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Jacinto Vives Ferré tenía una peluquería en la calle Santa Engracia de Barcelona, que fue colectivizada en 1936. Ángel Pestaña era uno de sus clientes. Uno de sus hijos -Jacinto- comentaba que la mujer de Pestaña habló con su madre, después de su muerte, y le dijo “me lo han matado”. Ella consideraba, según Vives, que su muerte se debía a una traición, que querían deshacerse de él. Ante estas afirmaciones nos debemos preguntar: ¿Tenía razón la mujer de pestaña pensando así? Esta es una de las preguntas que César Alcalá se hace en el libro: ‘Ángel Pestaña. El Caballero de la Triste Figura’.
Ángel Pestaña, es una de las figuras más destacadas del anarcosindicalismo español y uno de los políticos más olvidados. Nombres como Joaquín Costa, Federica Montseny, Salvador Seguí, Anselmo Lorenzo, Francisco Ascaso o Joan García Oliver han perdurado dentro de la memoria colectiva. Sin embargo, Ángel Pestaña ha sido olvidado. ¿Por qué? Esta es otra de las preguntas que se hace el autor. Ha sido, según afirma Alcalá, sin lugar a duda, una de las figuras fundamentales del sindicalismo español.
Si Salvador Seguí, su maestro y amigo, era el prototipo del líder carismático, Pestaña encarna el tipo místico y austero. En la Unión Soviética, tuvo ocasión de conocer a Lenin, Trotski, Zinoviev, Radek, Luzovsky. Como Seguí, Pestaña condenó el pistolerismo surgido en Barcelona a principios de la década de los años veinte, distanciándose del crimen y el terror como medios de lucha.
Pestaña era un sindicalista de gran honradez y entregado a la causa obrera. No estuvo de acuerdo con la evolución de la Guerra Civil. No consideraba que los asesinatos masivos ayudaran a conquistar los ideales por los cuales habían cogido las armas.
Se enfrentó solo al mundo a los 14 años, con la muerte de su padre y la huida de su madre y hermana. Como escribió: “Entonces comprendí la ingratitud humana y la dureza de sentimientos que crea la pobreza”. Aquella tristeza que se adueñó de él, desde su niñez, le marcó el rostro. Salvador Seguí lo llamaba cariñosamente el Caballero de la Triste figura.
Se creó la FAI para marginarlo. Lo expulsaron de la CNT. Sus compañeros lo abandonaron. A pesar de ingresar de nuevo en la CNT era un personaje molesto porque pensaba. Así pues, si bien no acabaron con su vida, toda una serie de circunstancias se concatenaron para apartarlo de la vida sindical española.
Pestaña vivió como murió, en la más absoluta austeridad. Fue un anarquista integral. Se le juzgó con prejuicios. Se le maltrató. No tuvo el reconocimiento que merecía, a pesar de los cargos que ostentó. Ahora bien, el nunca cambió sus postulados. Sabía que el pueblo, por el que siempre luchó, lo quería. Con esto tenía bastante. Su talento, perspicacia e intuición estaban por encima de prebendas y cargos. El Caballero de la Triste Figura fue eso a lo largo de toda su vida, un caballero. Por eso muchos lo han honrado con el olvido.
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