07/07/2024 08:20
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Los conspiradores te llaman conspirador. Los paranoicos, siempre inventándose falsas amenazas, te motejan como paranoico. Machihembrando, los auténticamente conspiranoicos te denominan como tal. Pues, lo de siempre, tan servicios secretos: putas dando lecciones de virginidad. Esto es la descojonación, imperecedero Luis Ciges

La criminal CIA va de ingeniosa

Si leen el magnífico libro de Lance deHaven-Smith, Conspiracy Theory in America, las cosas se explican con sencillez. La expresión “teoría conspiratoria”, basuriento producto CIA 100%. Como burda y ridícula forma de descalificar, intentando poner freno a las variadísimas especulaciones sobre el asesinato de John Fitzgerald Kennedy.

Perrodistas en nómina de los repulsivos y amenazantes espías

Libro basado en documentación oficial desclasificada explica que la siniestra CIA distribuyó un «argumentario» a sus oficinas en los años sesenta  para que, más tarde, lo repitiesen, cual untadísimos papagayos, sus “activos en los medios de comunicación.” Periodistas comprados. O, tal vez, solo alquilados.

De inmediato, y con inaudita celeridad, la expresión hizo fortuna y sus connotaciones (el “teórico conspiratorio” asociado a gente que vive fuera de la realidad, que sólo buscar montar horrísona batahola, que no respetan las «sacrosantas» tradiciones) se desplegaron por la prensa. Y, con posterioridad, por la plebe. Y así hasta nuestros días.

Conocer la verdad, sin límite alguno

Pues eso, los inicuos guardianes de los oscuros – oscurísimos – secretos (gakekeepers) te ponen un límite. Y tú les respondes que se vayan a soplar gaitas. De adultos, por favor. Y les recuerdo el inicio de la Metafísica del eximio estagirita. «Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber». Sin límite, agrego yo. En fin.

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Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.