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Alegoría animalista y social comunista. El movimiento animalista, que dicho sea de paso, me trae absolutamente sin cuidado, tiene como objetivo general erradicar el especismo (socio-comunista) como forma de discriminación basada en la pertenencia a una especie, que consideran antropocéntrico (segregación, exclusión de todo lo que no sea pertenencia, actividad o comunión con las ideologías disruptivas e involutivas del socialismo/sanchismo/comunismo), es decir, discriminatorio de los animales de la cuadra opositora, por el mero hecho de pertenecer a especies diferentes que nada tienen en común con la “humanidad” socialista, con el pueblo elegido por los dioses del Olimpo.
¡Por los clavos de Cristo! nunca creí que este movimiento de liberación animal pudiera ser tan preciso y clarificador respecto a la valoración del panorama político español.
Visto el espíritu crítico, diferenciador y objetivo de esta corriente proteccionista, me permito preguntar a sus responsables o seguidores si están en condiciones de diferenciar los animales, entre los que por sus cualidades, características y óptimos y deseados servicios al hombre, bien merecen su favor y conservación, o negar la protección o incluso, la existencia a aquellos que se identifican como verdaderos peligros inherentes o que ocasionan perjuicios evidentes por su condición y naturaleza irracionales.
Animales (personajes) en los que se aprecia que sus manos tienen malos instintos, y que nunca fueron ni serán blancas.
Pongamos un ejemplo. Lord Byron tuvo un perro llamado “Boatswain”, fiel, leal y entrañable compañero al que el escritor hizo grabar en el lateral de su tumba la siguiente inscripción: “Aquí reposan los restos de un ser que poseyó la belleza sin vanidad, la fuerza sin insolencia, el valor sin la ferocidad y todas las virtudes del hombre sin sus vicios”
En contraste, en abismal diferencia, observamos con angustia, temor y hasta desesperación el comportamiento, la deslealtad del perro de Sánchez, cánido salvaje, peligroso, chucho indeseable y no apto para convivir en sociedad, entre los hombres.
Y yo pregunto, ¿ En caso de que el perro de lord Byron y el perro de Sánchez se presentaran a unas elecciones, (justo derecho otorgado por el movimiento animalista), a quién votaría Vd. lector ávido de justicia social y deseos irrenunciables de convivencia ciudadana?
Ya es hora de que a estos “mil leches”, de que a estos canes que corrompen y ensucian nuestras calles con sus excrementos, que atacan al ciudadano arbitraria e impunemente, se les ponga a buen recaudo con ayuda de las siempre eficaces perreras.
No es justo ni democrático que los españoles tengamos que pagar los destrozos originados por la libre circulación de estos perros, cuyos dueños se niegan a darles la correcta educación y el riguroso control que se exige para que cualquier irracional no provoque estragos en el orden constitucional que nos ampara.
Si alguien requiere alguna concreción al respecto de lo hasta aquí expuesto, le diré que desconozco el nombre del perro del ilegítimo presidente Sánchez, si lo supiera lo habría dicho y escrito como el del leal “Boatswain” de lord Byron.
De lo que sí estoy seguro, es de que Sánchez obligada y necesariamente tiene que tener perro, pues él, por sí solo sería incapaz de haber cometido todos los incontables quebrantos y perrerías contra España. El responsable último de todo lo acontecido en este lustro es, sin duda alguna, el perro de Sánchez.
Estando como estamos entre animales, debo confesar que un precioso y tierno pajarillo, un pinzón azul, que sobrevuela a diario el “Palacio de la Mentira” y que me da novedades al toque de diana, me ha chivado que en el palacio, ha observado una sala a la que le han dedicado el nombre de “Sala de despiece Nacional” donde se lleva a cabo el proceso de descomposición y descuartizamiento de las instituciones, de la constitución y por tanto de la Unidad Nacional; a su vez, esta suave y delicada avecilla me ha informado en el sentido de que de no cerrarla a tiempo, cada uno de los carniceros que allí se congregan se llevará de la canal, la pieza que más le agrade para con premura devorarla a placer.
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Ese careto de duro muchacho que tiene Sanhcez se le quita de un solo capon