05/10/2024 23:32
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¿Pensó la España de los años treinta del siglo pasado qué las desavenencias y enfrentamientos políticos conducirían a la guerra civil? ¿Se dejó qué la deriva a la que la izquierda (PSOE, PCE, ERT, CNT -hoy podemos poner a BILDU)…) conducía a la nación derivase hasta el extremo del enfrentamiento armado? Pues si esto no se pensó, pero pasó, ¿por qué no consideramos seriamente lo que está ocurriendo hoy en España? ¿Acaso no nos encaminamos ya, y con pasos acelerados, a la deriva del orden interno, que puede hacer imposible gobernar España por los procedimientos parlamentarios?

    Para cerrar la controversia de cuál es la ideología, la verdadera naturaleza del Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez, su vicepresidente, Pablo Manuel Iglesias, lo ha dicho alto y claro en la última sesión de control al Gobierno: “Mientras el PP siga en la foto de Colón, le auguro Gobierno ‘social comunista’ para muchos lustros”.

    Así, pues, el marxismo, que es un fenómeno penetrante que utiliza todas las tácticas y todas las técnicas de captación para abrirse camino, que tiene un ideario, una mística y unos objetivos, es la base doctrinal de este Gobierno. ¡Cuidado con dejarlo desarrollar porque terminará llevándonos al desastre!

    La base doctrinal o principio ideológico sobre el que descansa el marxismo, el materialismo dialéctico, sostiene que el origen de todas las  cosas es la materia que evoluciona ciegamente sometida a la dialéctica de fuerzas internas opuestas y en permanente tensión hasta llegar a organizarse. De esta forma, sostiene, surgen los árboles, los animales y finalmente el hombre. Siendo que en esa lucha interna de fuerzas y transformaciones evolutivas la materia ha llegado al desarrollo actual del universo. Por eso para el marxismo no existe nada superior a la materia, no hay espíritu, no hay alma, no hay nada trascendente. No hay patria.

    Consecuente con su base ideológica, el marxismo en el orden religioso es ateo. No existe Dios: “¡No existe más que materia!”, afirma  enfáticamente. Por eso para el marxismo, como no hay Dios, no puede haber ni verdad ni mentira. La verdad es todo lo que sostiene el marxismo, la mentira todo lo que  se opone a él. La verdadera moralidad, la  verdadera virtud, la  honradez, la fidelidad, la libertad ¿para qué? -que dijo Lenin-, consiste en el servicio al marxismo. Para el marxismo la Religión es “el opio del pueblo”: la alienación del hombre. Por este motivo el marxismo combate encarnizadamente toda Religión, fundamentalmente la Católica porque sabe que es la verdadera y esencialmente incompatible con su ideología. De ahí su esfuerzo y empeño en destruirla con la pretensión de construir el mundo sin Dios. Ahí tenemos a los de Podemos alentando destruir todo signo religioso católico, fundamentalmente la Cruz.

    En el orden económico, según su doctrina, toda la producción es de la colectividad. La propiedad privada es una  injusticia que engendra las desigualdades entre los hombres, “fruto de los sudores y de la sangre de los proletariados, acumuladas en las manos de sus opresores”. Así, toda la economía es de la colectividad, que el poder administra. Bien es cierto que primero comienzan por el control para finalmente terminar en la absorción, y si no, qué es lo que se pretende con la futura ley de alquileres…    

    Y en cuanto a los derechos del hombre, desde que nace hasta que muere no tiene más atributos ni dignidad, ni más derechos que los que el Estado le quiera conceder. Por eso algunos no podemos tener la libertad de ser franquistas y defenderlo, porque no hay más libertad ni más iniciativas personales, que las que el Estado quiera conceder a los ciudadanos. Y es que para el marxismo todo es lícito con tal de aniquilar al adversario.

    La meta y objetivo del marxismo en el orden político es la conquista del poder. Para conseguir este dominio juzga lícitos todos los medios. Su ética está supeditada al avance de su sistema mediante una estrategia eficaz: “dos pasos adelante y uno hacia atrás”. Pero siempre adelante. Ese es su slogan.    

    Entre los elementos preferidos, y como bandera de combate para alcanzar el poder, así se ha articulado Podemos: la lucha de clases. Para ello utiliza, ante todo y sobre todo la violencia, que desata en todas las esferas y bajo todos los aspectos, unida a la astucia y a la mentira. Violencia, decimos, como fue el caso del acoso a los domicilios de determinadas personas; que se alegrase que murieran policías, o que incitase a la violencia a sus huestes, mayormente compuestas de analfabetos, vagos y maleantes. Astucia, que acompañan en sus declaraciones con esas vocecitas aniñadas como si nunca hubieran roto un plato. Engaño, siempre, como es el caso de decir que el padre de Pablo Manuel Iglesias no formará parte del grupo terrorista marxista FRAP. ¿Acaso no era de Podemos o simpatizante, el antisistema Rodrigo Lanza, al que habría que haber dado “garrote”?

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    Me hago cargo que para muchos esto pueda sonar ha pasado porque los argumentos analizados, que son los que usa la formación Podemos en la acción política, les puedan resultar exagerados. Pero se olvidan de lo que se ha dicho al principio, que el marxismo es un fenómeno penetrante que utiliza todas las tácticas y todas las técnicas de captación para abrirse camino, y que tiene un ideario, una mística. Y sobre todo, que la historia se repite aunque sea como esperpento.

 “(…) No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y para ello deponed frente a los supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal (…). Nos advertía el último Caudillo católico de Occidente.

    Repito por si se ha perdido el hilo. Ya no hay escusas. Hay que responder: el Ejército, la Justicia y que siga. 

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Pablo Gasco de la Rocha