Tan solo hace unas décadas, la Ciencia ha descubierto que el Universo no es eterno, ni infinito. Es decir, tiene un origen y tendrá un final. Otro hallazgo interesante es que el Cosmos ha sido antes muy distinto y que cambia constantemente; aunque nosotros lo percibimos inmutable. Curiosamente, dicen los cosmólogos que contemplamos el Firmamento en su mejor momento; que nunca ha sido tan bonito, ni han brillado tantas estrellas en su plenitud.
Aunque, detrás de esa belleza y calma, -¡no nos dejemos engañar!- el espacio es terrible, inhóspito, repleto de violencia, radiaciones, explosiones, agujeros negros, colisiones, temperaturas extremas de calor y de frío… Por fortuna, nosotros vivimos en una galaxia «tranquila», de tamaño apropiado, llamada La Vía Láctea; dentro de ésta, en un rinconcito extrañamente pacífico; allí, se encuentra el sistema Solar; la Tierra ocupa el único lugar habitable, ni muy cerca, ni muy lejos del Sol, ni de ningún planeta vecino. ¡Al menos en este momento!
Respecto a la Tierra, ocurre algo parecido. Nuestro planeta azul fue un horno rojo, una bola de nieve blanca, un rosario de volcanes, un campo de aterrizaje de meteoritos, una loca que giraba respecto a su eje de rotación demasiado rápido, ¡y en el ángulo equivocado!… ¡Incluso, la madre Tierra estuvo a punto de morir durante el parto de la Luna!
En efecto, nuestro hospitalario planeta ha sido incompatible u hostil a la vida durante casi toda su existencia. Además, cuando la vida prosperaba, caía algún meteorito o acontecía un cataclismo, provocando extinciones masivas, en las que solo sobrevivían un pequeño número de especies.
Por otra parte, que haya épocas favorables a la vida, no significa que lo sean para los seres humanos. En efecto, durante millones de años, reinaron animales monstruosos y atmósferas enrarecidas que, si no se hubieran extinguido o modificado, habrían amenazado nuestra supervivencia.
En los últimos tiempos de un camino de 14.000 millones de años, nos encontramos los seres humanos desde hace 100.000 años. Pero, en esos pocos miles de años han ocurrido muchas catástrofes; por citar una: la era glacial de hace 10.000 años, en la que gran parte de Europa y de América estuvieron sepultadas por una capa de hielo de varios cientos de metros. Realmente, llevamos con buenas condiciones climáticas, hace poco tiempo; los últimos 2.500 años han sido excepcionalmente benévolos.
Por otra parte, si reflexionamos sobre las calamidades y acontecimientos que han podido vivir nuestros familiares lejanos, también deben ser un cúmulo de circunstancias bastante peculiares las que se han dado para que estemos aquí, leyendo estas cosas; después de guerras, hambrunas y epidemias; de escasa esperanza de vida, falta de oportunidades…
En definitiva, si lo pensamos, vivimos un momento excepcional. Tenemos delante -como especie humana y como personas individuales- una estrecha ventana de oportunidad.
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