21/11/2024 15:00
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Cómo le mola al facherío hispano un traidor a la patria, un remedo contemporáneo del conde Don Julián. Hogaño, Alberto Garzón, a la sazón ministro del funesto y liberticida gobierno de Bozalistán, antaño España. Pero, ains, Alberto tiene más razón que un santo (laico, intuyo).

¿Pero sabe algo la derechona de las macrogranjas?

Nada interesante de la derechona (ni de la izquierda caviar) a la hora de proponer un debate suficientemente serio sobre el particular.  Completa carencia de argumentos “a favor de nuestro sector ganadero”, poniendo en juego, hábil y ladinamente, noticias falsas, (suculentas) cuentas falsas, (muy suculentas) cuentas verdaderas y necios editoriales de prensa, tanto en papel como en digital.

Sobreabundante e ignaras muestras en una campaña que no tiene nada – nada de nada –  que ver con la ganadería, ni con la economía, ni con el consumo, ni con la dieta. Como mucho con un falso patriotismo. Patético e ignorante patrioterismo, sin más.

Macrogranjas, destruyendo gentes, tierras y aguas  nacionales

Las macrogranjas porcinas generan una descomunal y descontrolada cantidad de desechos o purines que son expulsados impunemente a tierras de cultivo, contaminando feroz e irreversiblemente suelos y aguas subterráneas. Mientras, las putrefactas taifas facilitan el aterrizaje de la carne low cost (para que papeen los chinos, por ejemplo) en el cada vez más inducidamente degradado agro español.  Macrogranjas destruyendo los acuíferos absolutamente sobreexplotados y envenenados por los nitratos de origen ganadero

Una abyecta agroindustria que se niega a admitir la palmaria y comprobable – a diario –  evidencia: las economías de escala en el campo expulsan directamente, y para siempre, multitud de compatriotas del medio rural. Descomunal e inmoral negocio, pues, en manos de muy pocos que está poniendo en jaque, mate diríase, el futuro de multitud de poblaciones rurales españolas.

 

Ganar guita a cualquier precio

Feraz e inmoral negociete, pues, inspirado en un siniestro modelo ultracapitalista y completamente psicótico, obsesionado por una agónica productividad de corte industrialista, que emponzoña nuestros campos y aguas con una agricultura y una ganadería intensivas, infectas  y malsanas. Un horror de negocio, intrínseca y metafísicamente discordante con cualquier política ambiental razonable que procure proteger los recursos naturales y nacionales básicos.

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Sólo una economía delirantemente trastornada, que somete al territorio y al medio ambiente a una presión criminal, hace posible que el sector rural intensivo devenga  tan “productivo” sobre un suelo y unos recursos hídricos tan irreversiblemente devastados por deletéreas técnicas agrícolas. Tierras y recursos y gente del agro español, además, sistémica y sistemática obligados a renunciar a su veraz y genuino significado: la indiscutible pasión por la vida rural.

Aceleradísima degradación de suelos y aguas, pues, sin el debido y exiguo miramiento a un antiguo sentimiento de (natural) alianza con los pobladores y defensores del campo y la vida campesina, como indomeñable símbolo en su tenaz lucha contra la industrialización salvaje y el vil desprecio de la benemérita actividad agrícola.  

Sindicalismo agrario, mierda de las mierdas

Varios sindicatos agrarios ―ASAJA (Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores) y UPA (Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos), señaladamente―, vienen manifestando desde hace decenios su completo alejamiento del campo al que arruinan, su inquebrantable traición a la sapiencia y la cordura de la cultura campesina y su ceguera con una desorejada productividad que ―como saben muy bien― sólo la pueden obtener desintegrando el medio ambiente y esquivando asumir el colosal coste económico del destrozo ecológico que infligen a la naturaleza común; porque cumplir con esa mínima obligación ética les alejaría drásticamente de cualquier rentabilidad. Y su puta burbuja porcina se iría al garete.

Sindicalismo agrario: principales protagonistas de la ruina física y cultural del campo español. Organizaciones agrarias, despiadadas enemigas de la protección de espacios naturales, exponiendo sin descanso inexistente ligadura con la conservación del territorio y sus sacrosantos recursos, que prefieren explotar y expoliar a lo bestia, obteniendo, eso sí, el máximo e inmoral rendimiento posible. Y, desde luego, en el más  breve plazo.

Sindicalismo agrario, marionetas de la Unión Europea

No parecen captar estas mafiosas y antiagrarias organizaciones que son vulgares peleles de las antiespañolas depravaciones de la Política Agraria Común de la masónica Unión Europea. Cobardeando siempre, tales sindicatos, desarraigados del agro nacional, son incapaces de reaccionar planteando un modelo agrario abruptamente diferente al que siguen y se les dicta desde Bruselas.

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Porque hace mucho que esos sindicatos, protagonistas directos de la ruina física y cultural del campo, no sostienen reclamación campestre alguna, sino que hacen causa común con las corruptísimas grandes firmas explotadoras (porcinas y más allá) y se han transformado, sin solución de continuidad, en burdos gremios de intereses agroindustriales de lo más desalmado y vulgar y patético, mostrándose impávidos ante la inquietante y definitiva despoblación de la España rural. Y, reitero, cruelmente insensibles a cualquier interés ambiental…

Mataderos en España, el puto espanto

…Y eso por no hablar de las deplorables condiciones en las que los cerdos de las macrogranjas son fiera e impíamente (mal)tratados. Ya les hablé exhaustiva y documentadamente de ello. Mataderos en España: conradiamente, yo he visto el horror. En fin.

https://www.youtube.com/watch?v=LnIPKK8Jv-A&t=1015s

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.