separación, con tanto divorcio, muchos de los que caminan hacia el matrimonio, hacia Caná, lo ven con cierto vértigo. Que unos esposos con más de 28 años casados les diga que es posible y les explique que el matrimonio es algo maravilloso, donde se ama más cada día, les llena de esperanza de cara a su futuro compromiso.
¿Qué testimonios les han impactado o edificado más?
Aquellos de gente que va a contra corriente. Que tuvieron momentos duros que han superado y deciden casarse por la Iglesia. Por ejemplo, gente que llevaba años viviendo juntos y que, tras una conversión, deciden dar el paso y darse el “sí” delante de Dios. Personas que se habían casado por lo civil, algunos ya con hijos, que años más tarde son llamados a convertir su unión en sacramento. Esos son los testimonios más impresionantes.
¿Por qué amor, convivencia y paternidad son los temas escogidos para las charlas?
Aquí seguimos el itinerario que nos marca el propio obispado. De hecho, hay una cuarta charla sobre el sacramento, la cual tiene que ser impartida por un sacerdote, por eso no la hemos incluido en el libro. Nos hemos centrado en las tres que damos nosotros. Primero va el amor. Después, la convivencia, que no deja de ser la forma en la que ponemos en práctica el amor. Parte de esta práctica son los hijos, pero, obviamente, requieren una charla propia que se evoca desde la responsabilidad. Los hijos, ese gran regalo de Dios, los cuales no pueden ser catalogados como un derecho, sino como un gran don, el don de la paternidad.
La última charla sobre el sacramento la imparte un sacerdote…
Sí, el sacerdote profundiza en la grandeza del sacramento. En que Dios se compromete con los esposos, pero ellos también tienen que hacerlo partícipe en su vida. El matrimonio es un sacramento y Dios actúa, pero para que lo haga tenemos que estar convencidos en ponerlo en el centro de nuestra unión.
¿Cuál es la conclusión a la que llega el libro (lo que se pueda anticipar) y por qué merece la pena leerlo?
Creemos que merece la pena leerlo porque es un itinerario muy sencillo del trayecto que sigue el amor de una pareja que decide casarse por la Iglesia: elevar su amor a sacramento. Nos casamos porque queremos hacer feliz al otro, pero también porque nosotros queremos ser felices. Con el tiempo, al formar una familia, esa Iglesia doméstica, el yo va desapareciendo de mi vocabulario para tornarse en tú, en nosotros. Es intentar vivir el amor de Jesucristo, dándolo todo de manera gratuita. Merece la pena para repasar cómo va nuestro amor y para luchar por arreglarlo si en algún punto se ha resquebrajado. La conclusión es clara: nada te llena tanto como entregarte, nada te llena tanto como amar. Ya lo expresa san Pablo en la primera carta a los Corintios: “Podría hablar todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, pero si no tengo amor, nada soy”.
Autor
-
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
Últimas entradas
- Actualidad21/11/2024Espectacular encuentro de un joven con la luz de Dios desde las tinieblas del nihilismo más absoluto. Por Javier Navascués
- Actualidad20/11/2024El general Blas Piñar analiza como la transición aceleró la decadencia del Ejército Español. Por Javier Navascués
- Actualidad19/11/2024Teniente coronel Bendala: “Esta democracia lleva al libertinaje, a la corrupción y degeneración aberrante”
- Actualidad18/11/2024Lupe Batallán (influencer provida): “La pornografía goza de impunidad y la gente cree que no es dañina”. Por Javier Navascués
El matrimonio viene de Dios: «lo que Dios ha unido, no lo separa el hombre». Y es así porque marido y esposa no conciben la vida el uno sin la otra. Es la culminación del amor al prójimo inseparable del amor a Dios sobre toda otra persona o cosa.
Pero para llegar al matrimonio uno tiene que plantearse muy seriamente la Cruz, pues sin Cruz no hay amor verdadero ni Cielo ni fidelidad verdadera a Dios. ¿Estarías de verdad, sinceramente, sin trampa alguna ni engaño, dispuesto/a a amar incondicionalmente a tu esposa/marido en las peores circunstancias que pudieras imaginar, por ejemplo, si se quedase tetrapléjico/a tras un accidente o enfermedad degenerativa, si quedase ciego/a, si sufriese una invalidez de por vida que requiere mucho sacrificio y dolor soportar, o harías como la inmensa mayoría, te desentenderías del otro/a cuando vengan las cruces que inevitablemente vienen en la vida? Esa es la prueba de fuego del matrimonio. Obras reflejan el amor.
Si hoy damos por buenas las estadísticas del INE (que para esto exagera en sentido inverso a como lo hace con las estadísticas económicas), el índice de nupcialidad es aterradoramente bajo, y viene siéndolo así desde finales de los setenta del siglo pasado con la llegada de la democracia y todas las salvajadas satánicas que trajo (que tanto gustan públicamente a los políticos de todo signo y sus idólatras votantes), lo que confirma que los atentados contra la pureza y la castidad, auténticas puñaladas de locos endemoniados al Sacratísimo Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, hacen indeseables para el matrimonio a una creciente proporción de hombres y mujeres, aunque honestamente quieran casarse y cambiar de vida según el modelo responsable y maduro del matrimonio cristiano verdadero. Es un peligro enorme casarse con un promiscuo o promiscua, pues la posibilidad de adulterio y de todo tipo de desgracias es enorme, por mucho que se ame por la parte pura si la hay. Hombres y mujeres sensatas de verdad acaban, con no poco dolor, no casándose porque descubren el narcisismo que hay detrás de la otra o el otro y temen sufrir espantosamente si dejan seguir una relación que es vana y que seguramente les destroce la vida para siempre. Así que la vida contra Cristo genera muchos solteros y solteras involuntarios, que no por vocación ni por ninguna anomalía o complejo. Desde luego que los promiscuos demuestran que no aman a nadie salvo a sí mismos, con lo que difícilmente querrán casarse y sufrir por la esposa/o. Más bien preferirán, con o sin engaño, utilizar a la otra/o a su conveniencia egoísta. ¿Qué hombre sensato querría por esposa a una prostituta, que eso viene a ser una adúltera promiscua? ¿Y qué mujer sensata querría un putero o fornicador por esposo? Podrían haberse arrepentido tales y cambiado de vida, pero por desgracia, esto suele ser la excepción, y más en un mundo enfermo hasta el extremo que rechaza al Señor y su Palabra y promueve el consumo hedonista hasta en la intimidad, incluso inoculando todo tipo de complejos al que no entra en la perversión crecientemente difundida. Los hábitos solo los destruye la gracia que da Dios. Y poca gente tiene fe, confianza plena en Dios, y recurre humildemente al Señor, porque ni siquiera lo valora. Y contraer matrimonio en este caso de promiscuidad o impureza previa de uno o de ambos es como jugar a la ruleta rusa, aunque cegados muchas veces por inmaduras fantasías, se cometan muchas insensateces que luego acaban lamentándose mucho más que aceptando la cruz del repudio prudente antes de llegar a los altares. Por eso los cursos prematrimoniales son una bendición, para ayudar a discernir a los novios antes de dar el paso a la iglesia. Más vale ser fiel a la verdad que lamentar haber mentido o haberse engañado. Y más vale un matrimonio verdaderamente fundado en el amor de Dios y por Dios, que una vana ilusión que acaba de las más desastrosas maneras que se puedan imaginar, porque hoy se oculta y no se habla de lo espantosamente violento que resulta el adulterio, con suicidios, violencia no solo entre cónyuges, sino entre familias, tortura de dolor de los hijos e hijas, especialmente los más pequeños, que sufren doblemente, dolor generalizado en conocidos, sufrimiento intenso, depresiones, enfermedades mentales, alcoholismo, drogadicción, destrucción y degeneración personal crecientes… El pecado mortal siempre acarrea consecuencias nefastas con el tiempo, aunque se traten de ocultar por a saber qué intereses mundanos y políticos, que solo sirven a la mentira, es decir, al demonio, que es el que más ansía la destrucción del matrimonio.
Y eso sin considerar que hoy ultrajan con el nombre de «matrimonio», aparte de la asquerosidad de depravados de todo tipo o tipa o tipe, cualquier unión en un registro civil ante funcionarios, en un restaurante ante un concejal, en una sala de fiestas, en una mezquita, en una sinagoga, ante un reverendo protestante, etc, que formas a cuan más insensata de ultrajar a Dios, a la Santísima Virgen María y a San José, entre muchísimos otros, no escasean, por inmensa desgracia. A eso es a lo que llaman «libertad» entre otras muchas salvajadas. Eso sí, son luego los que recurren a esos contubernios los que engrosan el porcentaje de «divorciados» (por llamarlo así, porque si no se está casado, si se vive amancebado o en concubinato, pareja de hecho, unión civil por un funcionario o concejal, etc., difícilmente puede uno estar casado. De hecho, lo mejor sería que se deshicieran todos los concubinatos y amancebamientos siempre que no haya hijos por medio, a que se insista en herir punzantemente el Sacratísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María por pura soberbia (de creerse dueño de «su propia» vida para hacer con ella lo que «quiera»), hedonismo (porque les gusta mucho lo que hacen y son «libres» para hacerlo) o conveniencia materialista), pues las estadísticas no suelen distinguir en lo que ellos llaman «divorcio» el que lo es de verdad, y, por tanto, adulterio, al que no lo puede ser por no haberse dado enlace alguno.