08/11/2024 20:39

Marlaska huele a muerte del alma desde hace años. Cada tragedia de España es una inicua oportunidad de vislumbrar con nausea sus bajezas carroñeras. Pierde el culo por cubrir las espaldas de su psicopático líder importándole nada la vida de los inocentes. Un perfecto hijo de Satanás al que recibirán con incandescentes brazos abiertos cuando la alimaña se retire a los orígenes donde pertenece.

Marlasca no habría sido la vergüenza  deshumanizada que es hoy si hubiese muerto en un atentado. La evolución del espíritu no estaría arrojada a la basura, pero los giros del destino son inauditos convirtiendo al aparente justo en todo lo contrario. Más le hubiese valido la memoria de la dignidad que no el recuerdo repulsivo que dejará sobre la tierra. Es previsible que caiga bajo, más que lo que ha caído, ante el mundo estupefacto que bien podría también etiquetarlo de psicópata.

Recordamos aquella voz atiplada que esputó su putrefacción interior en una intervención de vergüenza aplaudida por el aquelarre socialcomunista: «ya está bien de usar el terrorismo derrotado y a las víctimas como arma política». La descomposición moral asomaba por una mirada ahíta de falsedad quedándole la mascarilla como el embozo perfecto de un forajido. ETA estaba de enhorabuena cuando el sibilino Fernando Grande Marlaska hablaba. Nadie habría dicho del inequívoco traidor que fuese el perfecto defensor de los intereses asesinos frente a la indignación de las víctimas. En el Congreso sus excusas se convirtieron en una confesión de complicidad con la falsedad y el crimen, usando los mismos argumentos que los verdugos. La condición miserable de Marlaska supera con evidencia nauseabunda la sospecha de que es un enfermo de sectarismo a las órdenes de la maldad que le dicta una conciencia retorcida, corrosiva y amoral. Engañaba en todo y ya no engaña a nadie como cancerbero de su amo.  Su tendencia transformista fue de espíritu, importando la carne un comino que se tragarán los gusanos en banquete envenenado. Su peor y más ridículo disfraz es él mismo. Mientras los inocentes ahogados en desesperación y barro de la Dana imploran rabiosa piedad de esos gobernantes sin entrañas, manda a la élite de la Guardia Civil a investigar el cuento de los «ultras» trasladados a Paiporta para amedrentar al desalmado Sánchez. Ninguna ultraderecha, mantra de los sembradores de cizaña con un toque de párvulos de mierda, sólo vecinos agotados porque se saben usados por una pandilla basura que además los persigue.
 Nada de lo que hiciera bueno importa ya. La batalla por sus derechos personales la ha perdido, olvidada queda, por su indecencia a sueldo de una demagogia rastrera. A buen servidor fue a buscar el amo cum fraude, a saber si escogido por los secretos con que los podemitas lo chantajean según dicen y del pájaro no se duda sobre aterrizajes, digamos, delicados. No extrañe a nadie decente que esté vinculado con los oscuros entresijos de corrupción generalizada del PSOE.
Pedro Sánchez es sólo un instrumento de Satanás para que asomen las bajezas de otro demonio. En cualquier país su hediondo aroma de azufre escandalizaría a los justos hasta el coraje, porque Fernando Grande Marlasca está muerto pero no lo sabe; apesta a cadáver de un espíritu desperdiciado.

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Editor ÑTV ESPAÑA
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