
La persona triste llora, la enfadada lucha. Pese a que el hervor en la sangre cause un perjuicio sobre la tensión arterial, resulta beneficioso cuando se trata de llevar a cabo una defensa ardiente y merecida, y con ello lograr vivificarse e impartir justicia.
En cierto grupo de personas, todas son civiles excepto una, que es agente de la Guardia Civil. He tenido que soportar escuchar a dos de los civiles, inquirir sendas preguntas parecidas a “¿todavía eres guardia?”, pese a que dicho agente ha transmitido con claridad que se encuentra en activo.
La gravedad y sandez de ambos comentarios, es mayor que el supuesto insulto viejo. La ignorancia es más que atrevida; en este caso encarna un ultraje. Si bien las capacidades físicas de cualquier persona no son las mismas con 20 años que después de los 40, mientras dichos individuos (y otros de su especie) se hacen la manicura o vegetan, el agente de la Guardia Civil arriesga la vida. Ellos viven ajenos al hecho de que él se enfrenta cada día a la mayor putrefacción social y violencia, la cloaca de España. Que en su horizonte mental a diario al despertar, se encuentra la posibilidad de una agresión mortal. También ignoran la factura emocional que el agente recibe por hallarse en esa profesión, que más bien se trata de un estilo de vida. Porque en éste, no se replica con chulería a un superior, no se habla de mis derechos, de cómo llegar tarde sin que el jefe se entere, cuánto dura la parada del café… sino de cumplir con la misión, superando para ello límites que el grueso de la población civil ni siquiera comprende conceptualmente.
Ellos están constituidos por envanecimiento, frivolidad, y algún título mediocre. Él está curtido en humildad, valores sagrados (porque la paz presente y el futuro de la Nación dependen de ellos) como obedecer una orden, cadena de mando, y espíritu de servicio. Si él luce canas, es porque pesa la experiencia reiterativa de sacrificar su salud por un ciudadano desconocido, poner su vida en manos de un compañero, y saber que tiene la suya en las propias. Sus canas también son producto de enfrentarse con asiduidad a escoria sin nada que perder, cuyo cuchillo en mano, no sirve el propósito de asustar al agente, una figura de autoridad representante del orden y la jerarquía; el cuchillo es empuñado para robar la vida del agente, ensañándose. Quienes esputaron esos comentarios despreciativos, son un ejemplo de una sociedad infestada de debilidad, flojedad y lobotomía. ¿Quiénes poseen una mentalidad marcial de combate y victoria, el coraje de enfrentarse a individuos armados de la peor ralea? Él, y sus compañeros.
En definitiva, él vive soportando una carga, peligro y estrés, sin parangón en otras ocupaciones, que le hacen merecedor, como mínimo, de respeto y consideración. El conocimiento sobre naturaleza humana, Defensa y Seguridad, que él ha adquirido durante décadas; los entrenamientos que ha soportado; las operaciones a las que ha entregado lo mejor de sí, su sudor y sangre, y a las que ha sobrevivido; las tragedias que sus ojos y oídos han conocido; la disciplina ferrosa que se ha filtrado en su columna vertebral… merecen más de la población civil. Él merece kilos de agradecimiento, reconocimiento, apoyo, comprensión, y amor.
Las dos mujerzuelas que escupieron semejante desprecio, aparentemente sutil e inocuo, no sobrevivirían un día en el mundo de él. Ellas, como sus congéneres de baja estofa, de bajo peso, valen poco al lado de él. Pese a lucir menos arrugas. Ellas disfrutan con desagradecida inconsciencia de la paz social que él ayuda a proporcionar. Merecen un castigo, y ejemplarizante.
Ser patriota no se manifiesta colgando la bandera rojigualda el día en que se celebra un partido de fútbol, tampoco declarando “¡viva España!” a un miembro de los Cuerpos de Seguridad, con el mismo calado con que braman “olé” en un concierto musical. El amor a la Patria, preceptivo para quien se considere ciudadano, y merecedor de habitar Iberia, de recibir sus servicios públicos, y de ser defendido por los Cuerpos de Seguridad, se demuestra pensando antes de dirigir la palabra a un militar, policía, o agente de la Guardia Civil.
Este agente, y otros hombres de los Cuerpos como él, son lo que la mayoría nunca seremos, y poseen un parte de mi corazón. Rezar por ellos, entregarles lo que pueda auxiliarles o aliviar su carga, encomiarles con argumentos, es un jubiloso cometido diario para mí. Si ellos nos protegen, nosotros debemos ampararles.
Se ha cometido una grave injusticia, un hecho triste, el día en que estas líneas son escritas. El afectado es un combatiente, un guerrero, una persona con una capacidad de resistencia, sacrificio y entrega, ampliamente demostrada, minoritaria en la actualidad, desconocida en ocasiones, y muy superior a la de aquellos que le han faltado el respeto. En lugar de “¿aún eres guardia civil?”, deberían haber inquirido “¿aún quedan hombres como tú?”.
Autor
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Amaya Guerra: "Aprendiz de todo, maestra de nada".
Aprendiz de todo y maestra de nada. Ferviente creyente en las Humanidades, en las posibilidades del ser humano de superar la crueldad, la estupidez y la ineficiencia, de lograr el avance de la civilización, mediante el cultivo del intelecto y la sensibilidad, mediante el reconocimiento de la experiencia, y la transmisión de valores morales (esfuerzo, seriedad, exigencia y disciplina).
En la actualidad sufrimos la misma falta de libertad de expresión y respeto a la diversidad en el mundo que en 1950: se ataca a la disidencia por el hecho de ser (aunque su comportamiento sea pacífico y legal). En época de guerra y algunas dictaduras, se fusilaba en el paredón, hoy se aniquila en internet, maquillándolo con la expresión "cultura de la cancelación". Silenciar todo lo que contravenga e irrite a uno, al tiempo que se desgastan los términos "tolerencia" y "diversidad".
Existen pocas verdades universales, la visión propia suele depender de la perspectiva desde la que se mira; ésta es la mía. No necesito seguidores ni palmadas en el hombro, sólo argumentos y contraargumentos.
Aquellos que no nos doblegamos ante el totalitarismo del siglo XXI (fin de las libertades individuales, verdad oficial, vigilancia y control absolutos del individuo a través de la tecnología), aquellos que no cedemos ante la deshumanización, encarnamos la Resistencia. Por lo tanto, unámonos... y ejerzamos.
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Estamos ante una situación de pérdida de valores y principios absoluta…, y tras haber finalizado en 2017 mi compromiso con la Benemérita tras 49 años de vinculación al Instituto, veo que todo es susceptible de empeorar….respecto a la «democracia» creo que algunos han confundido la velocidad con el tocino….,