21/11/2024 11:35

«Zorra, zorra» -o como sea su título-, esa repelente canción que si la Providencia no lo remedia representará a España en una de las farsas musicales uropeas más publicitadas, muestra a la perfección la España actual, la España del socialcomunismo, donde lo soez y asqueroso reina con su profundo hedor de estercolero sobre la belleza; donde lo repugnante cocea a la distinción, donde el pus y el vómito prevalecen sobre el primor y la gracia.

El socialcomunismo, en cuanto llega al poder, tiene el don de colocar una chusma de tuercebotas y villanos en los altos cargos, porque en su codiciosa fantasía el Estado es su propiedad, y la grosería su divisa. Es la llamada fiebre de la «fealdad» y del «dedazo». Todos los psicópatas del siniestro rojerío, llámense Pedro Zambo o Pablo Corcova, lo inmediato que hacen en cuanto traspasan los umbrales de las instituciones es perpetrar un ataque frontal al decoro de la función pública nombrando multitud de altos cargos que sin ser funcionarios han sido elevados a los más altos pedestales de la Administración, activistas sociales, manifestantes de mochila, okupas procedentes de la nada profesional, de la insignificancia curricular y del mal gusto más absolutos. Ineptos de día y de noche, zampalimosnas, vagos de manual que, aun en la hipótesis de que dejen de gobernar los suyos en el futuro, resultará dificilísimo ponerlos en la calle, porque ya se encargarán de conservar el nepotismo y la abyección a base de enredar decretos, retorcer leyes, cambiar reglamentos o crear chiringuitos para quedarse.

Estos advenedizos son paradigmas de ágrafos, masa sectaria sin más competencia profesional que la mamada de las doctrinas y consignas ideológicas más aberrantes. Parte sustancial de esta multitud de indoctos está siendo ahora dedicada al desarrollo de la Agenda 2030, ese ejemplo de abominaciones satánicas con que tratan de extinguir o esclavizar al contribuyente. Activistas veganos, ecologistas, feministas, animalistas, sucios y pervertidos de todo tipo capaces de sostener que las flatulencias bovinas están corrompiendo el oxígeno que respiramos, que los gallos son prepotentes violadores de sus hembras, las gallinas, o que el hombre es el único mamífero que le roba la leche a los terneros.

Esta sed delictiva, este afán por la transgresión existen en el socialcomunismo como subsiste en las abejas la inclinación a fabricar miel. Y personifican a España para denigrarla con su presencia y con creaciones culturales como «Zorra, zorra». Porque los socialcomunistas son así, inagotables e insaciables en su monstruosidad y su malevolencia, y durante los episódicos paréntesis en los que en la nefasta Transición ha gobernado la inane y colaboradora derecha, siempre han estado listos para no apearse del tinglado cultural, y rápidos para organizar un activísimo frente común con el fin de hacer frente a las políticas por ellos llamadas liberales. Y a pesar de que todas las actuaciones del siniestro rojerío demuestran que está atrapado en la incoherencia y en las más nefastas tendencias, se ha hecho tributario de una mitología infernal según la cual su visión de la existencia en general y de la contingencia en particular es la correcta para el mantenimiento del buen orden y para el acrecentamiento de la solidaridad y del progreso.

Que se lo crean o no, que no se lo creen, o que la realidad diga lo contrario, es lo de menos. Su superioridad moral es incuestionable, porque así lo han dictaminado en las cocinas ideológicas primigenias, y porque con sus gachas doctrinarias y su asquerosa cultura así han venido alimentando y convenciendo a los sucesivos cachorros de hiena que han ido pariendo a manos de la comadrona infernal encarnada por Satán. Por eso los crímenes contenidos en su biografía son inexistentes, meras invenciones de fachas, franquistas y conspiranoicos varios. Y de ahí no se mueven, por inconveniente e indeseable.

El infierno, casa de todos los locos más furiosos del mundo, con sus baños de piedra azufre, es su hábitat natural. Las figuras socialcomunistas que hoy se mueven por la política y sus aledaños suelen ser enanos culturales y morales agigantados por su agitprop, contrahechos espirituales, corcovados, pervertidos y zambos de manual, y eso sin entrar en la censura y vituperio de numerosos defectos corporales, pues no puede culpárseles de sus deformidades, salvo a los que de sus defectos hacen oficio, como en los parlamentos se usa; pues se dedican a rentabilizar sus vicios.

Para domeñar las almas bárbaras y apartarlas de la injusticia y de la crueldad, no es útil la verdad, porque no pueden concebirla; ni es útil el diálogo, porque su fanatismo lo impide. Lo útil es procurar su alejamiento de las responsabilidades sociales y políticas, lograr su irrelevancia civil. Para así evitar que inoculen su ponzoña en la ciudadanía. Una parábola, acompañada de hierro, que desenmascare a estos monstruos hará más que un discurso, porque su sofística y sus demagogias son lo suficientemente hábiles para revertir a su favor las homilías.

Por eso de Abascal -y de alguno de los suyos-, si bien cada día domina más el ataque verbal contra la casta partidocrática y manifiesta cosas que ningún otro político nombra, lo que es de agradecer, se puede decir que, aun andando bien, lo hace fuera del camino. Abascal, que se pelea con virtuosismo con mamacallos y truhanes, todavía no se ha enterado, o no quiere enterarse, de que el peligro no sólo reside en Pedro Sánchez y sus cuates, sean éstos de uno u otro color, sino sobre todo radica en los millones y millones de socialcomunistas, de partido o de afición, que disfrutan hocicando en los vertederos de las «zorras, zorras», en las repulsivas sedes de lo deforme. Es en el pueblo y en la cultura miserable donde se halla la raíz del mal.

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Estos millones de mala gente, alimentados por el odio, por la inmundicia y por la perversión, se sienten a gusto gobernados por los ladrones del Estado y, a su rebufo, carentes de vínculos y ataduras morales, toman ávidamente lo que les trae cada nuevo día, chapoteando en el albañal. En realidad, ellos y sus jefes son gente para poco, mendigos éticos, butroneros del Estado, okupas innatos, bultos de carne con apariencia humana que tratan de parecer bravos o lindos según la ocasión, y que se montan bacanales con el dinero público diciéndose que «quien bien bebe, bien abusa».

Pero aun siendo más mezquinos que un gorgojo, sus ojos y dientes relucen entre los detritos porque se saben los dueños de la situación, y con sus gritos y leyes pueden disimular o sofocar sus borracheras de poder, mientras, como en un delirio, no dejan de soltar burlas e imprecaciones contra la virtud y la belleza. Ahí está la lucha, Abascal, ahí está la lucha. Si es que de verdad quiere VOX limpiar España de excrementos.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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rozas45

Mardetas alemañas!! No os mereceis otra cosa que toneladas de detritus defecadas por el «niu guorl disorder» jodío. El Euromierdón es un invento de los jodíos de nabo desollao que manejan las ubres de Uropa y ordeñan a las masas gentiles Uropedas, mientras se descojonan de vosotros y hacen apuestas entre ellos a ver quien se se inventa y pastorea a las masas con legislaciones mas propias de un manicomio. El objetivo de todo esto es destruiros hasta los cimientos con una guerra silenciosa tavistokiana, para convertios en zombis obedientes con los cuales poder hacer entrenamiento con sus nuevas tecnologias de guerra psicotrónica.

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