20/09/2024 02:33
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Ser pobre es un mundo lleno de ventajas.
Yo siempre se lo recomiendo a mis amigos ricos, aunque justo es de reconocer que por un oido les entra y por el otro les sale.
Allá ellos, pero fíjense en todo lo que se están perdiendo por desconfiados.
Hay cuestiones de salud: los pobres sanamos con muchísima más rapidez que los ricos. Un currela se coge un pie con una radial y a los dos días se pone un calcetín sobre el tensoplast y vuelve al tajo analizando de soslayo la practicidad del accidente: «mira, al menos ya no tengo que cortarme las uñas». Mientras tanto, un rico que se levantó un padrastro ensayando el drive a dos manos «a lo Nadal» se toma una baja de seis meses por si la septicemia. Este dato es empírico y como tal no admite discusión.
También está la cuestión del insomnio: un rico tiene que dejar ¡cahis la mar! una noche su Lexus en la calle… no pega ojo. 
Le llaman de Seguritas Direct y le informan que hay una ola de okupaciones  en Denia… no pega ojo. 
Que se alarga el calor y no se decide si rascar el casco del velero o contratar el forfait en Candanchú… no pega ojo.
El pobre, en cambio, plancha la oreja a pierna suelta desde el primer anuncio de Antena 3. Salvo si es sábado, que los sábados en aquí, se folla. Yo creo que porque es gratis.
Y finalmente están las cuestiones prácticas:
El pobre no tiene reparos ni sonrojo en volver a la vieja frase, casi entrañable por una vida repetida, susurrada a la cajera del Mercadona: «cuando llegue a los 50, pare».
En la España que enfrenta el cuarto año de Antonio, el rico ya se tienta los machos cuando saca la tarjeta de El Corte Inglés…
Y es que los socialistas son únicos para redistribuir la pobreza.
Síganme para más consejos, denme un like y no olviden apagar la luz.
Y el gas.
Y el TAE.
Y los lácteos.
Y la carne.
Y lo que te rondaré morena…

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REDACCIÓN