
La Monarquía es el régimen de gobierno más longevo en la Historia de España desde tiempo inmemorial. Salvo la efímera y caótica primera República y la trágica, muy trágica, segunda que nos condujo a una guerra civil, nuestra patria ha estado regida por monarcas, antaño con los visigodos con reyes electivos y posteriormente con reyes hereditarios.
Sin duda, la monarquía toma carta de verdadera naturaleza en España con Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los Reyes Católicos, que unificaron todos los reinos patrios y en enero de 1492 conquistaron Granada terminando con la Reconquista que iniciara don Pelayo allá por el año 722 en Covadonga.
Los reyes de la antigüedad no tenían un palacio fijo como residencia y la Corte se desplazaba donde ellos viajaban fuera la ciudad que fuera. Así Valladolid, durante los cinco primeros años del siglo XVII acogió a la Corte de Felipe III por expreso deseo de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, el Duque de Lerma. Pero salvando este pequeño periodo, Madrid ha sido y sigue siendo la sede de los monarcas. El palacio Real, el de Aranjuez, el del Pardo, el de la Granja y en la actualidad el de la Zarzuela han sido las residencias oficiales de los reyes de España.
En el intra muros de estos palacios además de los monarcas se encontraba la servidumbre de los mismos y en los extra muros y en las cercanías desplegaba normalmente la Guardia Real a modo de Regimiento con sus alabarderos, artilleros, mosqueteros, húsares, lanceros y demás especialidades militares.
La figura del presidente de Gobierno o en otras épocas presidente del Consejo de ministros nunca tuvo un alojamiento destacado y sede oficial salvo que el titular por su condición social (marques, conde o cualquier otro título nobiliario lo poseyera de antes) y tampoco tenían de dotación en su domicilio un gran número de sirviente o ayudantes. Son muy conocidos los casos de un vicepresidente del Gobierno que conducía su propio coche – un SEAT 600 – y que a pesar del cargo que ostentaba vivía en su domicilio habitual y otro asesinado por la banda terrorista ETA, que vivía de alquiler y su dirección con nombre y apellidos estaba en el listín telefónico de Madrid.
Adolfo Suárez fue quien determinó que la sede del presidente del Gobierno fuera el palacio de la Moncloa sito en la carretera de la Coruña y que hasta entonces era la sede de los jefes de Estado que visitaban España. Ni al abulense ni a su sustituto el Marqués de la ría de Ribadeo, Leopoldo Calvo Sotelo, se le conocieron dispendios en gastos palaciegos tanto en lo material como en los gastos de servidumbre.
Felipe González que fue habitante de la Moncloa casi catorce años y que en los finales de su presidencia no salía de su palacio se sabe que allí en su célebre “bodeguilla”, invitaba frecuentemente a sus amigotes, conmilitones y gente afín pero muy lejos, que se sepa, de hacer multitudinarias celebraciones. Sí es cierto que a este presidente muy reprobable en sus años de mandato, se le ocurrió la idea de construir un búnker en el recinto presidencial. Una estupidez y capricho presidencial más pero no de la envergadura económica que hoy nos invade con el actual presidente.
Los presidentes populares Aznar y Rajoy en lo que a su vida palaciega se refiere, no ocuparon titulares periodísticos relevantes, es más, José María Aznar llegó a pasar sus vacaciones veraniegas en residencias privadas de la costa mediterránea y de la Ribera del Duero.
Rodríguez Zapatero, el actual alto comisionado del Gobierno en asuntos turbios bien sean en Venezuela, China e incluso Suiza, consciente de su mediocridad y analfabetismo en multitud de temas, inició la dotación de una multitud de asesores en su palacio, pero lo bueno estaba por llegar años después con otro presidente que se dice progresista y no es más que un psicópata de manual, además de un tirano.
Pedro Sánchez llegó a la Moncloa tras una moción de censura y una huida de Rajoy de su escaño. Como dice una y otra vez el presidente felón: he llegado para quedarme. Como bien dice, hace y por tanto ha consolidado su posición que se sitúa en el palacio de la Moncloa muy cerquita de la Ciudad Universitaria.
Por todo ello se ha dotado intra muros de palacio de unos 500 asesores para su gestión – el Gobierno cuenta con 795 asesores/ hombres de confianza – además de la guardia que actúa extra muros y que fácilmente se aprecia cuando Su Sanchidad sale fuera del palacio. Ningún presidente de Gobierno europeo ni jefe de Estado tiene a sus órdenes en su residencia oficial tanta servidumbre. Ni ahora ni en la antigüedad.
A poca gente se le escapa que este sujeto, vanidoso, narcisista y engreído busca por todos los medios a su alcance ser el primer presidente de la tercera República y de ahí que vaya dotándose de esa corte palaciega que en cuento pueda acomodará junto a él y su adorada esposa en el palacio de Oriente pues es obvio que cuando ponga sus atributos allí dejará de ser palacio Real.
Es de suponer que entre estos 500 asesores/ sirvientes/ lacayos, fieles todos ellos a su Señor se encuentren los “coperos” aquellos que previamente a su servicio, prueban las bebidas de su Señor para comprobar que no están envenenadas y puedan dañar su salud; los “camareros” con un cometido muy similar a los anteriores, pero con la comida no vaya a ser que Su Sanchidad tenga problemas intestinales.
No hay que olvidar a los míticos “caballerizos” hoy convertidos en conductores y pilotos que son legión con este presidente tan aficionado a volar y a desplazarse con todo un parque móvil ministerial a su mando; igualmente conocidos históricamente son los “bufones” aquellos que hacer reír a su Señor con su genio, sus gracias o desgracias; las “meninas” que dan nombre a un conocidísimo cuadro de Diego Velázquez y que eran niñas que servían y entretenían a la reina – entiéndase hoy a Begoña -; “ayos” que eran los encargados de la educación de los niños/as y que Su Sanchidad los ocupa del transporte a Universidades y colegios privados y si fuera menester de clases particulares a sus dos hijas.
Los conocidos como “cortesanos” son los compañeros del Señor, Pedro Sánchez tiene multitud y ya los ha ido colocando en puestos de privilegio de la Administración; los históricos “pajes” – no confundir con el Page, con “g”, ese vive en el palacio de Fuensalida – criados que acompañaban a los Señores y los asistían en antesalas y mesas. De estos Su Sanchidad tiene un gran número, aunque alguno de ellos es muy torpe y no le asesora debidamente en asuntos de protocolo.
Para finalizar con la servidumbre del medio millar de asistentes de este vil presidente, mencionaré a los hombres de muy probada lealtad en todos los sentidos a su Señor, los “ayudantes de cámara” que comparten espacios privados con él y que le ayudan a vestirse y al adonis de la Moncloa, además, a maquillarle, lustrarle los zapatos, masajearle y acompañarle al baño, sauna y masaje.
Esta es la cruda realidad de este sujeto tan felón y malvado como Fernando VII y tan traidor en inútil como Carlos IV que abomina la monarquía pero que ansía vivir como un monarca absolutista rodeado de vasallos y lacayos. Hoy se llaman asesores.
Los primeros pasos ya los ha dado. Su meta es aposentarse en el palacio de Oriente y si hacen falta más “asesores”, los buscará debajo de las piedras. No lo duden.
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