21/11/2024 15:40
Getting your Trinity Audio player ready...

En no pocos círculos de la supuesta derecha uno de los asuntos más concurrentes es el de la necesidad de elecciones. El objetivo es, presuntamente, arrancar a Pedro Sánchez Sanchina de la poltrona. Se dice que las elecciones son prioritarias, pero se oculta que, convocadas en una sociedad ausente de rebeldía sociocultural y de civismo, las consecuencias electorales supondrán, como ha venido sucediendo, la reafirmación del Sistema. Tal vez porque esa supuesta derecha se siente, en el fondo y en la forma, tan parte del Sistema como aquél al que dicen querer descabalgar.

Acalambrados por dicho Sistema, del que la mayoría de ellos vive, tan sanchinas como nuestro feliz presidente de Gobierno, los intoxicadores blogueros o tertulianos, de izquierdas y derechas, son una especie de científicos o ideólogos a la totalidad, una especie de perejil de todas las salsas que en realidad no saben a dónde van -o sí-, pero caminan en vanguardia, encauzando opiniones. Una parte de éstos, los integrantes de la impostada derecha nacional no dejan de pedir elecciones, insisto, en cuanto se les da entrada.

Con ello se permiten un burdo ejercicio de disimulo, pues aparentan querer acabar con la situación sabiendo que, en la actual coyuntura, con la plebe electoral activa que pulula por el país, culpable de silencio ante los olvidados asesinatos etarras, entre otras muchas maldiciones, es imposible. Esa cohorte mediática que vive del menudeo técnico o intelectual conoce el paño, o debiera conocerlo, pero, aun así, insiste en fortalecer a la corrupción sistémica, solicitando elecciones.

Ante unas elecciones conviene recordar que el voto no sirve de nada en un Entramado cuyo fin no radica en la libertad ni en la justicia, sino en el poder. No existe democracia en este país de siervos -en cualquier país de siervos-, sino una tupida red de intereses particulares representada por un puñado de miserables formado por la casta partidocrática y por las oligarquías financieras que los sustentan, prestos todos ellos a reírse de los votantes y a traicionarlos.

Y en esta cultura por el poder salvaje no se hacen ascos a las artimañas ni al recurso de los juicios de intención sobre los colegas, no ya para dejar tirado al principal competidor, el PSOE, que es quien controlará el recuento y, si viene al caso e interesa a los amos, se autoproclamará impunemente ganador, pero sí para exigirle «qué hay de lo mío» a cuenta del chantaje de los apoyos para gobernar en Moncloa.

LEER MÁS:  Franco fue el personaje (no americano) que más veces apareció en la portada de TIME: 10 veces

Considerando la dramática situación, cualquier observador ecuánime comprueba que, proporcionalmente a la gravedad, las manifestaciones y protestas sociales son escasas; las huelgas, nulas, y no acaba de escenificarse el divorcio -si es que existe- entre la oligarquía totalitaria dirigente y la multitud trabajadora.

Si a esta escasa conflictividad social y laboral se añade la carencia de cultura política y, sobre todo, una nula garantía de limpieza electoral, tendremos el guion apropiado para convenir que la salida de la crisis no está próxima y que, lejos de ahondar en las discrepancias frentepopulistas, debidas a los intereses que se enfrentan en su seno, la nueva convocatoria electoral servirá -salvo imprevisto histórico- para apuntalar a los traidores.

Si las elecciones nacen como símbolo de la democracia y ésta, obviamente, es una trampa, más aún que una comedia, ¿por qué han de llevarse a cabo y desearse? En nuestras circunstancias, como digo, sin rebeldía sociocultural ni sentido cívico en la gran mayoría de los electores, los comicios sólo son una burla pesada, de la que no nace arrepentimiento alguno, pero sí grave daño para el propio ciudadano y para la patria.

A ellos, a los que integran la casta partidocrática, sicarios del Sistema, sí que les convienen las elecciones, porque les reafirma en sus abusos y privilegios. Y para persuadir al electorado, contra la naturaleza de las cosas, es decir, contra la realidad, no cesan en sus grandes embelecos propagandísticos, que no pueden llevarse a cabo sin gravísimo daño para el pobre ratón que acude al queso de las urnas, y que ni ve el señuelo ni conoce su propia ignorancia. O sí la conoce, pero vive a gusto refocilándose en la viscosa miseria del cenagal, porque es su cenagal y el de los suyos.

Por eso, a las gentes de bien no les conviene engañarse ni dejarse engañar. Lo oportuno y provechoso es no perder de vista lo esencial cuando los abusadores lanzan botes de humo para encubrir y despistar. Lo supuestamente bueno -las elecciones, para echar a Sánchez Sanchina– no es tan bueno cuando se necesita lo mejor -el fracaso del Sistema y la regeneración nacional-. Que es algo que nadie quiere de verdad, ni entre los tertulianos ni entre la casta partidocrática, incluidas las derechas, con el PP a la cabeza, todos ellos instalados y parasitando a la patria. Pues estamos hablando del bipartidismo corrupto y de sus terminales y cómplices.

LEER MÁS:  Fuera los fascistas, gritan los comunistas, en la Universidad Complutense de Madrid. Por Ramiro Grau Morancho

Lo normal, en una sociedad normal, es que cada ciudadano, sea político o sacerdote, juez o médico, menestral o filósofo, tenga sus intereses, sus preferencias, su ideario, su credo y sus convicciones. Y que con tal bagaje se vea obligado a actuar. Así, en condiciones normales, lo que se pide a unos y otros es honestidad para que sus ideologías no adulteren la realidad o la verdad, y al Estado que se dote de medios adecuados para controlar cualquier desviación prevaricadora.

Pero nada de esto es realidad en la España de hoy, que cuenta con una masa electoral mayoritariamente embrutecida o subsidiada y sectaria, y con un Estado en poder de los delincuentes. De ahí que, una vez más, dejemos la pregunta en el aire: elecciones, ¿para qué? Porque la lucha urgente no pasa por unas elecciones falseadas, sino por una revolución cívica y sociocultural, que despierte a los dormidos y haga ver a los ciegos de condición, si aún se sienten españoles.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
Suscríbete
Avisáme de
guest
0 comentarios
Anterior
Reciente Más votado
Feedback entre líneas
Leer todos los comentarios
0
Deja tu comentariox