Rosalía gana un Grammy con un álbum totalmente degenerado, pornográfico y demoníaco. Por Javier Navascués

Estoy de acuerdo con el articulista. Se trata de una estética destructora de la pureza, puramente satánica, que mueve al televidente a la depravación, a la comisión de actos impuros. El hombre se está rebelando contra Dios en todos los órdenes: actos continuos contra la vida, contra la familia y contra la castidad. Muchos se mofarán, llenos de soberbia humana y animados por la serpiente, de los que así pensamos, pero, como dice el Salmo 119, 115 («Encomio de la Ley Divina»): «alejaos de mí todos los malvados, pues quiero cumplir los mandamientos de mi Dios».

Ni idea de quien es esa tal porno artista, pero, ¿por qué ver esos vídeos y no apagar inmediatamente la televisión a la más mínima cochinada si es que aún no se ha llevado la tele al punto limpio más cercano?

Si, por el contrario, se atreven a hacerlo en plena calle o en cualquier lugar interior público (aulas, bibliotecas u oficinas, por ejemplo), en lugar de irnos malhumorados despotricando contra todo o ponernos un burka, lo que hay que hacer es quedársele mirando muy serios con el más extremo descaro incluso moviendo la cabeza para que te vean bien, atrayendo la atención de cuantos más mejor, incluso la policía si se pone la cosa mal, y de cerca con los ojos bien abiertos como un buho hacer comentarios comparativos negativos y en voz alta para que lo oigan (tipo «pues que tetas más decaidas» o «pues a ella le sale bigote» o «pues el culo lo tiene deforme y el pantalón medio caído tipo cagón» o «vaya carrerón lleva en las maricler» o «el muy cochino o cochina ni se ducha, qué pestazo va dejando por ahí el tío guarro o la tía guarra» o «porno teatro de visión obligatoria para todos los públicos, niños incluidos, tomen asiento señores», etc.) incluso comentando con otros como si fueramos jubilados mirando una obra o peritos de un accidente.
Verán qué rápido se acaba el espectáculo desvergonzado con la cara de los protagonistas roja como un tomate o espantados y malhumorados los culpables molestos con los demás incluso entre la carcajada general, sobre todo si atraemos a más espectadores comentaristas, con aplausos incluidos y coreografía futbolera para dar más escándalo al ambiente y atraer más atención. Porque si se atreven a esto en lugares públicos incluso desde la adolescencia, es porque nadie se atreve a decirles nada a la cara aunque montemos un escándalo de no te menees, que ellos son los primeros en querer evitar.