21/11/2024 19:25
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¿Y si Vox se empeña en que el presidente sea Raúl de la Hoz? No descarten que sea una oferta de lentejas porque el PP no está en condiciones de exigir.

Si alguien piensa que Fernández Mañueco está sereno es porque no le conoce. Las últimas encuestas han acabado por derribar su poca resistencia. Le tiemblan las canillas. Sabe que si no gana con holgura habrá dilapidado el tiempo, las formas y los proyectos futuros, si es que los tuvo alguna vez.

Ha empezado a tirarse de una oreja sin llegar a la otra. Sabe que ha iniciado un camino sin retorno y que, de no ganar a lo Ayuso, debe presentar la dimisión la misma noche electoral. Y a esa dimisión debe adjuntarse la de Pablo Casado. Ambos se la juegan, de la misma forma que los líderes de las otras formaciones no se juegan nada. El estropicio electoral lo inició Mañueco por convocar elecciones en mal momento y cuando no tocaba. Todo lo demás también lo conocen.

Lo hizo presionado por Casado y don Teo para emborronar la aplastante victoria de la «reina» madrileña. Esa misma figura enigmática, a la vez que carismática, a quien ahora reclaman que esté presente en los mítines de fin de campaña. Tanto Mañueco como Casado se han ido por la pata abajo tras las dos últimas encuestas y porque no han entendido la del CIS del «banderillero» Tezanos, más dado a hacer daño que a trabajar por la democracia.

El presidente en funciones de Castilla y León no se conforma con tener cerca a Isabel Natividad. Quiere que no falte a los mítines de esta semana porque sin ella puede perder entre tres y cuatro escaños más. Los rivales acabarán azuzándole con la corrupción de su partido y con su propia inutilidad para la política; algo de lo que tienen mucha culpa tanto su jefe de campaña como su predecesor, Herrera Campo, que no vio la incapacidad que acompaña al iluso «incendiario», Fernández Mañueco. El error de querer simular a Díaz Ayuso y centrar su campaña contra «El mentiroso» y corrompido, Pedro Sánchez, es un sinsentido, un despropósito y una estupidez de grueso calibre.

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Mañueco, Casado, Teo y Cuca Gamarra han puesto velas al santo de lo imposible, ajustado un triduo a San Judas Tadeo y cien padrenuestros a la Almudena. Sin Isabel no habrá paraíso y sin triunfo holgado no habrá paz en el partido. Quieren la compañía de Ayuso hasta en las cenas con afiliados; saben que es la mejor manera de insuflar ánimos y no perder los propios, si es que no se han perdido ya.

Por otra parte, saben esos líderes que han de encomendarse a Vox. Siempre mejor con la derecha valiente y contra las formaciones degeneradoras. Nunca con partidos maestros del terrorismo y duchos en crímenes de Estado. Mejor con Vox que contra Vox y mejor con la formación de Abascal que con etarras o bolivarianos de extrema izquierda retrocomunista. El PP necesita a Isabel como árbitro ante la derecha asentada: «Nos tenemos que entender quienes no pasamos por el aro de la amoralidad del proyecto de Sánchez», ha afirmado la presidenta madrileña.

El Partido Popular ya no tiene margen para seguir soñando en Castilla y León. Fernández Mañueco pretendía gobernar «sin necesitar a nadie», algo que ven lejano. Y el debate del día 9 puede ser peor si Mañueco se empecina en querer ser como Díaz Ayuso. Lo más positivo es que empieza a pensar con realismo: «siempre pactaría antes con el partido de Ortega Lara que con aquellos que pactan con quienes le secuestraron».

Durante mucho tiempo, Casado y don Teo han traicionado a Vox y a España, incluso han podido arrastrar al insensato Mañueco, títere y estafermo de la política donde los haya. Si Isabel pactó con Rocío Monasterio en Madrid, Alfonso F. Mañueco puede hacerlo con el líder de la derecha en Castilla y León, aunque le saldrá muy caro por la soberbia demostrada desde la «derechita cobarde y acobardada».

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El «juguete» roto de la derechita castellana y leonesa va sin rumbo.  Se lo lleva la corriente sin control. Hace falta mano dura contra la izquierda y más aún contra la extrema, lo mismo que hacen falta ideas para reconstruir esta comunidad olvidada y vaciada. Vox puede llegar con fuerza y pactar con el Partido Popular, pero puede exigir que el candidato a la presidencia sea de su partido o, siendo del Partido Popular, que sea otro distinto a Alfonso Fernández Mañueco.

¿Y si Vox se empeña en que el presidente sea Raúl de la Hoz? No descarten que sea una oferta de lentejas porque el PP no está en condiciones de exigir.

Tampoco descarten nuevas elecciones donde Vox podría ser, en ese supuesto, la apisonadora que no ha sabido ser la «derechita cobarde» de Castilla y León.

Autor

Jesús Salamanca Alonso