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Miguel Iceta se estrelló como pocos políticos lo hicieron hasta que apareció Alberto Garzón en busca de su «minuto de gloria» y eligió iniciar destrozos en la industria cárnica.
Tal vez esté equivocado, pero es un hecho que a alguien le molestan sobremanera los éxitos de Madrid, la gestión de su equipo municipal y la barrida de Díaz Ayuso el pasado mes de las flores. Es fácil observar que desde Moncloa se maltrata a la capital de España; se le niegan ayudas europeas, ya denunciadas a Bruselas; se critican con crudeza y rudeza las medidas que adopta Ayuso, aunque al mes las adopte Moncloa como si suya fuera la patente; se enfrenta a Madrid con Barcelona y se intenta lo mismo con las demás comunidades; se insulta la atractiva fiscalidad de Madrid y la ciudad del chotis crece en recaudación muy por encima de las provincias de Tabarnia y Tractoria, surgidas de la antigua Barcelona. Hasta el empresario y futbolista, Gerardo Piqué, reconoce que Madrid está económica y financieramente en un nivel inalcanzable para Barcelona, hoy por hoy.
La última orden cursada desde Moncloa es impedir a toda costa que las cuarentenas madrileñas de niños escolarizados no sean diferentes a las del resto de España. Y como desde Moncloa acaban por adoptar las medidas que dicen ser malas para la capital, pues supongo que no tardará la ministra de Sanidad en adoptar las medidas y criterios del equipo de Gobierno de la comunidad de Madrid.
Tras las trampas y olvidos de Moncloa hacia los madrileños durante la borrasca filomena, así como los engaños que tramaron Sánchez, Iglesias y Marlasca con las amenazas durante la campaña electoral madrileña, podemos esperarlo todo, pero nada bueno. El actual Gobierno es un trilero que vende humo sin quitarse la chaira de entre los dientes, a la vez que esconde la cabritera para sublimes traiciones.
No tengo duda de que Pedro Sánchez volverá a quedar con las posaderas al aire, como tantas veces, de la misma forma que Gabriel Rufián, el «botifler» en vías de rendir pleitesía a la monarquía española, se ha quedado solo con aquello de que «Madrid es un paraíso fiscal». Y sí lo es, pero por la adecuada y acertada gestión de impuestos, no por esconder dinero de los Pujol, ni de la consorte de Puigdemont, ni de Pere Aragonés, ni de fraude fiscal como el de Arturo Mas y otros «angelitos»: Madrid no crea estupideces en forma de embajadas; tampoco mantiene a golpistas huidos de la Justicia en Waterloo; no malgasta dinero en material sanitario adjudicándoselo a sus alcalde; no oculta maletas extrañas procedentes de Venezuela; no esconde tramas familiares de corruptelas como la presunta de PLAYBOL; no trapichea con Delcy Rodríguez ni miente sobre el espacio Schengen. Y un largo etcétera.
No sé qué interés tenía «El aceituno» Iceta cuando afirmó que fuera de Madrid no había ningún museo nacional. Se estrelló como pocos políticos lo han hecho hasta que apareció Alberto Garzón en busca de su minuto de gloria y eligió iniciar destrozos en la industria cárnica, en la ganadería y en la exportación de productos cárnicos a Europa y resto del mundo: «La carne que exporta España es de mala calidad procedentes de animales maltratados, sin respetar el bienestar animal». ¡La que puede montar un tonto sin su glorioso minuto! En la mano del presidente está el cese o la dimisión «motu proprio».
Sigamos con Iceta. Es evidente que no sabe de cultura y el deporte le queda grande y adelgazante. Con los museos se cubrió de torpeza cuando decidimos remitirle un documento donde se relacionaban todos los museos nacionales ubicados fuera de Madrid: en Valladolid, Cartagena, Valencia, Toledo, Málaga, Ciudad Real, Cantabria, La Coruña, Salamanca, Barcelona, etc. No sabe de eso, pero es que no sabe de nada importante. Muy dado a repetir las consignas socialistas de «Todos contra Madrid» y «Madrid nos roba», ha quedado atrapado en su bucle.
Hubo un momento, antes de ser ministro-cuota de Cataluña, que algunos comentarios de Miguel Iceta eran vomitivos, casi como los que hace en Twitter un tal José Zaragoza, que se ilustra como diputado socialista. Ambos me recuerdan al senador de Compromís que se empeñó en que la localidad de Camporredondo quitara a una vía el nombre de CALVO SOTELO y se la tuvo que envainar, a la vez que fue ridiculizado en todos los medios no vendidos ni vendados.
El objetivo es atacar Madrid, da igual la forma y el fondo, además de hacer que los madrileños paguen por todas comunidades vaciadas, por Cataluña y por las negligencias de Compromiso en la comunidad valenciana. Lo de menos son las razones. ¿Y por eso hay que desmantelar Madrid para llevar las instituciones a otras provincias? Pues no, señor Iceta, no se trata de eso.
¿Se acuerdan de cuando Iceta propuso trocear el Museo del Prado para repartirlo por España? Bueno, mejor dicho, entre las comunidades de sus socios; es decir, golpistas, independentistas, terroristas y nacionalistas, además de falderos parlamentarios. ¿Consentiría la Generalidad que se llevaran el Museo de Picasso de Barcelona a Málaga o actuaría con ratonera nocturnidad como lo hizo con el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca y la colaboración socialista del momento?
Señor Iceta, deje todo como está. Así está bien. Saque sus manazas de los asuntos políticos. No haga lo que su jefe, Pedro «El mentiroso», porque siempre sale trasquilado y con el rabo entre las piernas. Por el bien de todos madrileños y españoles, limítese a cobrar y no interfiera en política; siga la consigna que aconsejaba el Generalísimo Franco: «Haga lo que yo, no se meta en política».
Dedíquese, Iceta, si lo desea, a bailar hasta el amanecer. No dude en hacerlo en el Consejo de ministros; ahí tiene dónde elegir incompetentes y gaznápiros, tanto de los que llevan la mentira y la traición incorporada (o sea, los suyos) como de los que utilizan herramientas en su estandarte, pero nunca han trabajado con ellas porque dudo que sepan para qué son y como se usan.
Por cierto, señor Iceta, ahora que han desaparecido los límites de suspensos para pasar de curso y se titula sin tenerlo todo aprobado, júntese a Adriana Lastra y a Rafael Simancas y aprovechen a celebrar que se han graduado en secundaria, con título expedido por «Cárnicas Garzón».
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