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Yo, de entrada, reconozco que el «Manifiesto de los Generales», los coroneles y demás Jefes, oficiales, suboficiales y soldados que lo firman me ha impresionado y me ha alegrado (como me alegró hace unos días el de la XXIII promoción de la AGMZ) por su sinceridad, por su valentía y por poner el dedo en la llaga: el gran peligro que está corriendo España con este gobierno comunista que nos lleva directísimamente al desastre (¡ríete del Desastre del 98!)… eso por su contenido, pero más por sus firmantes,  porque ver que 5 Tenientes Generales, 13 generales de división, 30 de Brigada y más de 200 coroneles unidos defendiendo la Unidad de España (aunque sean jubilados, ojo, que yo también soy un jubilado y me siento tan español, o más, que cuando tenía 25 y hacía la «mili» en Montejaque) es la «ostia»… Joder, los veo a todos juntos y con sus uniformes, sus estrellas y sus medallas y se  me ponen los pelos de punta y más firme que un ciprés. 

Es verdad, están jubilados y ya no tienen mando de tropa ni armas que usar, pero, para los que estábamos defendiendo por encima de todo la Unidad de España, tan en peligro con este Gobierno comunista que nos desgobierna, no cabe duda que  es un motivo de satisfacción saber que no estamos tan solos… (aunque seguimos esperando que los «otros», los que «están», y aunque sea por todos los conductos reglamentarios y democráticos que haga falta, también manifiesten lo que piensan. Ser neutral no tiene por qué ser mudos… ) y que todavía puede evitarse el hundimiento en las garras del comunismo más radical (porque el Sr. Iglesias es bastante más radical que el mismísimo Largo Caballero) 

Pero,  al hilo de este «Manifiesto de los Generales» se me ocurrió abrir, otra vez, mi Historia de España, para ver si había algo parecido en el pasado y sin ahondar mucho enseguida me saltaron a la vista 3: el «Manifiesto de los Persas», el «Manifiesto de Vicálvaro» y el «Manifiesto de la Gloriosa». O sea, los 3 de los que les hablo a continuación: 

ASÍ FUE EL «MANIFIESTO DE LOS PERSAS» 

Suscrito el 12 de abril de 1814, en  Aranjuez, Madrid, y  firmado por  69 de los 215 Diputados que componían las Cortes, de tendencia absolutista, que reclamaban la vuelta al Antiguo Régimen y una Monarquía Absoluta para el Rey Don Fernando, ya vuelto de su exilio en Francia. Es decir una Monarquía que, contra la Constitución de Cádiz, fuese depositaria de la soberanía nacional  y subordinada únicamente a la Ley Divina. 

Naturalmente el Rey recibió el Manifiesto con los brazos abiertos y le sirvió para lanzar el Decreto de Valencia, del 4 de mayo, que proclamaba la Restauración de la Monarquía Absoluta. Este fue su texto: 

Era costumbre en los antiguos Persas pasar cinco días en anarquía después del fallecimiento de su Rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor. Para serlo España a V. M. no necesitaba igual ensayo en los seis años de su cautividad, del número de los Españoles que se complacen al ver restituido a V. M. al trono de sus mayores, son los que firman esta reverente exposición con el carácter de representantes de España; más como en ausencia de V. M. se ha mudado el sistema que regía al momento de verificarse aquélla, y nos hallamos al frente de la Nación en un Congreso que decreta lo contrario de lo que sentimos, y de lo que nuestras Provincias desean, creemos un deber manifestar nuestros votos y circunstancias que los hacen estériles, con la concisión que permita la complicada historia de seis años de revolución. Y vimos que la exaltada imaginación de sus autores atropelló de un golpe cuanto había producido la literatura española en muchos siglos, queriendo obscurecer su inmortal memoria por captarse el aura popular, como inventores de un nuevo camino que han titulado feliz, a pesar de desmentirlo sus efectos. Pero mientras tenían a menos seguir los pasos de los antiguos españoles; no se desdeñaron de imitar ciegamente los de la Revolución francesa. 

La obediencia al Rey, es pacto general de las sociedades humanas, es tenido en ellas a manera de padre, y el orden político que imita al de la naturaleza, no permite que el inferior domine al superior: uno debe ser el Príncipe, porque el gobierno de muchos es perjudicial, y la monarquía no para el Rey, sí para utilidad del vasallo fue establecida. Pero en Cádiz, se rompieron tan nobles vínculos, el interés general y la obediencia, sin consultar la razón, y guiados del capricho. 

Los que hablan al Pueblo de gobierno despótico, le hacen desconocer sus verdaderos caracteres, que son: no nacer libres, no poseer en propiedad, no tener derecho a sucesión: disponer el Príncipe de su vida, honor y bienes sin más ley que su voluntad, aun con infracción de las naturales y positivas. Pero si nunca España gimió bajo este yugo: ¿por qué se abusa con tanta frecuencia de la voz despotismo, para excitar la indignación entre los que no distinguen ni meditan? 

La monarquía absoluta (voz que por igual causa oye el Pueblo con harta equivocación) es una obra de la razón y de la inteligencia: está subordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado: fue establecida por derecho de conquista o por la sumisión voluntaria de los primeros hombres que eligieron sus Reyes. Así que el Soberano absoluto no tiene facultad de usar sin razón de su autoridad (derecho que no quiso tener el mismo Dios): por esto ha sido necesario que el poder Soberano fuese absoluto, para prescribir a los súbditos todo lo que mira al interés común, y obligar a la obediencia a los que se niegan a ella. Pero los que, declaman contra el Gobierno monárquico, confunden el poder absoluto con el arbitrario; sin reflexionar que no hay Estado (sin exceptuar las mismas Repúblicas), donde en el constitutivo de la Soberanía no se halle un poder absoluto. La única diferencia que hay entre el poder de un Rey y el de una República es que aquel puede ser limitado y el de esta no puede serlo: llamándose absoluto en razón de la fuerza con que pueda ejecutar la ley que constituye el interés de las sociedades civiles. En un gobierno absoluto las personas son libres, la propiedad de los bienes es tan legítima e inviolable, que subsiste aun contra el mismo Soberano que aprueba el ser compelido ante los tribunales, y que su mismo Consejo decida sobre las pretensiones que tienen contra él sus vasallos. El Soberano no puede disponer de la vida de sus súbditos, sino conformarse con el orden de justicia establecido en su Estado. Hay entre el Príncipe y el Pueblo ciertas convenciones que se renuevan con juramento en la consagración de cada Rey: hay leyes, y cuanto se hace contra sus disposiciones es nulo en derecho. Póngase al lado de esta definición la antigua Constitución Española, y medítese la injusticia que se le hace. 

Los más sabios Políticos han preferido esta monarquía absoluta a todo otro gobierno. El hombre en aquella no es menos libre que en una República; y la tiranía aún es más temible en esta, que en aquella. … 

y estos fueron sus firmantes: 

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Manuel María Aballe, diputado por Galicia. 

Jacinto Rodríguez Rico, diputado por Zamora. 

Gerónimo Lorenzo, diputado por Toro. 

Antonio de Arce, diputado por Extremadura. 

Juan Manuel de Rengifo, diputado por Ávila. 

Diego Martín Blanco Serrallas, diputado por Sevilla. 

José Zorrilla de la Rocha, diputado por Toledo. 

Prudencio María de Verástegui, diputado por Álava. 

Luis de Luján y Monroy, diputado por Toledo. 

Tadeo Gárate, diputado por Puno. 

Y así 59 más. 

Y ésta fue la Respuesta del Rey «Felón»: 

 

Decreto del 14 de mayo de 1814  

Declaro que mi real ánimo es, no solamente, no jurar ni acceder a dicha Constitución ni a decreto alguno de las cortes generales y extraordinarias, y de las ordinarias actualmente abiertas, a saber, los que sean depresivos de los derechos y prerrogativas de mi soberanía (…) sino el declarar aquella constitución y tales decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos, y se quitasen de en medio del tiempo. 

Y ASÍ FUE EL «MANIFIESTO DE MANZANARES»  

Fue el Documento que escrito por un joven  Antonio Cánovas del Castillo y firmado por el general O´ Donnell lanzaron el 7 de julio de 1854 en Manzanares (Ciudad Real), criticando al Gobierno que llevaba España a la ruina y el desastre y exigiendo Reformas políticas serias y unas Cortes Constituyentes para hacer una «auténtica Regeneración liberal». 

El «Manifiesto» era una llamada a los españoles, en el que se pedía la continuidad del Trono, pero si camarillas que lo deshonren, mejorar la Ley electoral y la de imprenta, que salvaguarden la libertad de expresión. Fue este texto: 

 

«Españoles: la entusiasta acogida que va encontrando en los pueblos el ejército liberal; el esfuerzo de los soldados que le componen, tan heroicamente mostrado en los campos de Vicálvaro, el aplauso con que en todas partes ha sido recibida la noticia de nuestro patriótico alzamiento, aseguran desde ahora el triunfo de la libertad y de las leyes que hemos de defender. 

Dentro de unos pocos días la mayor parte de las provincias habrán sacudido el yugo de los tiranos; el ejército entero habrá venido a ponerse bajo nuestras banderas, que son las leales; la nación disfrutará los beneficios del régimen representativo, por el cual ha derramado hasta ahora tanta sangre inútil y ha soportado tantos sacrificios. Día es, pues de decir lo que estamos resueltos a hacer en el de la victoria. Nosotros queremos la conservación del trono, pero sin camarilla que lo deshonre; queremos la práctica rigurosa de las leyes fundamentales mejorándolas, sobre todo la electoral y la de imprenta; queremos la rebaja de los impuestos, fundada en una estricta economía; queremos que se respeten en en los empleos militares y civiles al antigüedad y los merecimientos; queremos arrancar los pueblos a la centralización que los devora, dándoles la independencia local necesaria para que conserven y aumenten sus intereses propios; y como garantía de todo esto, queremos y plantearemos bajo sólidas bases la milicia nacional. 

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Tales son nuestros intentos que expresamos francamente, sin imponerlos por eso a la nación. Las juntas de gobierno que deben irse constituyendo en las provincias libres; las Cortes que luego se reúnan; la misma nación, en fin, fijará las bases definitivas de la regeneración liberal a que aspiramos. Nosotros tenemos consagradas a la voluntad nacional nuestras espadas, y no las envainaremos hasta que ella esté cumplida.» 

Leopoldo O’Donnell, Conde de Lucena. Cuartel General de Manzanares. 7 de Julio de 1854.  

y ASÍ FUE EL «MANIFIESTO DE LA GLORIOSA» 

Lo firmaron los generales Serrano, Prim y otros más y el Almirante Topete, denunciando al Gobierno corrupto y alocado que llevaba España a la miseria, al hambre y al desastre. El «Manifiesto a los españoles» lo escribió el dramaturgo y poeta Adelardo López de Ayala y fue lanzado desde Cádiz, el 18 de septiembre de 1868, con el lema de «¡Viva España con honra!», y dio lugar a la Revolución que pasó a la Historia como «La Gloriosa». Este fue su texto: 

«Españoles; la ciudad de Cádiz puesta en armas, con toda su provincia, con la Armada anclada en su puerto (…), declara solemnemente que niega su obediencia al gobierno de Madrid, segura de que es leal intérprete de todos los ciudadanos (…). Queremos que una legalidad común por todos creada tenga implí­cito y constante el respeto de todos. Queremos que el encargado de observar la Constitución no sea su enemigo irreconciliable (…) Queremos que un gobierna provisional que represente todas las fuerzas vivas del paí­s asegure el orden, en tanto que el sufragio Universal eche los cimientos de nuestra regeneración social y polí­tica. Contamos para realizar nuestro inquebrantable propósito con el concurso de todos los liberales unánimes y compactos ante el común peligro; con el apoyo de las clases acomodadas, que no querrán que el fruto de sus sudores siga enriqueciendo la interminable serie de (…) favoritos; con los amantes del orden, si quieren verlo establecido sobre las firmí­simas bases de la moralidad y del derecho; con los ardientes partidarios de las libertades individuales (…): con el apoyo de los ministros del altar (…); con el pueblo todo (…). Españoles: (…) Acudid a las armas, no con el impulso del encono, siempre funesto; no con la furia de la ira, siempre débil, sino con la solemne y poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada. ¡Viva España con honra! 

Cádiz, 19 de septiembre de 1868 Duque de la Torre, Juan Prim, Domingo Dulce, Francisco Serrano Bedoya, Ramón Nouvilas, Rafael Primo de Rivera, Antonio Caballero de Rodas, Juan Topete» . Gaceta de Madrid, 3 de octubre de 1868. 

Y ya sólo me queda recordar aquello de los griegos: 

LOS PUEBLOS QUE OLVIDAN SU HISTORIA ESTÁN CONDENADOS A REPETIRLA. 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.