12/12/2024 00:37

La mitología griega dice que Zeus, para llevar a la perdición a Pandora, sabiendo que su vicio era la curiosidad, le regaló una caja en la que había encerrado todos los males del mundo imponiéndole la condición de no abrirla. Pandora, claro, no resistió, y abrió la caja para ver que había dentro, desatando el caos.

Para España la Constitución de 1978 fue y sigue siendo su caja de Pandora, pues con ella se han desatado sobre nuestra Patria todos los males habidos y por haber.

La Constitución no fue fruto de la casualidad. Impulsada por Juan Carlos I, Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suárez, fue escrita aposta de manera torticera, encerrando en ella contradicciones y ambigüedades calculadas, es decir, males, para que su praxis desembocara, con el tiempo, en lo que hoy vemos que es la verdadera cara del Régimen del 78, que no está ni fallido ni finiquitado, sino alcanzando su culmen que es la dictadura-tiranía socialista que contemplamos, encubierta por un baño pseudo democrático gracias a ese otro mal que ha supuesto la cadena UCD-AP-PP.

La Constitución no respondió a un proceso constituyente, sino que fue una impuesta mediante la manipulación de las masas. Además, ha sido una y mil veces vulnerada por todos, incluso en lo que tiene de aceptable,

Alegaciones contra ella podríamos citar cientos, pero por espacio vamos a restringirnos a sólo algunas:

• Es profundamente agnóstica por omisión, real y no sólo formal, de toda referencia a Dios, lo que la hace inconciliable con el deber moral de toda sociedad para con la única y verdadera Fe, la católica, lo que en el caso español es raíz de los demás males, pues no en balde España se creó sobre la base del catolicismo, no haberlo hecho supuso negar la más profunda realidad histórica y social de España.
• Consecuencia de lo anterior es la no confesionalidad del Estado, lo que lleva aparejada la negación de los derechos de Dios, autor y señor de la comunidad política. Por “confesionalidad”, y en contra de lo que se nos dice, debemos entender la unión del Estado y la Iglesia pero conforme a las condiciones de ésta que son las siguientes: a) unión, sin confusión, y división, sin separación; b) la nación debe a Dios, como los individuos que la forman, adoración, amor y obediencia; c) la unidad religiosa, por supuesto en la única y verdadera religión, la católica, es el principal fundamento de la unidad social y por ella de la Patria y de la nación; d) el Estado tiene, por ello, obligación de ayudar y defender a la Iglesia incluso con la fuerza; y e) la confesionalidad no excluye la tolerancia de cultos disidentes cuando tengan cierto arraigo por la costumbre o consten en tratados y convenios. (Estados confesionales son el Reino Unido, en el que la Corona es al tiempo jefe del Estado y cabeza de la iglesia anglicana; Marruecos, en el que el sultán es también máximo líder religioso; incluso los EEUU mantienen el “En Dios confiamos” en sus billetes y en numerosos actos se jura sobre la Biblia. Parece que sólo España no puede ser confesional).
• Dejó a la Iglesia católica, fundada por Cristo, única verdadera, al mismo nivel que otras confesiones que le son contrarias o incluso hostiles.
• No existe referencia a los principios y valores supremos de la ley natural o divina por lo que la orientación moral de las leyes queda al arbitrio de la ideología del partido gobernante en cada momento o de sus alianzas lo que supone un salvoconducto para agresiones legalizadas contra derechos inalienables del ser humano lo que lleva siempre a la imposición de los peores posibles.
• No garantiza la libertad de enseñanza ni la igualdad de oportunidades al no garantizar a los padres su derecho a la formación religiosa y moral de sus hijos que queda en manos y al arbitrio de las oligarquías de los partidos políticos.
• No tutela lo valores morales de la familia, núcleo esencial de la sociedad, abriendo la puerta al divorcio, grave ataque contra el matrimonio que es indisoluble por derecho divino y natural, con las consecuencias nefastas que para la sociedad tiene, abriendo también la puerta al crimen del aborto al recoger en su Art. 15 tan sólo que “todos tienen derecho a la vida” omitiendo especificar que “desde su concepción hasta su extinción natural”.
• La proclamación de la soberanía popular o nacional, según el caso, y con ella la democracia inorgánica, vista la ambigüedad del texto, es también un ataque contra las sabias enseñanzas seculares de la Iglesia.
• La contradicción palpable, inadmisible e injustificada contra la unidad de la Patria al incluir, junto a su unidad indisoluble, el término “nacionalidades” tan escurridizo como indeterminado, al tiempo que revolucionario.
• La proclamación de una monarquía liberal y parlamentaria suponía la involución a la línea iniciada en 1812 con aquella “Pepa” de honda raíz masónica, liberal y antinacional de la que tantos males se derivaron.
• La negación, siquiera velada, de la independencia judicial, permitió llevarla a efecto en fecha tan temprana como 1985 con las consecuencias que sabemos.

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Hoy, España es víctima de los males que la Constitución, caja de Pandora para ella, liberó con las consecuencias que vemos cada día.

El mito de la caja de Pandora termina diciendo que, al ver los males liberados, Pandora, asustada de las consecuencias de su irresponsable acto, volvió a cerrarla, logrando que en ella quedara tan sólo la “esperanza”; de ahí lo de que “la esperanza es lo último que se pierde”. Pero el mito no aclara si la esperanza es virtud y beneficio o como parece también un mal por aquello de que quien espera desespera; y por eso estaba en la caja junto a los demás. El hecho de que ningún partido ni dirigente hable nunca de la tan necesaria, urgente y profunda reforma de la Constitución avala esta última interpretación. Otros países lo hacen: EEUU lleva múltiples “enmiendas”, Francia varias “repúblicas”, Chile ha rechazado recientemente dos reformas prefiriendo la que en su día realizó el Gral. Pinochet. ¿Por qué España no podría acometer tal proceso y cuanto antes?

 

Autor

Francisco Bendala Ayuso
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