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A modo de preámbulo necesario

La parlamentaria catalano-brasilera, de cuyo nombre no quiero acordarme, parafraseando a Miguel de Cervantes, quizás no haya leído El Quijote del todo ni entendido bien el castellano del siglo XVII. Lo digo porque el calor de la Mancha o el de sus afamados caldos tal vez la hayan confundido; viendo gigantes donde sólo había molinos de viento o adversarios, donde sólo había odres de vino, como los que han existido desde antaño en esta región española. Y es que 34 fusilados de la posguerra se han convertido para esta respetable congresista en los cuatro jinetes del Apocalipsis, hasta el punto de vislumbrar al generalísimo del Ferrol cabalgando por los páramos de Manzanares, junto con el manco de Millán Astray y hasta con algún que otro diputado nacional, sirviéndoles de fieles escuderos como si fueran Sancho Panza. Me recuerda tanto al ingenioso hidalgo, el cuadro tremebundo que la diputada nos dibujó en las Cortes, que da para pensar, pardiez. Y tal como diserta sobre el feminismo radical o el fascismo  no es descabellado inferir de sus palabras que para esta sudamericana cualquier mujer de la oposición representa el rol de la sumisa Dulcinea del Toboso y cualquier pacífico ciudadano, un camica nera de la época de Felipe III… No obstante, me temo que esta representante del independentismo ni siquiera haya leído a Góngora ni tampoco a Lope de Vega. Lo máximo que habrá podido escudriñar –salvo prueba en contrario- es alguna novela o folletín de literatura catalana. Y es que, tal como se expresa, dudo incluso que haya consultado la célebre trilogía sobre la guerra civil del gerundense José María Gironella, que aún siendo una obra de literatura es más fiel a los hechos y barbaridades acontecidos en la pasada guerra civil que muchas monografías que se han escrito desde hace cuarenta años para acá; eso sí, totalmente auxiliadas por los poderes políticos o mediáticos. En fin, propaganda pura y dura.

Y que conste que nadie ha puesto en duda el fusilamiento de la treintena de restos humanos recién desenterrados en Manzanares; lo que sí puede discutirse es por qué murieron y cuántos sucumbieron, pues tal preocupación no deja de ser una curiosidad científica o empírica. Es decir: si hubo un procesamiento penal o no; sí se trató de una represalia en conformidad con el Reglamento de Campaña de 1882 o no; si fueron delitos comunes los cometidos por los castigados o no lo fueron; si las sentencias de los consejos de guerra fueron apelables, etc. Y lo digo porque los que conocemos el derecho militar de la época desconfiamos bastante de la terminología memorialista al uso y no nos seducen intelectualmente vocablos tan poco objetivos como “represaliados” u otros semejantes, usados por determinados grupos –muy subvencionados, por cierto-, con implícita intención política. O dicho de otro modo, debiérase conocer, antes que nada, la estadística procesal de todas esas defunciones, en conformidad con el Código de Justicia Militar de la época, para hablar con propiedad. Mientras eso no lo sepamos, rogaría que no se vociferase tanto en sitios públicos y solemnes sobre cuestiones tan delicadas que para eso ya están los estadios.

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Síntesis del terror rojo

La represión izquierdista causó 103 ejecuciones sin formación de causa entre las personas de orden, residentes en el municipio de Manzanares, contabilizándose dentro del término municipal el sacrificio de 23 personas más, pero con residencia fuera del mismo. Los desaparecidos, por mor de la represión, fueron siete varones jóvenes, según refiere en 1945 el juzgado de primera instancia de dicha localidad.

Por lo demás, varios propietarios fueron despojados atropelladamente de sus propios bienes e ingresos, prendiéndole además fuego al Registro de la Propiedad para disipar toda prueba de titularidad dominical. También los abisinios incendiaron los siguientes edificios religiosos: iglesia parroquial; ermita de Nuestro Padre del Jesús del Perdón; iglesia de Nuestra señora de Altagracia; conventos de las Concepcionistas y Franciscas Descalzas, con destrucción de imágenes y saqueo y destrucción de custodias, cálices y vasos sagrados. También saquearon los siguientes templos: iglesia de San Antonio Abad; iglesia y hospital del asilo, junto con la casa de caridad; ermita de Santa Quiteria; ermita de San Blas; capilla de las Concepcionistas de María Inmaculada; capilla de Nuestra Señora de la Soledad; capilla del Santísimo Cristo de la Agonía; ermita de Santa María Magdalena; todas las capillas de los cementerios; el Calvario y su vía sacra; los nueve oratorios que había en la localidad…

Las personas asesinadas, y digo bien pues no fueron sometidas a ninguna jurisdicción legalmente constituida, pertenecían a todas las clases de la sociedad: industriales, propietarios, dependientes, profesiones liberales, sacerdotes y religiosos, jornaleros, labradores, profesores, relojeros, peluqueros, etc. Es decir, no fue una limpia social, sino ideológica como lo prueba que hasta un santero de cincuenta años de edad fuera pasado por las armas. La mayoría de los muertos son hombres mayores de edad, contándose entre los fallecidos un muchacho de diecisiete años y una mujer de 49, liquidada ésta a principios de agosto de 1936. En cuanto su adscripción ideológica, los ejecutados van desde el centro político hasta su extremo derecho; radicales, falangistas, cedistas, Renovación Española y derechistas a secas.

Motivado por su crueldad, hemos de mencionar a título ejemplarizante el homicidio del joven Francisco Camacho, un simple chófer de profesión, que fue quemado vivo recién rotas las hostilidades, en la cercana sierra de Siles, por militar en la Falange, según informa la alcaldía a requerimiento de la Causa General; y cómo no las atroces matanzas de doce religiosos pasionistas, consumadas entre julio y octubre de 1936, procedentes del convento de Daimiel, estando ya beatificados desde 1989. Fueron detenidos en el tren donde viajaban y obligados a bajarse, siendo fusilados por una cuadrilla de milicianos fanáticos. Era la madrugada del 23 de julio, muriendo en el acto cinco de los hermanos y otro más a la mañana siguiente. Por azar, conservaron aún la vida seis de los tiroteados, pero serían trasladados meses después a presencia del Gobernador Civil, el socialista Serrano Romero, quien dio una orden terminante: “Que se les fusile”*, ejecución que fue cumplida muy cerca del lugar del primer martirio.

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No obstante, la persecución izquierdista no se limitó al término de Manzanares, afectando también a todos los municipios del partido judicial. Así, el municipio de Membrilla cuenta con 38 asesinados; Las Labores, con cuatro; San Carlos del Valle, con una víctima sacerdotal; La Solana, con 35 fallecidos; y Villarta de San Juan, con cinco muertos; anotándose también tres desaparecidos con ocasión de la lucha nacional.

Reproche conclusivo

Que conste que la susodicha representante lusista la considero una compatriota más, lo que no le confiere patente de corso para aturdirnos con esperpentos en la sede de la soberanía nacional, salvo que nos esté entrenando para el rodillo dictatorial que se nos viene encima. No en vano, le pagamos un magnífico sueldo anual (aproximadamente 80.000 euros), seamos electores de derechas o de izquierdas; que para eso contribuimos todos a la formalización del Presupuesto. Por lo tanto, ruego un poco de formalidad e instrucción a los parlamentarios del exterior; que no creo que puedan percibir tan buena soldada por el ejercicio de idénticas labores en sus países de origen. Y dicho todo con absoluto respeto.

Fíjense: recientemente el estudioso De la Guía Escobar ha publicado una obra monográfica sobre la terrible persecución que asoló la comunidad de Castilla la Mancha durante la pasada guerra civil. Más de 2300 personas fueron inmoladas por la izquierda en la provincia de Ciudad Real, hecho histórico totalmente comprobado, soportando mujeres y niños tormentos inconcebibles, que solamente relatarlos atentarían al pudor y al decoro. Todo lo que la diputada catalana pretendió referir en sede parlamentaria, lo sufrieron con creces los hombres y mujeres de la provincia de Ciudad Real, por no pertenecer al socialismo o al republicanismo de los años treinta.

Por ende, déjense de pamplinas y presten también atención a la cruel realidad de otros masacrados de las pasadas guerras civiles, absolutamente ninguneados por la izquierda parlamentaria, como el martirologio de personas de orden en la comarca de Manzanares entre 1936 y 1939; pues fueron seguramente más y con mucho más sufrimiento. Y si no  conocen la dimensión de esta tragedia nacional, no hablen ni legislen. 

*Cf. Montero Moreno, A. (1961): Historia de la Persecución Religiosa en España1936-1939, B.A.C. Madrid, pp. 303 y 304.

Autor

José Piñeiro Maceiras