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Juicio, pasión, crucifixión y muerte del Señor. A Jesús lo tienen de ¨paseo¨ de un lado para otro porque no saben qué hacer con él. Pilatos no lo encuentra culpable y herodes tampoco, es el pueblo judío, el sanedrín, los que querían crucificarlo, porque seguramente se habían sentado en la cátedra de Moisés los apostatas, aun cuando siempre quedaba alguno sensato como José de Arimatea.
Es dantesco ver como los mismos que lo habían recibido con palmas y ramas de olivo, en la entrada de Jerusalén al grito ¡Hosanna el Hijo de David!, ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!, días después, están gritando ¡Crucificalo!, ¡Crucificalo!.
Un himno antiguo de la liturgia de las horas de estos días dice:
Himno
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y, al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo, y los redime.
Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
Tú, solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.
Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.
Esto me ha recordado a ese tronco, que echado en el agua amarga, la volvía dulce:
Las aguas de Mará
¨Moisés hizo partir del mar Rojo a Israel, que se dirigió hacia el desierto de Sur. Caminaron tres días por el desierto sin encontrar agua. Llegaron a Mará, pero no pudieron beber el agua de Mará, porque era amarga. Por eso se llamó aquel lugar Mará. El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: «¿Qué vamos a beber?». Moisés clamó al Señor y el Señor le mostró un madero. Él lo echó al agua y el agua se volvió dulce. Allí el Señor dio leyes y mandatos al pueblo y lo puso a prueba, diciéndoles: «Si obedeces fielmente la voz del Señor tu Dios y obras lo recto a sus ojos, escuchando sus mandatos y acatando todas sus leyes, no te afligiré con ninguna de las plagas con que afligí a los egipcios; porque yo soy el Señor, el que te cura». Después llegaron a Elín, donde hay doce fuentes y setenta palmeras, y acamparon allí junto al agua.¨ (Éxodo 15,22-27)
¿Y nosotros que vamos a beber? Tenemos sed, junto a nuestro Dios en la cruz, frente a la muerte, tenemos sed, sed de vida. Una cruz que nos ablanda, nos debilita, nos quita la amargura y nos dulcifica, nos prepara para pedir y suplicar a Dios, porque el sentido de la muerte es este: de Dios hemos salido y a Dios volvemos. Este es el agua que brota del costado de Cristo, donde unos versículos antes dice que ahogo en el agua al faraón y a sus mejores capitanes:
¨Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás». Cuando los caballos del faraón, con sus carros y sus jinetes, entraron en el mar, el Señor volcó sobre ellos las aguas del mar; en cambio, los hijos de Israel pasaron en seco por medio del mar.¨ (Éxodo 15,17-19)
Jesucristo ¨santuario, Señor, que fundaron tus manos ¨expira en la cruz y se cumple, podría decirse este pasaje, El ¨reina por siempre jamás¨ prefigurando que esas aguas que volcó sobre el Faraón, fueron necesarias por atreverse a esclavizar a su pueblo elegido, pero en Cristo esas aguas al igual que las del diluvio, fueron aguas de misericordia (meditación para el Sábado Santo), por el agua que iba a brotar de su costado.
¨Y me mostró un río de agua de vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones. Y no habrá maldición alguna. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le darán culto.¨ (Ap 22,1-3)
Esta revelación dada al Apóstol Juan se cumplía en Cristo, porque el apocalipsis son cosas que han pasado del Antiguo Testamento, están ocurriendo y están por suceder. Como lo anticipaba Moisés: ¨yo soy el Señor, el que te cura… doce fuentes y setenta palmeras, y acamparon allí junto al agua.¨ (Éxodo 15,22-27)
Estos ¨árboles o palmeras¨, son personas, son los apóstoles y los cristianos, es El Espíritu Santo de Dios por los sacramentos que reciben y han recibido. En previsión a esto Jesucristo se enfada con la Higuera:
¨Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas, y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «Nunca jamás coma nadie frutos de ti». Los discípulos lo oyeron… A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado». Jesús contestó: «Tened fe en Dios. En verdad os digo que si uno dice a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas»¨ (Marcos 11,12-25)
Los dones del Espíritu Santo de Dios y que brotan de su costado son 7 y 12 son sus frutos. Nadie puede decir si le vienen a pedir perdón o a pedir algo, que no es tiempo de higos…, porque nosotros somos arboles medicinales que dan fruto gracias a Cristo, los doce meses del año:
¨Decía, pues: «¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas».¨ (Lucas 13,18-19)
Por eso hay que pedir y Él nos dará su Espíritu Santo:
¨Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?¨ (Lucas 11,10-13)
Juan el discípulo amado después de la persecución y exiliado en la isla de Patmos, el mismo que quedo cunado ¨volvió¨ Cristo para revelarle lo que estaba por suceder y que pone ese énfasis en que vio:
¨uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».¨ (Juan 19,34-37)
¿Por qué la insistencia en este hecho, el cual parecería irrelevante? O normal según los que científicamente dicen que así fue, que se le encharcaron los pulmones…. Esto lo dijo porque lo que estaba viendo es el Templo de Dios, la misericordia para todas las naciones hacia el cual confluirían multitudes:
¨El hombre me hizo volver a la entrada del templo. De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este –el templo miraba al este–. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar. Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho…. era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado. Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?». Después me condujo por la ribera del torrente. Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda. Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal. Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente… Engadí hasta Engalín…. de todas las especies y en gran abundancia… En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales»¨ (Ezequiel 47,1-12)
Agua y sangre. No hay espacio para seguir, la Puerta estrecha es el Costado de Cristo por la cual nos pide entrar, muchos se han bautizado, pero hay una puerta más estrecha, una puerta estrecha para la mente y los sentidos, La Eucaristía, ¡esforzaos por entrar por la puesta estrecha! por que aquellos días muchos querrán entrar y no podrán. Pues no en vano dice ¨Yo soy la puerta¨ y ¨esto es mi cuerpo¨. La llaga de su costado que nos ha curado, de la que brota el bautismo, el agua de sus pulmones que respiraban el Ruá, aliento divino, su Espíritu Santo que se da por el bautismo… una llaga que llega hasta su corazón. Un bautismo necesario para recibir su sangre derramada en La Eucaristía que es el acceso al amor del Padre en el corazón del hijo. Todos los milagros eucarísticos y que algunos presentaban un corazón vivo al punto del infarto. Los cristianos nunca han entendido esta puerta a la divinidad para quedarse allí augustito sino para acceder al amor del padre y llevarlo al mundo entero pues:
¨Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos¨ (Juan 10,9)
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