08/05/2025 16:23
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A pocas horas, tal vez días de que salga elegido un nuevo Papa, el P. Justo Lofeudo, sacerdote argentino que es gran apóstol de la Eucaristía y fundador de numerosas capillas de adoración perpetua, habla claro de la grandísima confusión y desconcertante situación que se ha dado en la Iglesia en los últimos años.

¿Por qué es tan difícil hacer un pronóstico de este cónclave?

Normalmente, cuando se convoca un cónclave surge de forma espontánea analizar quiénes podrían tener posibilidades de elección como futuro Pontífice. Sin embargo, ante la actual convocatoria a Cardenales y ante la situación tan crítica en la que nos encontramos, antes -y por encima de toda conjetura y análisis de hombres, con sus nombres- es necesario concentrarse en cómo está hoy la Iglesia. Solo a partir de allí se puede ver qué estamos necesitando.

Se cuenta usted entre los que juzgan que, después de estos doce años, el panorama es desolador y confuso. ¿A qué se debe esa afirmación?

Porque lejos está la Iglesia, hablo de la Iglesia conducida por los hombres, -lejos, digo- de su misión, que dicho en términos muy pero muy simples es llevar almas a Dios, al único Dios verdadero, por medio de Jesucristo, su Hijo y Dios Salvador, y que así puedan ellas alcanzar el destino final, que es el cielo. Para lograrlo, debió la Iglesia cumplir con el mandato dado por su fundador y Señor, de anunciar con firmeza el Evangelio, a tiempo y a destiempo; debió enseñar lo que Cristo enseñó; debió manifestar gran celo de Dios y de todo lo santo; debió centrar la Eucaristía en la vida de la Iglesia y de su misión, debió concentrar su energía en ofrecer y administrar los medios de salvación con que sólo ella cuenta. El culto litúrgico debió ser reflejo del amor a Dios y de la fe de la Iglesia y reverencia a su Divina Majestad. Deberíamos convenir que no fue esta la característica de la acción de la Iglesia en este tiempo. Me refiero siempre a la mayoría y en especial a la mayor parte de la Jerarquía.

¿Por qué la Iglesia debe traer la luz en la oscuridad del mundo y vencer las tinieblas del infierno?

Porque debe ser Madre y Maestra y nunca, nunca pactar con el mundo. No somos nosotros los que estamos enemistados con el mundo, sino que es el mundo -como nos advirtió nuestro Señor- el que nos odia porque el mundo odia a Cristo. El mandato que Jesucristo nos dio no fue el diálogo sino el anuncio, el de anunciar el Evangelio y bautizar a las naciones, a todos aquellos que acepten la salvación de Cristo, único Salvador. En todo esto y en lo que más se pueda agregar, o más bien explicitar, consiste la misión de la Iglesia. Pues, durante estos años no sólo no se hizo, sino que hasta se lo negó.

¿Cuando se acentuó el proceso de oscuridad según usted?

Ya en 2013 la Iglesia y, principalmente la figura del Papa Benedicto, venía siendo azotada por los fuertes vientos de la rebelión interna, con la contribución fenomenal de los medios de comunicación y de oscuros poderes temporales, cuando de improviso, “como rayo que cae en cielo despejado”, se abatió la abrupta discontinuidad con el pontificado de Benedicto. Si escabrosa fue la mudanza de estilo, la mayor gravedad la sufrimos en los drásticos cambios hechos en la doctrina, en la moral, en la misma naturaleza de la Iglesia. Grave también porque grande fue el silencio de la gran mayoría de los pastores. Se diría que fue un silencio de omertà, no cómplice sino de miedo, porque implacables eran las medidas a quienes pretendían ejercer el deber de parresía. La oposición de altos prelados, cuando la hubo, fue escasa y sin mayor seguimiento, como en el caso de las dubia no respondidas. En realidad, respondidos con el silencio, primero y con los hechos después.

¿Qué nos puede decir de los ataques a la familia que se han dado en los últimos años?

El primer sínodo que se convocó sobre la familia fue desnaturalizado, desplazando los problemas acuciantes -como los ataques a los que está sometida la familia (ideología gender y otros muchos más)- por el de la comunión sacramental a personas viviendo more uxorio en uniones adúlteras. Así -por medio de notas al pie de la exhortación post sinodal Amoris Laetitia- se rompió no sólo con el Magisterio anterior -incluso el más inmediato- sino con la misma Palabra de nuestro Señor.

De ese modo se introdujo la ética situacional, la moral relativa, en tanto se quebraba la unidad de la Iglesia (unas conferencias episcopales aprueban, otras rechazan la interpretación, unos sacerdotes absuelven otros no, etc.). Amoris Laetitia tuvo su continuación en Fiducia Supplicans por la que se bendicen uniones homosexuales.

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¿Qué nos puede decir en torno a la Liturgia?

Sabemos que la debilidad de Benedicto le impidió llevar a cabo la reforma litúrgica que él había llamado “reforma de la reforma”. Recordemos que cuando el Cardenal Sarah intentó hacer un primer movimiento en tal sentido fue inmediatamente desautorizado.

Por el lado opuesto, se introdujo el culto idolátrico a la Pachamama en el Vaticano, en el mismo San Pedro, quebrantando el Primer Mandamiento. No hubo desagravio, no hubo reparación. Vergonzoso ensordecedor silencio.

A la restitución de la Misa Tridentina reconocida, más que otorgada, por Summorum Pontificum de Benedicto siguió, sólo 14 años después, el motu proprio de Francisco, bajo el equívoco título Traditionis Custodes, el cual apelando a la comunión eclesial, a la venerable liturgia se la arrinconó para, en los hechos, despedirla por la puerta trasera.

Por todos los medios se buscó la ruptura con la Tradición de la Iglesia. Enemiga ha sido la Tradición, por aquello en lo que siempre se ha creído y celebrado en todo tiempo, en todas partes. Incluso a a la Tradición que viene de los Apóstoles. Hay que aclarar que la simple restitución de la muy venerable Santa Misa del usus antiquior no resolverá los problemas como tampoco pudo evitarlos en su momento.

A la Eucaristía, fuente y culmen de la vida espiritual de la Iglesia y de su misión, se la quitó del centro y se la ofuscó.

Así es y baste recordar cuando, repetidamente en cada Jueves Santo, se sustituyó la memoria de su institución en la Última Cena y, con ella, del sacerdocio ministerial, por un impropio lavatorio de pies. Falsificado porque no correspondía al gesto que nuestro Señor cumplió con sus discípulos. Mientras el magisterio de imágenes y gestual, lavando a travestis y mujeres, transmitía el aparejamiento a la corriente “inclusivista” del mundo; por otro lado, se mostraba que ante el Santísimo Sacramento las rodillas no se doblaban.

Y, ¿cómo olvidar el tiempo del confinamiento cuando se mostró el grado de fe en el inmediato y total cierre de iglesias y suspensión de sacramentos, cuando más necesaria era tenerlas abiertas y recibir el perdón de los pecados, la Eucaristía y la unción de los enfermos? Se declaraba en hechos y también en palabras que ante el peligro y la muerte Dios no cuenta ¡sino la ciencia con sus substancias experimentales! La preocupación iba dirigida a tener disponible el hidrogel alcohólico quitando, para ello, el agua bendita de las pilas. El acceso a Dios a través de los sacramentos se lo cambió por el distanciamiento social, imponiéndose el abuso de la comunión en la mano con lo cual se logró inducir la idea que la Eucaristía era vehículo de contagio.

Viva está en el sentimiento de muchos la triste memoria de haber sido privados de la celebración comunitaria del Triduo Pascual, hecho totalmente inédito, que por sí solo denunció la gran deserción de la fe. Y no faltaron imágenes patéticas como la desierta Plaza de San Pedro en medio de la oscuridad y de la lluvia con el Cristo milagroso expuesto a la intemperie. O aquella otra de la proyección zoológica sobre el frente y la cúpula de la Basílica de San Pedro, bajo la inspiración de la ecológica Laudato Si y del cambio climático, mientras en París, coincidentemente, se celebraba la cumbre del clima.

¿Puede poner algún otro ejemplo de gran confusión?

Lutero, condenado por cismático, fue exaltado con homenajes y la estatua del heresiarca fue entronizada en el Vaticano. Se promovió una fraternidad opuesta a la cristiana. Nosotros somos hermanos porque tenemos -por Jesucristo- a Dios como Padre. Dios nos recibe como hijos cuando nosotros acogemos a su Único Hijo como nuestro Señor y Salvador. La aceptación de Jesucristo, por la que viene la filiación divina, se hace efectiva por el bautismo. Si todos fuéramos hijos de Dios, ¿para qué el bautismo? ¿Para qué la Iglesia?

En esa misma línea, se afirmó que las distintas religiones eran expresiones de una misma voluntad divina. ¿Qué otra palabra cabe para juzgar sino la de herejía?

Se acentúo el falso ecumenismo y el sincretismo. Es doloroso recordar todo esto, pero es necesario para saber dónde estamos, de dónde venimos y qué necesitamos.

En Laudato si se afirma que estamos ante la crisis de un calentamiento global y que ello es debido a causas humanas. La Iglesia no puede hacer causa común con teorías de la ciencia. No es de su competencia.

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Según usted hubo aún mucho, mucho más…

Estos años abrieron un proceso, como se gustaba decir (“lo importante es abrir procesos”), y el proceso adquiere su propia dinámica…que es devastadora.

Nadie niega que semillas de destrucción habían sido ya sembradas y desde tiempo remoto. Pero, estos doce años fueron de profundización, hasta pretender cambiar la naturaleza de la Iglesia con la sinodalidad, totalmente ajena a su constitución y fundación. Al sensus fidelium se lo reemplazó por un vox populi “democrático”. El modelo alemán nos muestra el grado de devastación al que lleva.

Hemos visto predominar antojos y pasiones humanas sobre el respeto a la Ley y el amor a Dios; la acción (salir hacia las periferias, sin más) sobre la oración y la adoración que sustenta y acompaña a toda acción misionera y caritativa de la Iglesia. Sí, hay que ir a las periferias (siempre lo hizo la Iglesia y es bueno recordarlo), pero partiendo del centro que es Cristo, llevando a Cristo y trayendo almas a Cristo.

¿Qué nos puede decir de la lamentable situación de la Iglesia en China?

Que está maniatada y entregada al gobierno comunista chino que nombra los obispos gracias al acuerdo con el Vaticano, cuyas cláusulas permanecen secretas, pero no así sus efectos. El valiente anciano Cardenal Zen lo denunció. No sólo no fue escuchado, sino que fue menospreciado y negada una audiencia, desconociendo su derecho como Cardenal chino de conocer qué firmó Roma con Pekín. Es mucho, mucho.

¿Qué soluciones de emergencia propone?

Urge devolver la belleza y la santidad de la Iglesia, que, en sí, es siempre santa, pero a la que se la ha degradado y sustituido por una imagen falsa y corrompida. Apagada fue su luz, horriblemente afeado su rostro por tanta corrupción no sólo moral, de muchos de sus miembros y muchos encumbrados, sino por la corrupción de su doctrina. Ante las evidencias surgen muchas legítimas preguntas.

¿Cómo cree que se podría solucionar todo?

No sé si será por medio directo de los hombres, aún cuando fueran asistidos por el Espíritu Santo, pero sabemos que la Iglesia no es humana sino divina y que Dios tiene sus modos y sus caminos. Lo que tenemos por cierto es que la Iglesia debe ser restaurada y embellecida y eso implica purificación. Gran purificación porque grande ha sido la contaminación.

La primera, única y última elección es entre la verdadera Iglesia o la presente apostasía. No es tiempo de agitarse sino de recogerse, decía Santa Teresa en otra ocasión de sede vacante, ciertamente mucho menos grave. Muchos se agitan y agregan confusión. Nos cabe recogernos o en último caso resistir, rezar y reparar. Resistir y reparar rezando, adorando. Pidiendo y ofreciendo a Dios por amor a Él, a la Iglesia, a la salvación de las almas.

¿Qué piensa que ocurrirá en lo inmediato a corto plazo?

Opino que se abren dos posibilidades: que continúe el silencio, como si “aquí no ha pasado nada”, o que quienes no soporten más seguir en esta postración se alcen y hagan oír su voz y, a partir de allí, lo que Dios disponga. A Él nos dirigimos para pedirle que nos dé un Pastor según su Corazón; que edifique a su pueblo con sus virtudes y lo ilumine con la verdad del Evangelio.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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