
Es sorprendente, pero pienso que la clase política dirigente de izquierdas de hoy se abraza a conceptos ligados al imaginario judeocristiano, y todo ello en mitad de la ola laica que va predominando en nuestra sociedad. Oímos arengas dadas al perdón, al abrazo, al ofrecimiento de la otra mejilla ante la ofensa, y eso nos congratula en tanto en cuanto pudiera ofrecer un horizonte de reconciliación, de solucionar los problemas de una sociedad cansada y aburrida. Si tenemos esperanza en alcanzar el encuentro debemos mostrar también fe en las acciones y propuestas de ambas orillas, y ya puestos, saquemos del olvido otras virtudes que nunca debieron abandonar el rifirrafe político que nos envuelve.
Se puede afirmar que la justicia sólo se mantiene como guía y señal si sus sentencias nos son favorables, mas si por ventura los jueces osan contradecir la sacrosanta opinión del Gobierno, éste se lanza contra ellos y apunta desde las poltronas todo el peso del descrédito. Se carece de la más elemental prudencia en estas salidas de tono y qué vamos a decir de la templanza : ¿alguien recuerda a qué hace referencia esta olvidada virtud? Eso de actuar o hablar de forma cautelosa y justa, con sobriedad, con moderación o continencia para evitar daños, dificultades e inconvenientes se nos antoja propio de otros tiempos de sometimiento. Sin embargo, se crean extrañas fortalezas para abogar por lo contrario, y ninguna de las virtudes parecen comulgar con nuestra realidad política, más preocupada por el mercadeo de «tú me das y yo te apoyo», «tú no me investigas y yo te aplaudo», y «tú miras hacia otro lado y yo me salgo con la mía».
Así que, señores y señoras políticos del Gobierno, escuchad de verdad a aquellos de quienes dependen vuestros escaños y vuestros chanchullos. Para el perdón se necesita : el examen de conciencia (lo volveremos a hacer); el arrepentimiento (no necesitamos perdón de nadie); la contrición o propósito de enmienda (no renunciamos a nada); la confesión (nada ilegal hemos cometido) y la penitencia (amnistía y autodeterminación). Ante la total ausencia de la más mínima «renuncia al mundo, al demonio y a sus pompas» se opta por cerrar los ojos y la nariz, y se abraza el perdón de quienes no lo piden ni lo necesitan, pero tampoco cambiarán de directriz al recibirlo, y entonces hemos de volver a las bienaventuradas virtudes y volver a confiar… ¡Lástima que la sensatez no sea una de ellas!
Autor

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José Antonio Ávila López
Nacido el 26 octubre de 1970 en Terrassa (Barcelona), pero siempre ha
vivido a 9 km (en Rubí), a excepción de dos años que residió en Valencia
(2014-2016). Licenciado en Filología Hispánica, ha trabajado en
asesorías y gestorías como corrector de textos y asesor político.
Siempre le ha gustado leer y escribir, la literatura y la política
son una pasión: con 25 años ya fue asesor político y con 29 concejal
de Comunicación. El periodismo escrito le ha encantado desde muy joven,
y ha publicado alrededor de 1.500 cartas al director y artículos
y columnas de opinión periodísticas.