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No entro a valorar la razón que aduce mi muy estimado y respetado Ramiro Grau Morancho, excelente jurista, mejor persona y hombre culto, que entiende obligado que el Rey conceda al señor Vargas Llosa, nombrado miembro de la Academia de Francia, la distinción de la “Grandeza de España” añadida al título nobiliario de “marqués” que ya tiene otorgado por el Rey emérito.
Ahora bien, con harta frecuencia se otorgan títulos, honores y distinciones a personas que no son precisamente un dechado de virtudes, todo lo contrario. Y hasta a enemigos declarados, como es el caso de haberle concedido a Mohamed VI el “Collar de la Orden de Isabel la Católica”, que puede que se lo ponga para defecar. Lo que debería hacerse mirar, ya que hay títulos, distinciones y honores que exigen, por su prestigio, que las personas que los reciban sean no sólo excelentes en méritos y servicios a España, sino reflejo donde la sociedad española pueda mirarse sin ruborizarse. Y eso sin necesidad de ser santos.
Viene al caso, entonces. Que dejando aparte lo que la propia esposa de Mario Vargas Llosa ha dicho recientemente en cuanto a la moralidad de su marido a lo largo de su matrimonio, que a todo, damos nula importancia. Lo cierto es, que este sudamericano de “pichula alborotada” -según él mismo confiesa y reconoce- no ha sido durante su vida ni lo es ahora un dechado de virtudes, y demasiado ha recibido ya de España para que le sigamos dando. Que veremos lo que nos deja él, aparte de las portadas en las revistas del corazón, imprescindible aporte documental a la hora de confeccionar su última y definitiva biografía.
Los comentarios que ha hecho sobre la señora Isabel Preysler, la mujer por la que este anciano dejó a su anciana esposa, no son de recibo en una persona de su edad ni en un caballero, y mucho menos en un posible “Grande de España”. Siendo su comportamiento, una vez la señora Preysler decidió que su relación con él había terminado, ridículo, maleducado y ofensivo. Ahí están sus declaraciones en los medios, y no sólo en los del corazón. Bien es cierto que las calabazas de la señora Isabel Preysler truncan al peruano completar “hacer las Españas”.
Con todo, no pongo en duda que el hijo (Felipe VI) le haga caso al padre (Juan Carlos I) en distinguir al susodicho, haciéndole “Grande de España”, que esto no es peligroso para la Corona, como sí lo hubiera sido haberle recomendado no consentir la profanación de los restos mortales de Franco por parte de la cuadrilla del Gobierno. Y eso, que tanto el hijo como el padre le deben más a Franco que a Vargas.
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¡AMÉN!, mi querido amigo y compañero tertuliano, no se puede hacer mejor escrito y mejor labor, con el sentido común en su sito.
Un abrazo,
Miguel Sánchez
Gracias, don Pablo,por su cariñoso recuerdo, y excesivos elogios, que no merezco.
Tiene usted razón en lo que dice, ahora bien, ¿cuántos de esos 300 «Grandes de España» cree que, en realidad lo son…?
En cambio, hay otros que no están, y deberían estar.
Y, de cualquier forma, me preocupa mucho tener un rey que en ocho años de reinado ha sido incapaz de otorgar ni un solo título nobiliario.
(Don Juan Carlos I, en casi cuarenta años, concedió unos cincuenta).
Item más, ¿puede sostenerse una monarquía sin un reconocimiento de la nobleza…?
Le reitero mi gratitud por sus amables palabras.
Como dice el refrán, que hablen de uno…, aunque sea bien.