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Resulta cada vez más evidente que la teórica renovación que Casado aparentaba traer cuando fue elegido para sustituir a Rajoy, fue apenas un soplo de aire caliente, sin contenido alguno. Venía a la presidencia del PP tras la decepción que causó la gestión de Rajoy sobre el 155, que ha sido el intento de golpe de Estado más grave que ha afectado a España en sus 43 años de Constitución. En las primeras elecciones generales de abril de 2019 obtuviera el PP, con Casado al frente, obtuvo apenas 66 diputados frente a los 137 que tenía el PP de Rajoy, a la vez que entraba VOX en el congreso con 24 diputados. En las siguientes elecciones generales de noviembre de 2019, Casado recuperó escaños llegando a 89 pero VOX obtuvo 52 escaños. Por si este aviso fuera poco, en las elecciones catalanas de febrero de 2021, el PP obtuvo apenas 3 diputados mientras que VOX logró 11.

Pero lo malo de Casado no radica en sus flojísimos resultados electorales a nivel nacional, sino en su total vacío ideológico, cosa totalmente absurda ante el gobierno antiespañol de Pedro Sánchez, cuya ministra de Trabajo no ha tenido mejor ocurrencia que laudar una nueva edición del criminal Manifiesto Comunista “derrocar por la violencia el orden social existente”. La línea de Casado parece simplemente la siguiente “no crispemos ya que el desastre en el que concluirá el gobierno de Pedro Sánchez llevará al PP al poder” y si hay alguien que crea tensiones, véase Cayetana Álvarez de Toledo, se le cesa.

Ante ello, y tras la desaparición del PP en Cataluña, la nueva esperanza del PP ha sido Ayuso. Su eficaz gestión en la Comunidad de Madrid, la llevó a alcanzar una rotunda victoria en las recientes autonómicas de 4 de mayo de 2021, obteniendo 1.631.000 votos, superando al conjunto de la izquierda marxista revolucionaria (PSOE, Podemos y Mas Madrid) que tan sólo obtuvo 1.494.000 votos y en las que la veleta naranja, Ciudadanos, desapareció. VOX dio el apoyo de sus 13 diputados a Ayuso para que fuera investida como presidenta de la Comunidad de Madrid, por un total de 78 diputados frente a los 58 de la izquierda.

    El impulso de esa rotunda victoria de Ayuso en Madrid, más su adopción de algunas actitudes que la enfrentan a la deriva nihilista de Casado, han revitalizado las esperanzas del PP. Sin embargo, Casado y García Egea temerosos de que Ayuso desde Madrid pueda optar por ser la candidata del PP en las próximas elecciones nacionales, han querido frenarla, poniéndole obstáculos, inclusive para que pueda ocupar la presidencia del partido en la Comunidad de Madrid.

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Los militantes y sobre todo los cuadros de los partidos aguantan lo que les echen, pero los votantes los ponen en su sitio en las elecciones. La flojedad de Casado ante los problemas de España, hace muy probable que Ayuso fuera una opción preferida por muchos ciudadanos. No obstante, hoy por hoy, Ayuso aparece como una promesa lejana. Ha tenido gestos políticos como usar el slogan electoral “Comunismo o Libertad” o nombrar a Toni Cantó como Director de la Oficina del español. Casado no se habría atrevido ni siquiera a esos gestos, pero aun así son insuficientes.

Es lógico que Ayuso se centre ahora en conseguir que se celebre el congreso de PP de Madrid y en que la nombren presidente del PP de la Comunidad. Pero si eso se retrasa, porque desde Génova tienen instrumentos estatutarios para ello como son la convocatoria de elecciones autonómicas en Castilla y León y tal vez en Andalucía, sólo le quedaría a Ayuso enfrentarse claramente a Casado y pedir ser aclamada como candidata del PP para las próximas elecciones generales. Su candidatura sería buena para el PP como partido, pero también para España pues abriría las puertas a un gobierno efectivo de coalición PP-VOX, que es lo que España necesita. Mientras que esa opción no esté clara, sólo queda lograr que VOX fuerce gobiernos de coalición en las autonomías de Castilla-León y Andalucía.  En todo caso mientras que el PP calle, las posturas de VOX respecto a la Unidad de España, las Autonomías, la Memoria Histórica, y la Inmigración son la alternativa, cada vez más evidente, que España necesita.

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Enrique Miguel Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado.
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